No, no me he equivocado al escribir. Ya sé que he escrito lo mismo dos veces.
Todo esto me deja una sensación de «déjà vu» aburrido que procuro observar con humor. Pero entre bostezo y bostezo sigo viendo y leyendo (que mal me trato) las medias verdades de quienes dicen informar (en uno y otro bando) y las medias verdades de quienes dicen que todos mienten. Lo dicho, un circo tipo «13 Rue del Percebe».
Por desgracia, ni las informaciones de unos y otros, ni las opiniones de unos y otros, y ni siquiera opiniones como esta que estás leyendo, nos acercan o nos alejan ni un sólo milímetro de la tan famosa y buscada «Realidad», que algunos han rebautizado blandiendo el puño cerrado y a voz en grito, como la Verdad.
La verdad y la realidad son imaginadas como únicas e indivisibles, como existentes en sí, como si tuviesen una vida autónoma e independiente de lo humano, un poco al estilo platónico de lo «ideal». Al parecer, ambas señoras tan apetecibles deben estar viviendo en algún lugar lejano y muy escondido cual Osama Bin Laden al que todos buscan y nadie encuentra.
Miento: algunos iluminados sí que saben donde están y se afanan por hacérnoslo saber…
En el interior de los que gritan nerviosos o asustados «dadnos la verdad!» (o dadnos la realidad) parece escucharse una vocecita que pide sencillamente una referencia. Necesito una referencia.
Los principios aristotélicos, que afirman «lo que es, es» y «lo que es no puede no ser al mismo tiempo», moldean toda una forma de pensar que nos hace creer que la Realidad, o la Verdad, además de que existen, existen como únicas en el mundo de lo fenoménico y lo diverso, y que si algo es real, o verdad, no puede al mismo tiempo no serlo. De esta forma, acabamos creando una nueva ilusión, la de la realidad única e indivisible, tan ilusoria como el yo, y que sólo unos cuantos especialistas en ciertas rarezas, algún día alcanzan a rozar levemente por un breve lapso de tiempo.
Sin embargo, de vuelta a la vida cotidiana y sufriente, la conciencia se encuentra con la dichosa variedad de los fenómenos mientras ensueña y desea alcanzar de nuevo ese atisbo de ser único y universal llamado realidad.
No se preocupen los buscadores de la verdad y la realidad que en cuanto abandonemos este mundo con seguridad dispondremos de toda una eternidad para disfrutar de la famosa unidad esencial. Por mi parte, no tengo prisa, gracias.
Paul Watzlawick se preguntó, en el título de su obra, hasta qué punto es Real la Realidad. Los ejemplos que pone en ese libro sobre las mentiras oficiales y la manipulación de la información han quedado muy, pero que muy, obsoletos después de lo que se ha ido viendo en los años posteriores a su publicación. Y definitivamente pasados de moda después de WikiLeaks.
Sin embargo, nuestro amigo Paul, mientras denunciaba esa manipulación en la comunicación humana, tejía junto con su amigo Nardone una serie de técnicas terapéuticas de lo más divertidas (los dos son los creadores de la Terapia Estratégica), que no dejan de ser unos procedimientos bastante refinados que explotan las posibilidades de la comunicación humana para «persuadir» (eufemismo de manipular) en pos de la curación psicológica del paciente.
La vida tiene muchas paradojas de lo más entretenidas, que diría una buena amiga mía, y ésta es una de ellas. Los denunciantes de la manipulación se convierten en punta de lanza de la misma. «Tanto hemos luchado contra el dragón que nos hemos convertido en dragón», que dijo otro gran amigo.
No obstante, entre tanto ruiderío y palabrería, muy pocos denuncian a los distintos tipos de violencia como factores clave en todo esto. Mientras gritan «verdad», la violencia sigue campando a sus anchas.
Salud y Realidad.