El factor determinante de la incorporación del Partido Humanista al proyecto de ciudad que lleva adelante Amado Boudou, fue el espacio que le dio a nuestra aspiración de construir una cultura de la no violencia.
Las políticas tendientes a la desarticulación de la violencia deben ser integrales y abordadas desde una perspectiva social, por oposición a quienes lo hacen desde una visión violenta de la violencia.
Y esta opinión no es coyuntural, hace a la esencia del planteo humanista. Silo en sus escritos afirma que *“De un enfoque violento de la violencia, no resultará la paz”*.
Es habitual escuchar a políticos y opinadores diversos hablar del *“problema de la inseguridad”* y su solución. Entonces ya desde el discurso, desde la opinión, desde el reclamo se lo plantea como mínimo inadecuadamente. (pongo entre paréntesis que en muchos casos malintencionadamente).
Y no me parece secundario mencionarlo porque no tengo dudas que será nuevamente caballito de batalla en la próxima campaña electoral en la ciudad de Buenos Aires.
Plantear la solución de la inseguridad no tiene salida, porque la inseguridad es un intangible, una sensación derivada de algo muy concreto y tangible como es la violencia en todas sus manifestaciones.
Así que resolver el problema de la inseguridad puede ser una buena frase para una campaña electoral, pero lo que hay que abordar no es la inseguridad sino la violencia desde la raíz.
Los hechos de violencia que vivimos las personas o que nos toca presenciar en la sociedad, generan una sensación de inseguridad, atemorizan, desalientan y cierran el futuro.
Así que me gustaría hablar de la INTEGRALIDAD DE LAS POLITICAS PÚBLICAS COMO UN CAMINO PARA LA SUPERACION DE LA VIOLENCIA.
A qué me refiero con integralidad?
La asignación universal, por ejemplo. Es una medida de contenido económico, atada para su efectivización al cumplimiento de obligaciones por parte del beneficiario, en el campo de la salud y la educación.
Asignación a embarazadas a partir del 3er mes, se asegura el control del embarazo previniendo con ello riesgos para la madre y futuro hijo.
Estas medidas van sentando una condición básica, que por el principio de no regresividad de los derechos, pone un piso del que ya no se podrá retroceder, y con esto desarticula uno de los factores de mayor generación de violencia como es la no efectivización de los derechos básicos.
Entonces lo más trascendente de estas medidas, a mi entender, no está en la respuesta económica, sino en la concepción, en la mirada estructural de los derechos y la efectivización de esa estructura asegurando un núcleo básico, algo verdaderamente revolucionario en materia de política social.
Creo que ahí está la clave, y me parece que no es lo que más se destaca de estas medidas cuando se las analiza individualmente. Necesitamos valorarlas en toda su dimensión y esto (esa mirada, esa valoración) también implica un cambio cultural, porque va a determinar las acciones futuras.
Si la observamos, la apreciamos y la valoramos, la mirada integral, eso es ya un cambio cultural.
Son derechos básicos que funcionan en estructura. Y es la estructura de derechos como piso, lo que sienta esa nueva condición.
Un nuevo punto de partida para avanzar en más derechos. No hay vuelta atrás.
Pone una base mínima, básica de igualdad, de igualación, de nivelación.
Es decir, de aquí para abajo, nadie, nunca más!
El derecho a la igualdad es una aspiración para las grandes mayorías. Entonces políticas de Estado orientada a poner un piso de igualdad en el mundo tan obscenamente desigual, es una dirección claramente humanizadora.
Y lo menciono no para fundamentar nuestro apoyo, sino para proponer la incorporación de ese nuevo concepto, la integralidad de las políticas públicas como un camino humanizador, porque implica ver al ser humano como un todo integral desde todas las disciplinas y esto lleva a otro tipo de respuestas.
Necesitamos esa mirada en la educación, necesitamos esa mirada en la salud, para empezar.
Entonces el gran mérito de estas políticas, lo revolucionario es poner un piso (que no existía) y además con mecanismos que evitan cualquier intermediación manipuladora.
Es en definitiva el mejor aporte a la libertad humana.
Cuando hablamos de poner al gobierno de la ciudad de Buenos Aires, en línea con el nacional, hablamos de eso de la integración de las políticas públicas, ensamblando y articulando con las políticas de la Ciudad. Pero esto es posible si parten de la misma concepción y de la misma mirada, no del mismo partido político.
Queremos esa integralidad abarcativa de todas las necesidades humanas no sólo de las más básicas. Queremos desde el gobierno de la Ciudad aportar las condiciones para ese verdadero cambio cultural que implicará una cultura no violenta, necesitamos desplazar las políticas actuales en la ciudad que significan un retroceso y un quiebre de aquel proceso mayor que tiene ya 8 años de desarrollo.
Esto es, profundizar en salud, educación, vivienda, en tanto son competencia de la Ciudad.
Y destacamos la educación como eje de esa transformación cultural. Poner en discusión el sistema educativo, educar en la no violencia, abrir el debate a la incorporación de nuevas corrientes pedagógicas de avanzada, concebidas desde una perspectiva humanista.
Escuelas abiertas a la comunidad, integradoras de la comunidad, en una interacción que posibilite una sólida construcción desde la educación, es lo único que puede ganarle espacio al paco, al alcoholismo, a la violencia, a la desesperanza.
El Estado ha ido relegando su rol a favor de organizaciones barriales, es hora que retome su rol con vigor y con responsabilidad.
Solo para dar un ejemplo, el actual gobierno de la ciudad ha desarticulado los pocos espacios de contención de niños y jóvenes que viven en villas y barrios carenciados, como es la educación no formal. Hoy la ciudad ni siquiera cubre las necesidades apoyo escolar para los alumnos de la primaria .
El gobierno de la Ciudad no solo no acompaña sino que retrasa y posterga.
Me parece importante trasmitir esta mirada, porque implica trasmitir nuevos valores, y con nuevos valores se construye una nueva cultura que solo podemos construir entre todos.
*La obligación de no regresividad constituye una limitación que los tratados de derechos humanos pertinentes y, eventualmente, la Constitución imponen sobre los Poderes Legislativo y Ejecutivo a las posibilidades de restricción de los derechos económicos, sociales y culturales. Desde el punto de vista del ciudadano, la obligación en cabeza del Estado constituye una garantía de mantenimiento de tales derechos, como de toda mejora que hubieran experimentado*.