Son las 7:30 am del amanecer del 21 de junio del año 2009. Por segunda vez en la vida después de haber ascendido a Inka Rakai de Cochabamba hace una década, tuve la instancia feliz de recibir personalmente y con extrema dedicación al INTI a partir de las 6 de la madrugada en el jardín del condominio domiciliario.
Me preparé a espectar la salida del sol, desde las sombras nocturnas a la penumbra del amanecer y luego a la claridad cuando el astro reparte sus rayos de calor y luz, generoso, avanzando por el firmamento del planeta Tierra; mis ojos y mi ser en permanente observación hacia el este, fijos en el horizonte, a la espera de los efluvios vivificadores de nueva vida, nuevo año, nueva germinación, de todo, plantas, animales y seres humanos del planeta.
Sé que en el universo expandido, la galaxia se nutre de energía y entropía creadora de mayores acontecimientos, cataclísmicos algunos, otros renovadores de nuevas existencias luminosas. Soles por doquier distantes, estrellas en viaje de lejanía, agujeros negros de potencial explosivo. Y en los astros calientes, estallidos de masa incandescente, en otros los antiguos la quietud, reposo de largos tiempos estelares esperando nuevas órdenes.
En un rincón de la galaxia se alberga el planeta de concentrada atmósfera, es nuestra Tierra girando alocada y sempiterna con una edad indefinida de millones de años. Los humanos que la habitan, por la evolución natural de la embriogénesis adquirieron el telencéfalo intracraneal que les dota de pensamiento racional y reflexión crítica, trajinan entre océanos y continentes, temerosos de violencia.
A partir de la historia en la que se adecuó el registro humano pensante y observador de eventos cósmicos, es decir, desde el año que iniciamos la travesía humana, el Año 5.571 hasta el presente en la cultura andina milenaria, muchas cosas han pasado, infinitud de trascendencias, sufrimientos y alegrías en las mentes y corazones, en al ámbito de la interioridad de cada ser que congregó su existencia al infinito colectivo del ayer, del presente, del mañana.
El escenario actual, tiempo de post-modernidad, configuró el tránsito de la angustia y la depresión como constante psicológica universal del pasado, hacia lo presuroso, la inquietud, la ansiedad, también el desarraigo, la lejanía de abrazos y de manos compartidas, característica gesticular del pretérito. La falsedad dejó su impronta en la existencia económica de los países orgullosos globalizados y los valores tradicionales quedaron arrinconados en las etnias primarias de la América joven.
En Bolivia, Nuestra Patria central y cardíaca del continente sudamericano, amanece el sol con otras luces, lampos de renovación y de servicio, de equidad y justicia, y apoyo solidario, nueva alegría, son las órdenes lejanas pero firmes y seguras del Creador del universo.
Siglo XXI en el registro cristiano, el escenario natural de nuestro tiempo. Nos parece que se allegan y concentran las voluntades fuertes y los espíritus heroicos de la historia, del pretérito reciente, de la actualidad y del futuro promisorio en humanismo. Evocamos a los grandes conocidos: Tolstoi, Dostoyevski, Kayyan, Einsten, Stefan Zweig, Román Rollain, Emil Ludwig, Thomas Mann, Albert Sweitzer, Howard Fast, Luther King, Teresa de Calcuta, Mahatma Gandhi y los nuestros allegados al corazón: Neruda y Vallejo, esencialmente americanos. En sus mensajes reabren los ojos a una vida nueva, redivivos renacen potenciando la ascensión del alma humana en concentrada significación de fraternidad y amor.; la no violencia y el respeto universal son su divisa.
Son los Prometeos humanos que nos traen nuevamente el fuego desde las arcas olímpicas para que el espíritu llegue a lo divino. Los dioses enojados vengativos crearon a la hermosa Pandora con su caja de virtudes, escaparon todas robadas por los mismos creadores menos la esperanza que quedó guardada para los humanos, quedó en lo profundo de corazón. Así ha llegado el tiempo de la esperanza, del “ajayu”, la alegría en el Pachakuti de los tiempos.
Y en progreso notorio de lenguaje pacifista, nuevas voces se adjuntan: SILO, Tomás Hirsch, Rafael de la Rubia, Dario Ergas, Giorgio Schultze; cual profetas modernos anuncian el futuro feliz de los humanos en todos los rincones del planeta, preparan la caminata soberbia por la paz y la no violencia, por todo el orbe y en pocos meses hasta el término del año nuevo cristiano, dos de enero 2010, concluirá solemne congregando en una gran fiesta triunfal de paz para los seres humanos de los cinco continentes reunidos a los pies del Aconcagua, el cerro más alto de América, en la cordillera de Los Andes.
El sensible SILO en voz alta, en Punta de Vacas, habló así a los seres reunidos para escuchar su palabra: “Hemos fracasado…¡pero insistimos!. Insistimos en nuestro proyecto de humanización del mundo. Hemos fracasado y seguiremos fracasando una y mil veces porque montados en alas de un pájaro llamado “intento” que vuela sobre las frustraciones y las debilidades…vuela asegurando el destino, la fe en nuestro destino, la justicia en nuestras acciones, la fe en nosotros mismos, es la fuerza que anima nuestro vuelo” Y mientras concluye su mensaje expresa: “Mientras las palabras van muriendo en calma nuestras miradas las reemplazan…”
Por eso, esta mañana, pleno de fe y esperanza, he recibido con unción al INTI, levantando los dos brazos he emitido, en ritual andino, mi oración al Creador del Universo; a quien dispuso que el astro estrella de la Tierra lo ilumine cada día y ésta mañana, se encuentra renovado en sus calores y en sus milagros.
Pude haber fallecido hace 5 años al fondo de un abismo. El Creador no aceptó ese fatal destino y salvé gracias a un pequeño muro contencioso y protector, aislado en las orillas de un recodo de camino de una montaña en Venezuela, cubierta de nieve, y serranía coloreada de frailejones amarillos; alturas y precipicios insondables, era seguro el accidente, el despeñadero dentro del vehículo frágil lanzado al abismo, golpeando contra las rocas y peñascos el continente y contenido del vehículo despeñado y el seguro destrozo de la frágil materia humana, después el sueño eterno, el silencio, el olvido. No sucedió y ahora puedo continuar soñando.
Retomo la descripción de la espera ritual del Solsticio de Invierno. Acompañado en simbolismo de afecto y compromiso, acompañó mi ansiedad sublimada la presencia de mi perrita compañera, la fiel “Pipoca” de mis días. Debí vestirla en triplicado y protegerla contra el frío.
A mi vez, bien abrigado, con el “chulu” indígena bordado con figuras de camélidos nativos, bien puesto en la cabeza protegiendo la frente hasta las sienes, ambas orejas; y la chalina de alpaca enroscada en la cerviz, esperé al Dios de la luz y la esperanza, el TATA INTI en el nuevo año, el Willka Kuti aymara. No bien asomados los rayos luminosos, rogué por todo aquello que amo, los míos, la dulce compañera, los hijos y los nietos; los camaradas, las mujeres y los hombres de todas las latitudes, compañeros de todas las culturas: mapuches y araucanos, quechuas y aymaras, guaraníes y araonas, blancos y negros, afro-americanos y pieles rojas del norte. Seres próximos y lejanos, todos, en racimo recibiendo bendiciones por mis ruegos. Recé por la patria de mis desvelos, por las otras en proceso de integración, por el continente de nuestras existencias, el hermoso Abya Yala americano, por los otros, por la nave entera rodeada de atmósfera agredida, por el sistema de nuestra estrella y por todos los otros repartidos en incógnito viaje a los confines. Detrás, está el Creador seguramente escuchando el silencioso ruego cargado de emotividad y sentimientos como aseguró Beethoven en su novena, detrás está el padre amante. Me llegó a los ojos la esperada luz con bendiciones promisorias.
El recipiente claro con agua límpida que dejé al sereno recibiendo los efluvios misteriosos, ahora nutre flores blancas de diamela y de jazmín recién cortadas de sus tallos, me sirvió de ramillete vegetal para efectuar la bendición ritual. Cual grave sacerdote oficiando celebración simbólica selecta, me dispuse a bendecir todo el ambiente, las plantas, mi cuerpo, los jardines, las puertas, los árboles y los pájaros aún somnolientos dormidos en las ramas de los árboles cercanos. Conmovido por la belleza del momento, nuevamente elevé las manos juntas agradeciendo a Dios eterno por la vida y su milagro, por la bondad y la alegría.
Feliz renovación de la existencia celestial y humana. ¡Bendita seas!