por Mateo Silva – CLAE
Es muy raro que la muerte de un maestro de la cultura ocupe la primera página de un diario, aun cuando fuera declarado “Ciudadano ilustre de Montevideo”. Compositor, musicólogo, educador, agitador, organizador, difusor, investigador, teórico, ensayista, periodista, director de coros: esos fueron algunos de los papeles que eligió desempeñar el uruguayo Coriún Aharonián en sus 77 años de vida.
Pero quizá fue ante todo un militante, empeñado en comprender, explicar y defender la dimensión política de la cultura y la dimensión cultural de la política.
“Un León” es el principal título de la portada del matutino montevideano La Diaria. Lo de león tiene que ver con su nombre, que en armenio significa hijo de león. El director del diario, Marcelo Pereira, señala que habría sido difícil convencerlo de que no se trata hoy, aquí, de hablar de la muerte del Che Guevara (asesinato ocurrido 50 años atrás) sino de la suya, no de aquella pérdida sino de esta.
“Coriún estaba muy preocupado por definir quiénes y cómo se harían cargo, cuando no estuvieran, del valiosísimo archivo, y era también difícil decirle que para las cosas se podrían hallar soluciones, pero que la ausencia de ellos iba a ser irremediable. Que ese acervo meticulosamente organizado, con el que tuvieron la generosidad de ilustrar a varias generaciones en legendarios apartamentos del Parque Posadas, no había sido lo fundamental para la formación de tantos, que la clave eran Graciela (su recientemente fallecida esposa) y él”.
Coriún Aharonián, dice Wikipedia, nació en 1940, en Montevideo, hijo de padres inmigrantes que sobrevivieron al genocidio armenio en 1915-1923. Sus padres llegaron a Uruguay en los años veinte. Su padre, que estudió en Echmiadzín, centro religioso de Armenia, se formó en ingeniería en Köthen; sin embargo, al establecerse en Uruguay, tuvo que trabajar como subordinado al no ser reconocidos sus estudios profesionales.
Aharonián recordaba que en su niñez no tenían dinero, aunque sus padres lucharon por sus ideales, lo cual tuvo enorme influencia sobre Coriún. “Eso aprendió y eso enseñó con el ejemplo: su prestigio internacional y las distinciones que acumuló le habrían permitido vivir con holgura y entre halagos en muchos países que lo valoraban más que el suyo. Pero no se fue al norte, prefirió su patria grande latinoamericana y fiel a ellos vivió, sin olvidar los pagos ancestrales: desde joven, una de las causas que abrazó fue la de la memoria del genocidio armenio, y tuvo un papel destacado en el impulso a la primera ley nacional que lo reconoció, uruguaya y de 1965”, recuerda Pereira.
El músico Mauricio Ubal –autor junto a Ruben Olivera de A redoblar, canción emblema de la resistencia antidictatorial. recordaba dos semanas atrás en el semanario Brecha que recién en 1970, el ritmo de “marcha-camión”, nacido y atrincherado hasta entonces dentro del “circuito cerrado” del Carnaval (con sus murgas, tablados, desfiles, corsos y códigos artísticos propios), comenzaba a saltarse alegremente de su cauce natural, ganando terreno y abonando para siempre la tierra fértil de la música uruguaya, de la mano de Los Olimareños, con el lanzamiento del disco “Cielo del 69”, que incluía temas de Rubén Lena y José “El Sabalero” Carvajal.
Coriún, recuerda Ubal, más allá del apoyo musical, le da la bienvenida al mundo cultural, con su crítica en Marcha: “Incorporan a su definido estilo ya no solamente el tango sino también la murga –y creo que es la primera vez en la música popular uruguaya de origen folclórico–. El resultado de esta síntesis –tan peligrosa– es notable. La unidad de estilo se mantiene sólida, y sorprende la naturalidad con que se integran Olimareños y murga”.
Enseñar aprendiendo
Aprendió de maestros como Lauro Ayestarán, Héctor Tosar y Luigi Nono; de compañeros como Cergio Prudencio, Daniel Viglietti o Conrado Silva y eso enseñó a una lista impresionante de músicos populares e impopulares, cultos e incultos. Sin su porfiada y lúcida labor en el sello Tacuabé, que fundó junto a Daniel Viglietti y Los Olimareños, habría sido muy difícil que editaran sus primeros discos, durante la dictadura y también en otros períodos, artistas decisivos para el desarrollo de la música uruguaya de las últimas décadas, algunos de ellos luego muy exitosos, otros hasta hoy poco conocidos, pero, según el olfato casi siempre certero de Coriún, necesarios.
Pereira indica que para que otros pudieran crear y aprender a hacerlo, fue su trabajo incansable de fundador de instituciones y organizador de encuentros: Núcleo Música Nueva, Sociedad Uruguaya de Música Contemporánea, Cursos Latinoamericanos de Música Contemporánea (de 1971 a 1989: más de 1.000 alumnos provenientes de 20 países en cuatro continentes), Centro Nacional de Documentación Musical Lauro Ayestarán. En esas y otras instituciones se esforzó hasta los últimos días de su vida por dejar relevos, por no hacerse indispensable aunque de hecho lo fuera.
“Todos somos sus deudos. Y sólo podemos intentar pagar, aunque sea en parte, tratando de mantener el sentido del deber (con el país, con la cultura, con la humanidad) que nos enseñaron”, señala el director de La Diaria.
El diario conservador El Observador tituló “Otra pérdida para la creación contemporánea en América Latina. Alexander Laluz, señala en su nota que “Aharonián fue clave en la escena musical culta y popular, tanto a nivel local como latinoamericano. Desde los años de 1960 se jugó a marcar una diferencia en el campo de las nuevas músicas (o músicas de vanguardia o contemporáneas), con un lenguaje que trascendió el mero formalismo y apostó a una íntima correlación entre ética y estética, a la integración entre lo culto y lo popular, y a un compromiso con un proyecto identitario enraizado en el marco cultural local. Un planteo que quebró tanto con los nacionalismos efectistas y pintoresquistas de las décadas anteriores, como con los modelos pseudouniversalistas difundidos desde la academia europea”.
Y sea a través de los cursos que orientaba en su legendario apartamento del Parque Posadas, en El Prado del norte montevideano, sea en la Escuela Universitaria de Música y en otros ámbitos, dejó sus huellas en varias generaciones más jóvenes de músicos populares y cultos entre los que se cuentan a Carlos Da Silveira, Elbio Rodríguez Barilari, Fernando Condon, Leo Maslíah, Jorge Drexler, y más.
Escribió varios libros indispensables, entre ellos Héctor Tosar, compositor uruguayo (1991), Conversaciones sobre música, cultura e identidad (1992) y Músicas populares del Uruguay (2007). En su trabajo como compositor, del que dan testimonio los discos Gran tiempo (1995) y Los cadadías (2001), exploró territorios de aspereza y despojamiento, guiado por una autocrítica muy severa y por la convicción de que su lugar en la batalla implicaba dejar atrás formas, estructuras y criterios de una música ajena y agonizante, mantenida con respirador artificial en instituciones que no por casualidad se llamaban conservatorios.
Despedidas
Daniel Vidart, quizá el intelectual más destacados del Uruguay, antropólogo, escritor y ensayista que acaba de cumplir 97 años, lo definió como “músico y musicólogo en el nivel de la excelencia, docente admirable e implacable, promotor de encuentros entre espíritus y prospectivas, era también el dueño de una rebeldía airada contra los mascarones de la cultura y los malabaristas de la política.
“De tal modo, al decir no, buscaba, tras la opacidad de pensamientos y sentimientos que hoy entenebrece a esta mega sociedad consumista y globalizada, el camino que conduce a las ideas claras, a las acciones benéficas y a la dignidad sin alivios. Vos que bien conociste mi origen paisano , mi parla rural y mis exclamaciones de puteador empedernido, no te vas a sorprender si desde el fondo de mi tristeza, rabia y desconsuelo grito cielo arriba, lagrimeando: ¡Se nos están yendo los mejores, carajo!”, agregó Vidart.
La periodista y escritora Ivonne Trías lo definió como “El músico, el maestro, el crítico (muy crítico) y también el del abrazo que te quitaba el aliento y te lo devolvía renovado”; la cantante Mariana Ingold escibió en su red social “Gracias Coriún. Me salvaste la vida en dictadura, como a tantos, cuando no había donde aprender música. Me encontré gracias a vos. Mis canciones son también tuyas. Abrazo enorme” y el cantautor Jaime Ross, le dio su último adiós: “Adiós querido amigo y maestro. Nada hubiera sido igual sin tu presencia”
Jorge Drexler, cantautor, actor, médico, músico y compositor uruguayo, ganador del premio Óscar a Mejor canción original del año 2004 por su tema Al otro lado del río. señaló que “Se nos fue nuestro queridísimo maestro y amigo, un referente de lo más importante de la música uruguaya, que no tendrá par por mucho tiempo. Los dos años de taller de composición de canciones que hice con Coriún, fueron la experiencia de aprendizaje estético y humano más importante que tuve en mi vida. Ahí aprendí para qué escribía canciones, con qué herramientas lo hacía y desde dónde”.
Pero no soy nada original –añade Drexler-: desde Daniel Viglietti, a Jaime Roos, pasando por Fernando Cabrera, Rubén Olivera, mi hermano Daniel…y un largo etc., tres generaciones de músicos uruguayos aprendimos con él a encontrarnos con nuestra identidad, a reconocerla, a valorarla y a reírnos de ella y con ella.
“Era un maestro de la paradoja. Siempre desconcertante y sorprendente. Siempre sincero y generoso. También era un ejemplo de ética artística: siempre sistemático, minucioso y respetuoso. Pero sobre todo, era su amor, lo que lo desarmaba a uno: sus abrazos eran un entidad en sí misma. ..Ahí quedan sus libros, ahí quedan sus prodigiosas discoteca (qué maravilla!) y archivo, que espero sepamos guardar y sobre todo, consultar. ¡Qué sólos nos quedamos! Gracias, por tanto”, señala Drexler.
Fue una de ls figuras más importantes de la composición musical erudita uruguaya y latinoamericana,. Su música buscó entretejer aspectos de ética, política, dando particular atención al rol del compositor en la sociedad latinoamericana poscolonial, señaló el colombiano Eduardo Herrera, doctor etnomusicología/musicología de la Universidad de Illinois.
El cantautor Jaime Roos, que recuerda su apoyo en la grabación de su primer disco, en 1977, le dio su último adiós: “Adiós querido amigo y maestro. Nada hubiera sido igual sin tu presencia”.
*Músico, colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico