Los disturbios en Suecia exponen la insuficiencia social del «modelo nórdico».
Los disturbios que comenzaron en el periférico barrio de Husby y se extendieron a otras partes de Estocolmo por cuarta noche, ofreciendo escenas similares a los episodios ocurridos en Londres en el 2011 y en París en el 2005, por sus protestas agresivas con raíces en la segregación, el abandono y la pobreza.
Aquí se da el escenario de los peores disturbios en Suecia en años, zona que parece ser el típico suburbio de coloridos y cuidados parques, con edificios de apartamentos, pero con un trasfondo de insatisfacción social que ahora ha explotado. Al conversar con residentes del barrio, vemos que está compuesto por inmigrantes en donde aparecen rápidamente historias de infructuosas búsqueda de empleo, acoso policial, provocaciones raciales y un sentimiento de vivir al margen de la sociedad de bienestar nórdica; algo que se contradice con la mentada reputación de Suecia de apertura y tolerancia.
Esta sociedad esconde otro lado. Ya es un 15 por ciento de la población que procede del extranjero, el porcentaje más alto en los países nórdicos, algo que no se integra fácilmente. El partido Demócratas de Suecia cobra popularidad al oponerse a la inmigración y pide un toque de queda en respuesta a la violencia, lo que polariza a los suecos.
El trasporte público desde el centro de Estocolmo hacia la periferia, a última hora de la noche, va repleto de fatigados inmigrantes con rasgos árabes o de habla hispana, o africanos, que vuelven a sus hogares después de realizar trabajos de baja categoría. Incluso la segunda generación de inmigrantes tiene dificultades para acceder a empleos administrativos. Todo esto sienta condiciones para el conflicto.
Es claro, son JÓVENES Y ENOJADOS quienes estallaron en disturbios y parecían organizados. Había automóviles incendiados cerca de puentes peatonales y jóvenes arrojando piedras a la policía y a los servicios de emergencia que llegan al lugar. Testigos presenciales aseguran que el fuerte control empeoró la situación y residentes en Husby comentaron que la policía fue muy provocadora cuando les gritó «monos»…
«Al principio fue un poco de diversión», comenta un joven de poco más de 20 años, que no quiere ser identificado e integraba un grupo de entre 30 y 40 jóvenes y que en Husby enfrentaba a las fuerzas de seguridad.
Así, los barrios de inmigrantes de Estocolmo estallan tras seis noches consecutivas de disturbios y la muerte de un hombre a manos de la policía desató la revuelta.
La gente, que la policía describe como jóvenes violentos, que hoy quitan el sueño a Suecia, y son, en efecto, jóvenes, muy jóvenes, con edades de entre 12 y 20 años, mayormente varones, encapuchados y con el rostro cubierto por encima de la nariz. Solo dejan a la vista los ojos, para ver las piedras que agarran y tiran y ver dónde prender fuego a vehículos estacionados. Retoman el pulso diario y nocturno chocando con las fuerzas de seguridad suecas desde el pasado domingo, tras la muerte en el distrito de Estocolmo de Husby, de un hombre de 69 años a manos de la policía. De este modo, originados en la periferia de la capital del país escandinavo, los disturbios han corrido como la pólvora durante las madrugadas del viernes y el sábado a otras localidades al sur de la ciudad. Hay una treintena de personas que ha sido detenida e interrogada por la policía en los últimos días. ¿Terminará el conflicto pronto?
En la madrugada del viernes, fue el barrio de Rinkeby que siguió al de Husby, por lo cercano, donde ardieron seis coches en llamas; luego Norsborg, más al sur, con tres vehículos incendiados. En Älvsjö los disturbios se toparon con una comisaría; y en Kista y Tensta, distritos del noroeste los agresores fueron para incendiar dos colegios, aunque ellos no los frecuentan especialmente. En suma, algo nunca visto en este país de tranquilidad absoluta (recuerdo una breve visita a Estocolmo en los 70 cuando los pasajeros del metro nos veían azorados por hablar y reír en el vagón, donde, nos informan,’ no se debe alterar a los demás…’).
Quizás por un efecto llamada, a imitar, o por simple divertimento, según se opine, pero los altercados se extendieron a otras ciudades al sur de Estocolmo, hacia donde la marea violenta parece trasladarse. Fue en las localidades de Boras, Malmö y Lund donde prendió el fuego del conflicto prendió en la madrugada del jueves al viernes. Y un sabotaje en la red ferroviaria hizo suspender el servicio entre Ronneby y Karlskrona, en el sudeste del país.
Y anoche fue una pequeña localidad de unos 160 kilómetros de Estocolmo, Örebro, la que ha tuvo que auxiliar a uno de sus colegios, porque un grupo de jóvenes lo trató de incendiar. Mientras que Linköping, al suroeste de la capital, los encapuchados han seguido este sábado con el mismo sistema de atacar varios coches, un colegio y una guardería, nos informa Efe. Y nos preguntamos ¿Por qué la toman con colegios y guarderías, será que allí encuentran un símbolo del sistema sueco de vida, o solo porque están poco vigilados?
El fuego juvenil pierde fuelle cerca de Estocolmo y se reparte con menos fuerza, hacia otras zonas del sur del país. Kjell Lindgren, portavoz de la policía, informa que las fuerzas de seguridad recibiendo refuerzos policiales entrenados en operaciones antidisturbios de ciudades como Gotemburgo y Malmö. Claro aquí no se sabe dialogar, no como, ni con quien hacerlo.
Un comentario de una señora mexicana, con más de 30 años en Estocolmo, dice: «Si tuviera que decir cuántos trabajan de los 100 que hay aquí, diría que unos 15”. Así es que ha habido una convocatoria de jóvenes con el mismo problema de otras partes. Porque ese es el problema, no solo de es en Husby donde hay un 20% de jóvenes que ni estudia ni trabaja, sino que es en todo el anillo que rodea el centro de la capital sueca donde se dan las mismas condiciones de precariedad, aquí o no hay, o no les dan trabajo a los inmigrantes. Los discriminan y esa es la mecha que estalla…
En estos barrios populares, de distritos obreros, con bloques de edificios funcionales sin mucha gracia, ni color, salvo las verdes arboledas, habita una población que, sin ser un agudo observador, se nota que no se parece a eso típico del imaginario sobre Suecia o Estocolmo. A mi parecer, es discriminación pura y dura la que ha herido a esta gente y es el futuro cercenado de los jóvenes, quienes más sienten el conflicto, el detonante que hace estallar una violencia, que procede de otra. La falta de políticas competentes hace lo demás. Y la aburrida respuesta represiva empeora las cosas. Será, como dicen, que el hombre es ese ser que siempre tropieza con la misma piedra. La que hoy tiran jóvenes descontentos en la civilizada Suecia…