Por Víctor Manuel Sánchez
Lo que está pasando en muchos lados del planeta es muy fuerte. La desestructuración social y personal aumenta potencialmente, todo se va colapsando frente a nuestros ojos, se derrumba a nuestros pies. Aunque hay muchas cosas positivas, éstas no son suficientes vis a vis de la crisis que vivimos actualmente, se requiere además otros tipos de repuesta, que está por cierto en el interior de nosotros.
Desde los recientes acontecimientos en Barcelona, los efectos de los huracanes en distintas partes del Pacífico y Atlántico que han golpeado a varios países de Norteamérica como Cuba, Estados Unidos, el mismo Puerto Rico, a nuestro país México, etc. También las intensas migraciones de personas de Oriente Medio hacia Europa, en las que se no encuentran condiciones de vida de halago, pues no hay trabajo suficiente y digno para la gente, el que hay es muy mal pagado y, además, la violencia en distintas manifestaciones crece a cada momento. A esto se suman los gobiernos desalmados como el de Argentina o Brasil, por citar un par de ejemplos, llevando a miles a la pobreza inmediata y a conflictos entre la gente.
También vemos con alegría zonas de confort psicológico, como la ciudad de Berlín, una ciudad de tolerancia, hoy día como una Arcadia en el planeta. Vemos en otros puntos la preocupación por el aumento de la violencia y por ayudar a resolver los conflictos de guerra. Hay avances en ciencia y tecnología como nunca antes; si éstas van en dirección de ayudar al proceso evolutivo del ser humano, que sean bienvenidas.
Vemos los esfuerzos en el mundo de políticos responsables, pocos, pero muy válidos.
Hoy en esta Ciudad de México son diferentes los estados internos por donde la gente, nosotros, vamos transitando en la medida en que vemos la dimensión de las repercusiones del terremoto, en la medida en que nos acercamos a las zonas de conflicto, en edificaciones colapsadas, en el sufrimiento humano.
Pasamos por nuestros climas y tensiones, desde la degradación y el sin sentido, el sentimiento de zozobra, la culpa a otros, hasta la euforia, cuando se sabe de una vida salvada, del esfuerzo conjunto, cuando vemos la verdadera solidaridad humana, cuando vemos que la gente sabe y puede organizarse sin los partidos, sin los gobiernos manipuladores y corruptos como el que tenemos en este país. Pasamos de un estado a otro, la rabia, frustración, consternación, desesperanza, impotencia, injusticia, deshumanización, culpabilizar a otros, mirar al cielo buscando respuestas, se transita desde el individualismo al trabajo en conjunto.
Es ver en nuestra conducta la alteración de la conciencia. En estos estados alterados se puede estar ante la entrada a otros estados internos de inspiración para ayudar a otros, para que se exprese la compasión por los demás, de la profunda transformación que hoy por hoy se necesita en nosotros, en la gente y así salir de nuestro egoísmo. A esto se puede llamar estados inspirados de conciencia, también despertar. Más despiertos podemos intencionar grandes cambios en nuestro mundo personal y social. Busquemos en la reflexión, en el interior nuestro, la luz que ilumine nuestro hacer, nuestro futuro próximo.
No busquemos culpables, todos somos responsables de esta situación y ahora podremos cambiar si hay una profunda transformación en nuestras conductas y en nuestro hacer en el mundo.
En el terremoto del 85 miles y miles de personas nos sumamos a esta misma tarea de ayudar a los demás y no había forma de parar. No vimos, como ahora, la ayuda que puede darse con las redes sociales cuando se utilizan en dirección de servir a los demás. Con los medios de comunicación que teníamos logramos organizarnos de manera alternativa, y superamos como sociedad civil a los partidos políticos e instituciones. Las repercusiones de lo que no hicieron las instituciones siguen ahí como testigos de lo acontecido: edificios cuyas estructuras nunca fueron fortalecidas, leyes de construcción modificadas, pero que hasta hoy se siguen violando, y no las respetan las autoridades de turno, sea cualquiera el partido, etc.
La grandeza de la gente solidaria, puede cambiar el sentido de su vida, cuando reaccionan con firmeza frente a la desolación que se ve en muchas personas al perder sus casas, departamentos y, sobretodo, a sus seres queridos.
También se ve con profunda admiración a los jóvenes, lo que fortalece una enorme fe en las nuevas generaciones, una esperanza, da una alegría inmensa ver cómo se organizan en brigadas sin dramas, sin protagonismos, para responsabilizarse de las porquerías que dejan los políticos y sus instituciones que sólo piensan y ladran al escuchar que la partida económica del próximo proceso electoral se podría aportar para la reconstrucción de las zonas afectadas y que está en peligro su bienestar.
Hay en algunos medios de comunicación, como las grandes televisoras coludidas con el gobierno, la manipulación de la información, creando reality shows con la desgracia de la gente, pero también hay medios alternativos para hacerles contrapeso.
Hay abuso y cinismo de instituciones que sellan con su logotipo las innumerables cajas de acopio organizadas y llevadas por la gente a los puestos de recolección. Muestran así sus tropelías, pero también aumenta la gente que denuncia este tipo de situaciones vergonzantes, como se ha visto con Sedesol, el DIF o la Secretaria de Marina, que mienten a la población, mientras la gente los denuncia en las redes sociales.
Se pone de manifiesto la irresponsabilidad de muchos constructores, así como la de los políticos de las delegaciones que otorgan permisos a las constructoras de condominios a cambio de una mordida, de una coima. Y también hay gente que cada vez se vuelve más responsable en su hacer profesional.
Una vez más se pone en evidencia la importancia que tiene tomar el destino en nuestras manos y no dejarlo en irresponsables, en ampliar la conciencia personal y social, en construir una mejor vida, un mejor mundo, basados en la coherencia.
Se requiere despertar conciencias, despertar uno mismo.
Estamos frente a la encrucijada de seguir así o de darle más coherencia y sentido a nuestra existencia con una verdadera transformación personal y no solo social.