Más de un  centenar de refugiados se plantan en la frontera de Croacia para reivindicar a Europa el desbloqueo de su situación.

 

Desde la tarde del día de Navidad, un grupo de unas 150 personas refugiadas, entre ellas mujeres y niños provenientes de distintos campos de Serbia, se han concentrado a escasos 100 metros de la línea fronteriza que separa Serbia de territorio europeo, a cuatro kilómetros de la ciudad de Šid, situada al oeste, en los límites de Serbia con Croacia, con la intención de protestar pacíficamente por la situación de bloqueo que sufren desde hace meses y por el  confinamiento que sufren en los centros de acogida en Serbia, ante la imposibilidad de poder pedir asilo.  Al mismo tiempo las autoridades fronterizas de Croacia al detectar la presencia de las  personas refugiadas cerca de la frontera, no han tardado  en desplegar unidades de antidisturbios de la policía  y el  ejército  posicionándose frente a mujeres y niños de corta edad para intentar frenar el avance hasta territorio europeo. Croacia no dispone de vallas para separar su territorio de los vecinos serbios y eso no les hace más vulnerables ya que  dispone de material de alta tecnología, como sensores de movimiento, drones y cámaras térmicas a lo largo del perímetro, lo que hace casi imposible poder lograr con éxito el cruce a Europa. Voluntarias de  organizaciones que trabajan en Šid, como la española No Name Kitchen, se han desplazado esa misma noche hasta la zona para tratar de repartir alimentos sobre todo leche para los niños y niñas y sopa caliente a las personas adultas para combatir el frio intenso al que se enfrentan durante la noche en el improvisado asentamiento en  la frontera con Croacia.

Según han confirmado las personas refugiadas que han llegado hasta allí a un portavoz de la No Name Kitchen, se espera la llegada de unas 400 personas más en las próximas horas para apoyar la protesta iniciada en la tarde de ayer, por lo que estan  preparando alimentos suficientes  para poder asistir y hacer más llevadera la  protesta. Al mismo tiempo se han convertido en testigos de todo lo que ocurre mientras continúen  las acciones de reivindicación.

En Serbia, según las onegés, hay aproximadamente 8.000 personas refugiadas y no hay sitio para acogerlas a todas en los diferentes campos posicionados en las ciudades fronterizas y en Belgrado, la capital. Muchas de ellas tienen miedo a ingresar en estos centros de atención a migrantes porque, según sus propios testimonios están a “un paso de la deportación”, por lo que la mayoría de ellas se ven obligadas a desplazarse hacia los bosques cercanos a las vallas que separan Serbia de sus vecinas Hungría, Rumanía y Croacia.

En estos estados de la UE, la violencia que se ejerce por parte de la policía fronteriza contra las personas cuando intentan cruzar, dan paso a las mal llamadas “Push Back” (devoluciones en caliente), que en el caso de Hungría ha contado con la aprobación del parlamento para legalizarlas y que cada vez están más normalizadas. Actos que han sido denunciados por  las organizaciones de defensa de los Derechos Humanos, entre ellas  Helsinki Committee for Human Rights, que colabora abiertamente sobre el terreno con otras organizaciones como las asistenciales MSF y  BelgrAid, aportando testimonios de las propias personas afectadas por las actuaciones policiales en los limites fronterizos de Europa.

El gobierno serbio a través del comisariado para los refugiados, ha instado a las organizaciones humanitarias a  que dejen de ayudar en los bosques para favorecer que estas personas puedan ingresar en los campos. El encargado serbio para los refugiados advierte a las onegés de la dureza extrema del invierno, donde no podrán sobrevivir en condiciones humanas aceptables, pero en ningún momento encontró el apoyo a la propuesta de dejar de asistir fuera de los centros oficiales por parte de las organizaciones.

La personas refugiadas no son bienvenidas en Serbia y todas están a merced de ser detenidas y enviadas a  Presevo, al sur,  el temido campo en la frontera con Macedonia  que no deja de ser otro centro de retención, donde la entrada y salida está totalmente controlada y es donde caen en manos de las mafias que son los que verdaderamente se benefician de esta grave crisis humanitaria.