Desde la estación de RER Rosa Parks no hay autobús o tranvía, el tráfico fue prohibido ayer 18 de agosto. La policía, CRS y los servicios de limpieza de la ciudad están «evacuando» a unos 2.000 refugiados del centro humanitario Porte de la Chapelle. El cordón CRS los filtra uno por uno, acompañados por los voluntarios que acuden a saludarlos. Hay algunas peleas que Asna logra calmar hablando en árabe. Asna es voluntaria de la asociación «El Karama», Dignidad, en árabe.
Sólo sabe que se quedarán en los gimnasios, nada más. Ella espera un alojamiento digno, lo cual no siempre es así; pero las clases de francés, el seguimiento administrativo o el coaching a los hospitales no están garantizados, y muchos regresarán.
«Mantenemos contacto con ellos, los seguimos.” Saludó a unos cuantos hombres, un apretón de manos, una sonrisa.
Ella está allí por el ser humano… dijo. «¡Eso no se puede explicar! Y también para preservar las luchas sociales de nuestros antepasados que han adquirido todos estos derechos».
También justifica su acción porque todos estos refugiados son denigrados y sus derechos negados.
«Nuestro lugar está allí con el humano.»
La fuerza de Asna proviene de su ira; el recuerdo de una profunda injusticia que ella ha transformado en acción hacia el otro, hacia «¡el que nos necesita!»
«¡Somos a favor de la paz, somos pacifistas, pero tengan cuidado con las garras de un gato!»
Los autobuses se llenan, el cordón de los refugiados desaparece, la lluvia cesa. Otros refugiados llegan… demasiado tarde.