El diluvio de denuncias de acoso sexual que tiene lugar hoy en casi todos los aspectos de la sociedad, luego de las revelaciones sobre Harvey Weinstein, es una oportunidad para producir cambios radicales. Esto no sucederá a menos que se estudien y modifiquen las raíces profundas del comportamiento abusivo.

En por lo demás comprensible clima de indignación y furia, podría existir la tentación de creer que el cambio puede suceder a través de la venganza, nuestra norma cultural. Pero es precisamente la cultura la que necesita cambiar. Este es el momento en que la no-violencia tiene que hacer propuestas positivas y compasivas para permitir un nuevo equilibrio en las relaciones humanas.

Comprender no significa justificar y la justicia es un paso importante en el proceso de curación. Por lo tanto, debemos preguntarnos qué tipo de justicia puede producir el mejor resultado. La justicia retributiva, nuevamente, nuestra norma, castigará, pero no necesariamente educará. Entonces, aunque la justicia debe indicar claramente quién es el abusador y quién es la víctima, (en nuestra sociedad basada en el poder culpar a la víctima también es bastante común), las diferentes formas de Justicia Reparadora ofrecen maneras creativas para emerger a un mejor estado de cosas. Culpar a la víctima también estaba presente en la mitología antigua. Según Ovidio, Medusa era tan hermosa que Poseidón decidió violarla. Por celos, su mujer Atenea la transformó en el horrible monstruo de pelo de serpiente que ningún hombre podía mirar, ya que se convertiría en piedra.

También es importante comprender el contexto cultural en el que crecen hombres y mujeres. La educación no ocurre solo en el aula, se inicia en el hogar y con las historias que los padres leen a los niños antes de acostarse. El papel de la mujer en los cuentos de hadas y leyendas es tradicionalmente pasivo, débil, obediente, la buena ama de casa y que necesita ser rescatada (solo las brujas malvadas son fuertes). Si la Cenicienta y Rapunzel necesitan un príncipe para liberarlas, Caperucita Roja necesita un fuerte cazador para salvarse. Pero las historias más preocupantes son La Bella Durmiente y Blancanieves, ambas rescatadas por el beso de un príncipe mientras están inconscientes (o muertas) y no pueden dar su consentimiento. La historia previa de estos cuentos recopilados por los hermanos Grimm es aún peor, ya que han sido cambiados en los tiempos modernos para el consumo de los niños. En diferentes versiones anteriores, La Bella Durmiente es violada y/o impregnada por un rey y al despertar se encuentra con que es madre de dos niños. El violador se casa con ella y viven felices para siempre. Y Blancanieves ciertamente era menor de edad.

Los ejemplos de mujeres obligadas a casarse con sus violadores abundan, comenzando con la Biblia y continuando con sociedades de todo el mundo para proteger el «honor» de la familia. La misoginia tiene igualmente una larga historia, con la advertencia de Platón en el Timeo que los hombres que se portan mal se reencarnarán como mujeres, seguidos por otros distinguidos filósofos en todas las épocas como Rousseau, Darwin, Nietzsche, Hegel y el misógino mayor, Schopenhauer. ¿Cómo es posible negar la influencia que tales pensadores importantes tienen sobre cómo la sociedad ve a las mujeres? Y sin embargo, no solo mujeres como Laura Ceretta, Mary Wallstonecraft y las sufragistas lograron rebelarse. De hecho, hubo muchos hombres que se unieron a la lucha por la igualdad de derechos de las mujeres.

La ruptura en el equilibrio entre los sexos parece haber ocurrido hacia el final del Paleolítico, cuando las diosas veneradas como símbolos de fertilidad fueron progresivamente reemplazadas por dioses masculinos y sociedades más patriarcales.

El feminismo surgió como una reacción a esa historia, y la píldora permitió a las mujeres ejercer su sexualidad con más libertad, pero también permitió que el abuso fuera más aceptable (es decir, sin consecuencias), en particular en el contexto de las relaciones de poder en las que las mujeres se sienten obligadas a ofrecer sexo a cambio de favores como el avance de sus carreras (en las artes, la ciencia, los negocios, la política, lo que sea).

Ha habido algún progreso en la educación de nuestras sociedades y las películas ya no muestran la imagen estereotipada de la chica cayendo y necesitando que el héroe la levante mientras son perseguidos por un monstruo. Las heroínas femeninas desde Buffy a la Mujer Maravilla ayudan a corregir el equilibrio, pero la solución al problema del acoso sexual no puede ser que las mujeres aprendan a «dar de hostias». O convertirse en un «hombre honorario» estilo Thatcher. Una verdadera reconciliación después de 10.000 años de «guerra de los sexos» (en la cual el único poder para las mujeres es ofrecer o negarse a tener sexo, como en la obra Lysistrata de Aristófanes, en la que las mujeres se niegan a tener sexo hasta que sus maridos dejen de hacer la guerra) necesita de una revolución en la cultura, tanto para hombres como para mujeres. Es importante señalar que el acoso sexual también le sucede a los hombres y que la intimidación les sucede a todo/as.

El final de la violencia (el acoso sexual es una de sus formas, al igual que la violencia doméstica) hacia las mujeres solo puede ocurrir con el fin de la violencia en la sociedad en general. Los hombres violentos y depredadores sexuales tienden a tener una autoestima muy baja, producto de sentirse infravalorados y deshumanizados por su entorno, y buscan como compensación adquirir tanto poder como les sea posible. Y las mujeres que corren el mayor riesgo de caer víctimas de abuso son igualmente las que tienen la autoestima más baja, y por las mismas razones, más una tasa más alta de abuso sexual infantil.

Una educación humanizada, tanto en el hogar, como en la escuela y en las pantallas (TV, computadoras, teléfonos) debe estar dirigida a fortalecer la autoestima, la solidaridad y los valores basados ​​en la no violencia. Los niños necesitan historias para estimular su imaginación, pero aquellas que representan violencia, abuso y discriminación no pueden ofrecerse a los niños antes de que sean capaces de discutirlas con sentido crítico. No debemos olvidar que las principales formas de aprendizaje son el ensayo y error y el modelado o la imitación. De modo que una combinación de imitar lo que ven y aceptar o rechazar ese comportamiento según las consecuencias de sus acciones es la forma más simple de adquirir un comportamiento temprano. Más tarde, a medida que crece la intencionalidad, a medida que crece la autoconciencia, al menos en algunas personas, la oportunidad de desarrollar nuevas conductas basadas en actitudes más complejas e intencionales abre más posibilidades interesantes de desarrollo.

Es claro, entonces, que hay una gran cantidad de intervenciones posibles en la educación, los medios, las relaciones laborales, la Ley, etc., para comenzar a cambiar la cultura en la que vivimos. No existen soluciones simplistas para los hábitos culturales profundamente arraigados, pero un fuerte impulso para eliminar el acoso sexual bien puede ser uno de los puntos desde donde puede ocurrir una transformación más amplia del ser humano y la sociedad.

Podemos comenzar entrando en las interacciones humanas, donde sea que se produzcan, con un nivel de conciencia deliberadamente más elevado, una conciencia de sí mismo, observando con gran atención lo que está sucediendo a nuestro alrededor y cómo nos afecta, eligiendo nuestras reacciones de manera que no sean mecánicas sino intencionales, como formas de abrir el futuro para nosotros mismos y para los demás. Salir de nuestro habitual estado de semi-sueño o vigilia plagada de ensueños requiere práctica, y necesita un propósito.

¿Por qué no deberíamos simplemente desplomarnos frente a la televisión y consumir sin crítica los valores que se nos venden con la publicidad? ¿Por qué no deberíamos creer que el sexo, el dinero (más sexo) y el prestigio (mucho más sexo), a pesar de ser provisionales, pueden dar sentido a nuestras vidas? Porque no lo hacen. Porque fallan. Porque a veces lastiman a otros. Porque a través de ellos somos lastimados por otros. No se trata de renunciar a todo placer sino de encontrar un significado profundo y permanente que pueda organizar todo lo demás en nuestras vidas con coherencia y solidaridad. Y para esto tenemos que estar despiertos, completamente despiertos, conscientes de nosotros mismos.

Hablemos.

 

Traduccion de la figura: “Me tocas y te denuncio” dice Blancanieves