«Para quienes aspiramos a construir un mundo sin violencia y vislumbramos en el horizonte la posibilidad de una Nación Humana Universal, el desarme mundial se convierte en una necesidad concreta y urgente.”
Si afirmamos la existencia de un camino evolutivo que, con marchas y contramarchas, impulsa la vida en el planeta, es necesario afirmar también que para que dicho camino sea de verdadero avance en el futuro cercano, deberá incluir irreductiblemente la eliminación de la carrera armamentista. Este proyecto debería comenzar por la urgente destrucción del armamento nuclear que atenta contra la existencia de la vida misma en el planeta. Lo opuesto, nos coloca a la sombra de un gran retroceso humano y de potenciales accidentes nefastos para la actual civilización.
Avanzar decididamente en la construcción de un mundo sin violencia y trabajar por la reducción del armamento bélico y convencional hasta su completa eliminación, son fenómenos y procesos que avanzarán en formar simultánea o por el contrario, el espiral bélico y sus consecuencias harán crecer un paisaje cruel y caótico que, dada la actual situación de creciente inter-relación y mundialización de los países y regiones, afectara por igual manera a todos los pueblos del planeta.
La información disponible referida al armamentismo mundial según los últimos reportes del año 2012 es igualmente de preocupante y obscena que en el año 2011i. La “Conferencia del Desarme” (organismo oficial de Naciones Unidas para este fin), no ha logrado ningún acuerdo multilateral sobre reducción de armas en los últimos 15 años.
Si hacemos simples comparaciones de esta información con datos referidos a cómo se podrían resolver algunas necesidades básicas que afectan a cientos de millones de personas en el mundo en materia de salud, alimentación, vivienda, agua y educación, esta información resulta además, delirante y cruel.
Algunos pocos números para reflejar lo que mencionamos:
- El gasto militar mundial en el año 2012 fue de 1,8 billones de dólares.
- El gasto en armamentos ha crecido en un 50% en los últimos 5 años.
- Con el 10% del gasto anual en armamento, se resolvería el problema del hambre en el mundo.
- En una sola hora se gasta en armas lo que aproximadamente 100.000 trabajadores ganarían en un mes.
- Aproximadamente el 25% de los científicos de todo el mundo se dedican a la investigación militar.
- El costo de un tanque alcanzaría para construir 520 aulas de educación escolar.
- El costo de un avión caza supersónico equivale al gasto de implementar 40.000 consultorios de salud.
- El precio de un destructor podría usarse para la electrificación de 13 ciudades y de 19 zonas rurales con una población de 9 millones de personas.
- Con el 25 % de lo que se gasta en armamento en un año se podrían cubrir los gastos estructurales (riego, plantaciones, electrificación, provisión de agua potable y de recursos sustentables) para resolver los problemas de hambrunas en el continente africano
Pero ante esta información y propuesta, el ciudadano común podría decir: “muy bien, este es un problema mundial muy serio, pero en este país, o en esta ciudad en que vivo, tenemos otros problemas graves y urgentes en qué ocuparnos… muy poco podemos hacer por el desarme mundial y todas nuestras preocupaciones deben concentrarse en mejorar nuestras condiciones de vida, de salud y de educación en el lugar dónde vivimos”.
¿Será esto cierto? ¿Existirá tal desconexión entre los problemas de la vida cotidiana y el creciente armamentismo? ¿O existe una relación estrecha, aunque a veces difícil de percibir, entre el armamentismo y el tipo de respuesta de las personas y las sociedades que, aunque concientes del flagelo, no reaccionan o lo hacemos de manera esporádica y desestructurada?
¿Es una ilusión pensar que nuestra reacción podría ayudar a producir cambios significativos en el rumbo de estos acontecimientos tan importantes para nuestra vida y para la vida de las futuras generaciones?
Lo realmente ilusorio en el momento actual es pensar que este problema se resolverá solamente gracias a la acción de los gobiernos o desde los sectores del actual poder mundial.
La situación mundial donde los factores del poder económico y militar se realimentan y dependen entre sí, nos lleva a la triste conclusión de que es totalmente imposible que la solución al problema del armamentismo provenga desde los mismos sitiales que nos gobiernan y lo sustentan. Muy por el contrario, lo que se puede prever es la permanente especulación económica-militar para crear, fomentar y participar, directa o encubiertamente, en los conflictos bélicos con el fin de mantener o recuperar el poder en las diferentes regiones, resolver sus crisis económicas y energéticas o alimentar sus ilusiones por mantener un tipo de sociedad y de relaciones de poder.
Es entonces que surge la necesidad de plantearse: ¿cómo es que desde la base misma de las sociedades puede esta utopía del desarme avanzar decididamente hacia su posibilidad concreta de realización?
La respuesta no es sencilla, pero, si nos detenemos un instante a reflexionar, observamos que esta utopía, aunque sin grandes canales para su expresión, ya reside en el interior de una gran mayoría de individuos y pueblos, y solo una minoría desalmada o inescrupulosa o fanática, pero muy organizada, sigue alimentando la maquinaria de la muerte. Miles de millones de personas en el planeta aspiran profundamente a un vivir en un mundo sin armas nucleares, sin carrera armamentista, sin guerras y sin violencia.
¿Que pasaría, si esta mayoría hasta hoy silenciosa, que se expresa en esporádicos momentos y de manera desarticulada, logra la sintonía que reúna y multiplique sus clamores?
¿Qué pasaría si los indignados de Europa, África, Asia, Oceanía y América comprendiéramos al unísono que bastaría reducir un 10% el gasto en armamentos para acabar con el hambre en el mundo, para que el 100% de la población tuviera acceso al agua potable y a una vivienda digna, que dejarían de morir casi 1 millón de personas por año, y que muy probablemente se desarticularían también los graves problemas de sus regiones producto de la especulación financiera y política?
No es eficaz delegar estas aspiraciones en manos de las organizaciones que trabajan específicamente en los temas de desarme. Ellas hacen un trabajo importante aportando información y de influencia en los foros y medios de comunicación, pero hablamos aquí de un clamor universal que debe comenzar a expresarse desde cada una de las personas, desde cada organización en la base social que ejerza su presión y la traslade progresivamente, desde abajo hacia arriba de la pirámide social, llegando a las demás organizaciones sociales, religiosas y políticas de cada país y del mundo.
No se trata del reclamo puntual de un grupo humano en un lugar determinado del planeta. Esto ya sucede y podrá actuar como «despertador» de un fenómeno superior, pero dicho fenómeno en sí mismo sólo se desplegara y cobrará fuerza cuando toda la sociedad acompañe con un pedido y un reclamo similar. Esta será la señal de que algo nuevo esta naciendo, será el indicador de que una nueva sociedad y una nueva cultura solidaria y no-violenta rompe su capullo para florecer e instalarse en el planeta.
Un gran clamor mundial, como aquella “1ra. Marcha Mundial por la Paz y la No-Violencia”ii que impulsada inicialmente por la organización humanista “Mundo sin Guerras” en el año 2008, fue sumando fuerzas y voluntades de todos los sectores, y recorrió el planeta en lo que fue la primer acción simultánea organizada a nivel mundial de este tipo. Fue una acción ejemplar, como lo son muchas otras que actualmente se realizan de modo puntual en muchos países, que nos muestran la fuerza de la paz y de la no-violencia en la acción, pero que requieren continuidad para lograr eficacia.
Mientras estas aspiraciones maduran en el interior de las sociedades y los pueblos, unos pocos individuos y organizaciones son llamados a mantener la «llama encendida» del reclamo social más urgente, aunque tales reclamos no sean escuchados o suenen para algunos sectores de la sociedad como simples utopías propias de soñadores rebeldes e incorregibles.
Vale la pena repetir que es ingenuo pensar que estas acciones que derivarían en forma directa en un creciente desmantelamiento del aparato militar-industrial mundial puedan lograrse solamente por la razonabilidad de los poderes gobernantes, ni siquiera por el impulso que puedan darle a esta iniciativa algunos gobiernos sensibles a estos planteos. Solo la presión creciente de individuos y organizaciones cada vez más conscientes ayudará a cambiar el rumbo de esta situación en el sentido de una dirección profundamente humana y revolucionaria.
Hoy más que nunca, mientras trabajamos día a día en la solución solidaria de los problemas puntuales, no debemos dejar de presionar a los que deciden para que comiencen a implementar medidas concretas en esta dirección que planteamos:
- Que los gobiernos retiren sus tropas de los territorios ocupados.
- Que se genere el vacío y aislamiento institucional a todos los gobiernos que no reduzcan sus arsenales atómicos (incluyendo también aquí a los principales fabricantes y exportadores de armas).
- Que se impulse en todos los niveles y de manera urgente el desarme nuclear total.
- Que los gobiernos incorporen en sus constituciones el rechazo explícito a la guerra como método de resolución de conflictos.
- Que haya una reducción progresiva de los presupuestos bélicos en cada país y que dichos recursos se deriven de inmediato a las áreas de salud y educación.
- Reclamos a los gobiernos con el fin de presentar y apoyar propuestas que incluyan desarmes regionales progresivos y el reemplazo de los ejércitos para la guerra, en fuerzas regionales de Paz que colaboren en situaciones de catástrofe y en la solución de los problemas básicos de salud, alimentación y educación.
- Promover con la mayor fuerza posible la participación de personas y organizaciones en acciones conjuntas para “crear conciencia” y desarrollar “acciones ejemplares” en esta dirección.
Nuestra gran ayuda para esta acción es la historia humana misma, que nos muestra sin atenuantes la concreción de grandes utopías cuando éstas se convierten en sentidas necesidades del ser humano.
En este caso, esta utopía es de una escala superior en nuestras conciencias e implica además una dirección evolutiva trascendental de nuestra especie. Su señal más clara será no sólo el rechazo que se expresa con las ideas, sino la repugnancia personal y social hacia todo tipo de violencia. Este posible fenómeno fue descrito y expresado magistralmente por Silo (2006)iii en uno de sus últimos escritos:
Es posible considerar configuraciones de conciencia avanzadas en las que todo tipo de violencia provocará repugnancia con los correlatos somáticos del caso. Tal estructuración de conciencia no violenta podría llegar a instalarse en las sociedades como una conquista cultural profunda. Esto irá más allá de las ideas o de las emociones que débilmente se manifiestan en las sociedades actuales, para comenzar a formar parte del entramado psicosomático y psicosocial del ser humano”.iv
Queda pues en nuestras manos continuar la tarea. Trabajemos para construir un mundo sin armamentismo y sin violencia. Alimentar esta utopía será el gran primer paso que permitirá luego hacer crecer y poner en marcha desde el interior de las personas y de las organizaciones las acciones más válidas y eficaces.
Sólo pido que estas fuerzas tremendas que desencadena la Historia sean para generar una civilización planetaria y verdaderamente humana, en la que la desigualdad y la intolerancia sean abolidas para siempre. Entonces, como dice un viejo libro, “las armas serán convertidas en herramientas de labranzas”.v