Cada vez que oigo hablar de “noticias positivas” me asalta una sospecha. Me pregunto si se va a hablar del baile del verano, de recetas de cocina o de pasarelas de moda, en un intento por escamotear la realidad. O lo que es peor, si se va a hacer demagogia con las situaciones opresivas que nos acechan por todas partes con el fin de mantenernos complacientes, obedientes y ordenados.

Este asunto de la mirada positiva requiere de una cierta reflexión…

No vivimos en un mundo ideal desde hace unas pocas décadas –desde que uno está participando de la coexistencia con semejantes en la corteza terrestre planetaria–, período en el que no han cesado las noticias de desastres, desenlaces desafortunados y pérdidas.

Es más, por lo visto antes de nuestro nacimiento fue peor todavía. A partir de la fórmula BR (bloodisehed ratio) = K (tiempo) : P  (población total) Akop Nazaretián llega a la sorprendente conclusión de que al s.XXI le corresponde un coeficiente de derramamiento de sangre de 0,00007, muchísimo más bajo que el 0,0015 del s.XX; siglo que –no obstante las guerras mundiales, los campos de concentración y la violencia doméstica– tiene un coeficiente BR infinitamente menor a cualquier otra época desde los homínidos ancestrales. (1)

Pero echando un vistazo a cualquier medio de comunicación poco nos consuelan estos números de las grandes escalas temporales y de millones de habitantes en la historia. Lo que nos queda claro es que la violencia en todas sus expresiones es algo, por ahora, presente y constante en nuestra especie y en nuestra vida particular. Ya se trate de una violencia física, psicológica, económica, sexual, racial, etc.

Ante esta circunstancia podemos entristecernos y apagarnos o, tratar de plantearnos otro futuro. Aparentemente no vamos a ver a corto plazo un gran cambio, pero también es cierto que a las nuevas generaciones de humanos poco les aportará nuestra tristeza y absentismo vital.

Entonces me percato de la necesidad de observar lo positivo como proceso. En este extraordinario ejercicio de subjetividad uno puede captar que un montón de cosas que normalmente son despreciables por ser pequeñas en proporción a los desastres, ahora pueden ser  consideradas porque suman a un propósito no-violento. Y el resultado inmediato es una liberación interna ante la opresión de la violencia. No ya por inhibición, sino por una observación implicada en un propósito futuro.

Se trata de un propósito que trasciende al individuo, es algo que se puede detectar en muchos personajes de todos los tiempos.

Podemos volver a apasionarnos aprendiendo de nuestros genios del pasado –a veces tan mal tratados por nuestros pseudo-educadores. Es un gran descubrimiento saber que podemos reeducarnos, poner intencionalidad a nuestra mirada y que podemos reconciliarnos con nuestra condición humana.

A partir de los recientes atentados en Cataluña observamos varios aspectos positivos que muestran reacciones de otro nivel.

Por ejemplo: no ha habido actos de xenofobia tras los terribles atentados. En cambio sí ha habido una complicidad con una «colectividad» que en ocasiones se mantiene cerrada y aferrada a su identidad, participando de una mirada recelosa recíproca.

Es evidente que los colectivos culturales se cierran más en sí mismos cuanto más impermeable es su entorno. Por ello, a través de los programas de integración social esto va cambiando. Por ejemplo hay muchos árabes que estudian y hablan la lengua catalana, y sobre todo lo hacen por empatía, por sentirse parte de Cataluña, sin que eso implique una pérdida de identidad cultural sino una ganancia cultural y apertura.

El terrible atentado de las Ramblas no ha producido el odio deseado por sus promotores, sino que nos ha hecho sentirnos como pueblos hermanados. Lo cual es algo complicado tras el modo en que fue tratado en España el pueblo que habitó la península en tiempos de al-Andalus; época que ahora el yihadismo usa para su demagogia, sin ningún interés de investigación sobre el significado de esa época. (2)

Esta cuestión de traer el pasado al presente para vengarse denota siempre un primitivismo sanguinario patético, pues las personas objeto de venganza son absolutamente inocentes sobre hechos que ocurrieron siglos atrás. Nos podríamos haber ahorrado este comentario por su obviedad, pero al parecer está muy extendida esta mirada uniformante sobre los demás, no solo por parte del analfabetismo fundamentalista islamista.

Este yihadismo que no es más que cólera enfermiza y sed de sangre, está siendo la carne de cañón, el ejército en la sombra en manos del imperialismo genocida, como muy bien relata en su artículo Nazanin Armanian “¡Yo creé el terrorismo yihadista y no me arrepiento!”.

El aspecto positivo ante esta situación lo protagonizan las nuevas generaciones de todas las culturas. Los jóvenes, en el clímax del eclecticismo han roto con la uniformidad. Si bien carecen de contexto en muchas ocasiones, muestran una nueva comprensión y afecto. Tienen una mirada crítica: el sistema maneja la información como si la gente creyera en su modo de relatar las cosas y la gente hace sus  propios relatos. A veces es algo intuitivo, como el desinterés por las imágenes morbosas de las víctimas de los crímenes.

Los manipuladores y los personajes públicos que se lamentan por los atentados en declaraciones a los medios, son los mismos que firman acuerdos de venta de armas con Arabia Saudí, país promotor de guerras y de terrorismo a gran escala en complicidad con la OTAN. Es un hecho que  no se pasa por alto y que se está denunciando abiertamente en la calle. La hipocresía de estos individuos y del sistema al que representan no queda ya impune.

Ahora mucha gente que creyó el cuento de las “primaveras árabes” fabricadas para producir el gran caos en el mundo árabe y su expolio y control, se están dando cuenta. Poco a poco nos vamos acercando a la evidencia de que en varios países invadidos por la guerra multinacional y el terrorismo, contaban con sistemas de gobernanza en los que prevalecía una admirable convivencia entre distintas confesiones en el marco de estados laicos.

Los jóvenes lo comprenden muy bien, cuando dan con fuentes críticas, en cambio a las viejas generaciones les cuesta un poco más, sobre todo si están anquilosados en ensueños e ideologías  delirantes.

Pero la noticia más importante y, tal vez más desapercibida en su real magnitud, ha sido la reciente No IIIª Guerra Nuclear Mundial –y definitiva. Tras las declaraciones airadas y las bravuconadas de Donald Trump y Kim Jong-un los misiles no han sido lanzados. En conclusión Korea del Norte tiene un carácter exclusivamente defensivo y Trump tiene su talón de Aquiles que le impide iniciar ninguna guerra nuclear. El solo hecho de anunciar la posibilidad de una guerra que pueda alcanzar a los EEUU hace caer empicada la cotización de los mercados y del dólar. Con lo cual Trump, que se debe a los negocios de él y de su familia, que es en lo que ha fundamentado toda su vida, no puede ya ni siquiera mencionar el asunto.

Evidentemente que el paso definitivo a un mundo en paz y sin terrorismo necesitará de tiempo, por el gran lío que han creado y, posiblemente se haga inevitable el colapso económico de los Estados Unidos para que esta posibilidad se materialice definitivamente.

Estamos en proceso de cambio y queremos despertarnos y reencontrarnos en una nueva sensibilidad que comenzamos a experimentar y a observar alrededor.


NOTAS

1:

En el libro “Futuro No-Lineal”,  en el apartado 1.1.1.5, Akop Nazaretián muestra con detalle su investigación sobre la violencia en la especie.

2:

Al-Ándalus vivió una época de paz y prosperidad. En la Península Ibérica medieval convivieron gentes de tres religiones y tres culturas diferentes: musulmanes, cristianos y judíos.

La lengua árabe fue en al-Andalus sinónimo de refinamiento y erudición. La educación y el saber tuvieron desde el principio enorme importancia en el mundo musulmán, como así lo demuestran las propias tradiciones que fueron seguidas hasta sus últimas consecuencias. Frases como «Busca el saber desde la cuna hasta la tumba» o «No hay nada más importante a los ojos de Dios que un hombre que aprendió una ciencia y la enseñó a las gentes» son algunas de las máximas más influyentes en la época. Los propios emires y califas, como Abderrahman II, Abderrahman III y al-Hakam II, fueron grandes eruditos que se rodearon de sabios y pusieron la enseñanza al alcance de todo el mundo. Hicieron traducir las principales obras del saber greco-helenístico, crearon bibliotecas públicas y privadas –algunas tan célebres como la de al-Hakam II–, y edificaron mezquitas y madrazas en las que se impartían las ciencias religiosas y la jurisprudencia.

No se puede dejar de mencionar a los grandes sabios de las ciencias naturales, que revolucionaron muchos aspectos de la vida con su saber. Estudiaron las matemáticas, la astronomía, la medicina, la botánica y la agronomía, pero también otras ciencias más reprobadas por la ortodoxia como la astrología, la alquimia y la magia. Se estudiaron con minucia los movimientos de las estrellas y los planetas por medio de sofisticados astrolabios, se avanzó en el estudio del álgebra y la aritmética, cuyo precursor fue el oriental al-Jwarizmi (de ahí logaritmo), y se perfeccionaron, en medicina, las teorías de Hipócrates y Galeno.

En al-Andalus destacaron Ibn Taimiya (m. 928) en astronomía y medicina; Abu Bakr al-Ansari, que enseñó aritmética y geometría en la corte de al-Hakam II, y el famoso Maslama al-Mayriti (m. 1008), llamado el Euclides de España y experto en numerosas disciplinas.

La medicina tuvo su máximo exponente en Averroes y los hermanos Harrani, que ejercieron bajo el manto protector de al-Hakam II. Y no habremos de olvidar, en este rapidísimo repaso, al botánico malagueño Ibn-Baytar (1197-1248) o al agrónomo Ibn al-Awam, a quien debemos un exhaustivo y valioso tratado de agricultura, el «Libro de Agricultura». Todos ellos influyeron grandemente en la Europa contemporánea y en la posterior, y sus textos fueron estudiados, hasta bien entrado el siglo XVII, por hombres de la talla de Miguel Servet, Copérnico, Nicolás Massa o Galileo.

Extracto de El legado andalusí