Por David Sámano

Podemos encontrarnos con diferentes formas de entender la expresión “cultura científica”.

Para algunos significará quizás, poseer conocimientos de las distintas ciencias, con el fin de desenvolvernos adecuadamente en un mundo que depende cada vez más de ellas y de sus aplicaciones tecnológicas.

Para otros, hablar de cultura científica, es incluir a la ciencia en el conjunto de las expresiones refinadas de la obra humana, como son el arte, la historia o la filosofía, suponiendo tal vez, que el estudio de la ciencia no solo tiene sentido por los fines mismos de la ciencia, sino que debe formar parte del “humanitas”, esa operación educativa que pretendían los humanistas renacentistas con la intención de elevar la calidad del ser humano.

Otros más , siguiendo un enfoque estético, se preguntan por la belleza de las teorías o reflexionan acerca de como, los conocimientos científicos pueden inspirar a los poetas y hacer reflexionar a los filósofos.

Por nuestra parte, nos hemos interesado en pensar a la ciencia, como algo que esta sujeta a los mismos procesos que las distintas escuelas teóricas de la antropología cultural reconocen en todos los rasgos culturales.

Tomando en cuenta esta última manera de considerar a la ciencia, hablaré del cambio cultural que se ha venido dando en ella a partir de la obra de Ilya Prigogine.

Como todos sabemos en las ideas de este científico descansa buena parte de lo que hoy llamamos ciencia no lineal y pensamiento complejo.

En mi opinión, este cambio es similar al que ocurrió con la proliferación y fortalecimiento de las ideas evolucionistas en las ciencias humanas y en las ciencias biológicas en el siglo XIX. Un nuevo sustrato de creencias estaba empezando a operar en las mentes de los científicos y el público en general. Y aunque la madures de los argumentos para sostener una evolución en la materia, la vida y la cultura no fuera la misma y se confundiera o no quedara clara la diferencia entre historia, evolución y progreso, una nueva cultura se había instalado en la mentalidad científica de aquel siglo.

De la misma manera, creo que algo que podríamos llamar una nueva cultura posibilista se ha instalado ya desde hace varios años, en muchos científicos y publico en general.

Dr. Genaro David Sámano Chavez, en el Taller Internacional de Pensamiento Humanista y Revolución Socialista (UNEAC-Santa Clara)

Esta nueva cultura posibilista se caracteriza por destacar que mientras en diversas especulaciones y expresiones de la cultura humanística no se sostenía “la equivalencia entre lo que se hace y lo que se deshace, entre una planta que brota, florece y muere, y una planta que resucita, rejuvenece y vuelve a su semilla primitiva, entre un hombre que madura y aprende y un hombre que poco a poco se hace más niño, luego embrión y célula” (Prigogine, 2008:25), en la cultura científica clásica que se pone en marcha con Galileo en el siglo XVII y que hoy se identifica con el triunfo de la ciencia, esto se ha sostenido sin tomar en cuenta que con ello se esta asumiendo una imagen el Universo reversible y por lo tanto absolutamente determinista, donde no existe el tiempo ni la posibilidad de novedades.

La cultura científica posibilista encuentra sus bases en la obra de Prigogine. La termodinámica no lineal que contribuyó a desarrollar este investigador, llevó a la comunidad científica mundial a un importante replanteamiento: la segunda ley de la termodinámica dejó de interpretarse – para decirlo en palabras del mismo Prigogine – en forma banal (Progogine, 1996). La acción de esta ley en el Universo no solo es fuente de desorden sino también de orden a través de procesos auto organizados.

De acuerdo a lo anterior:
1) La contradicción entre un pensamiento evolutivo como el de Darwin y un pensamiento mecánico como el de la física clásica desaparece.
2) Las tradiciones nomológicas y las ideográficas en las ciencias sociales encuentran un punto de diálogo.
3) Las leyes de la ciencia expresan posibilidades no prohibiciones.
4) Tanto la evolución de la materia, como la de la vida y la cultura pueden considerarse como un proceso de auto organización de la energía. La Mega Historia, nos da muchos ejemplos de ese tipo de proceso.

En mi opinión la cultura científica posibilista ha contribuido a definir lo que llamamos complejidad en forma más precisa. El termino parecía aplicarse a un fenómeno, cuando en su definición como hecho científico, se relacionaban muchas variables y enfoques de muchas ciencias.

Pero no todos han coincidido en la idea de lo complejo. Por ejemplo Leslie White – antropólogo evolucionista americano – en la década de los sesentas opinaba que “La complejidad es una cualidad de un fenómeno, no una medida de su tamaño”(White, 1969).
Carlos Reynoso en cambio considera que la complejidad “no es sentido estricto un atributo ontológico propio del fenómeno que se estudia, sino una escala inherente al punto de vista que se adopta y a los conceptos que se usan, en especial conceptos relacionales tales como el de interacción, organización y emergencia” (Reynoso, 2006) . Y añade este autor (coincidiendo con White): “Por consiguiente, tanto un microorganismo como el universo son por igual susceptibles de abordarse como sistemas complejos”. (Reynoso, 2006).

Con los aportes de Prigogine hemos ganado en precisión a la hora de caracterizar lo que entendemos por complejidad. La pensamos más como “sensibilidad a las condiciones iniciales” que en términos de la participación de un gran número de variables. Esto suma a la caracterización de la nueva cultura posibilista.

Prigogine también afirma que cerca del equilibrio termodinámico reina el determinismo, las leyes son prohibitivas, solo nos dicen lo que no puede ocurrir. Lejos del equilibrio termodinámico en cambio, las leyes se tornan posibilistas, nos muestran como una ley expresada de manera general, termina no prohibiendo la ocurrencia de algo particular; en otras palabras: las leyes en su nueva acepción posibilista, nos ayudan a representar el aspecto libre de la naturaleza.

Esto abre caminos para lograr mayor compatibilidad entre determinismo y libertad, una aspiración que en mi opinión caracteriza también a la cultura científica posibilista que intento describir, pero que ya se podía observar en antropólogos de mediados del siglo pasado. Como ejemplo tenemos a Boas: pensaba que no siempre un mismo rasgo cultural se debe haber desarrollado a partir de la misma causa. Otro ejemplo lo reconocemos en Herskovits que ante el ideal de predicción de la ciencia, decía que las leyes de la cultura (como la del préstamo cultural) siempre actúan, pero de manera diferente en cada ocasión (Herkovits, 1948:670).

Leslie White consideraba que lo complejo y lo sencillo lo podemos encontrar en todos los niveles, sea físico, biológico o cultural. Estableció una tabla evolutiva en la que distingue tres grandes etapas: la de los fenómenos de la física, la de los fenómenos biológicos y los culturales.
Sin embargo nunca pudo explicar como es que en la historia del Universo se transita evolutivamente de lo físico hasta lo cultural, pasando por lo vivo.

La termodinámica no lineal ofrece en cambio una representación energética de los procesos evolutivos basada en el concepto de estructura disipativa que se puede aplicar en todos los niveles: ya sea el material, el orgánico o el cultural. En el trabajo de Spier “Cómo trabaja la Big History (Spier, 2005: 61) este autor se acerca a la problemática de entender la autorganización del Universo sin apelar a fuerzas no naturales (que podríamos interpretar como factores espirituales en las explicaciones) . Y es precisamente en los aportes del pensamiento de Prigogine donde este autor encuentra soluciones para avanzar sobre esta cuestión coherentemente.

Conclusión:
Hasta antes de la física no lineal el dialogo entre las ciencias naturales o nomológicas y las ciencias humanas o ideográficas estaba cancelado.

Pero ciertos autores encuentran en el pensamiento complejo un punto de negociación entre estas dos grades tradiciones de las ciencias sociales.

Prigogine por su parte habló de una “vía estrecha” (Prigogine, 1996) una descripción en la que la explicación científica y la narrativa histórica se complementan.

Y si alguien en algún momento considero que la historia como parte de las humanidades era incompatible con la evolución como parte de las ciencias la obra de Prigogine hace posible en un mismo relato hacer historia y hacer ciencia evolutiva, como sucede en esa gran visión que llamamos Mega Historia.

Bibliografía
Prigogine, Iylia. Las leyes del caos. 2008. El fin de las certidumbres.
White, Leslie. La ciencia de la cultura. 1969.
Popper, Karl. La lógica de la investigación científica. 1999
Reynoso, Carlos. Complejidad y caos, una exploración antropológica.2006.