Un nuevo ataque yihadista ha vuelto a ocurrir en Europa, esta vez en varias ciudades de Cataluña. El objetivo de los atentados han sido los turistas, por lo que resulta evidente que uno de los objetivos de estas acciones es la búsqueda de la máxima resonancia internacional.
Cataluña ha reaccionado con muestras de dolor y de solidaridad: hosteleros que han ofrecido alojamiento, taxistas que llevaban a gente gratuitamente, muchísimas donaciones de sangre o incluso la interrupción de la huelga de los trabajadores de la empresa de seguridad Eulen en el Aeropuerto de Barcelona.
Otro aspecto positivo de nuestra sociedad ha sido la inmediata circulación de mensajes en las redes sociales alertando del peligro de islamofobia.
En el informe Plan municipal de lucha contra la Islamofobia se detallan los datos y el plan de trabajo que el Ayuntamiento de Barcelona viene desarrollando en esta materia.
“Hoy en día se calcula que viven en Europa más de 44 millones de personas musulmanas, sin contar países como Turquía. En algunos países, como Bosnia Hercegovina, Macedonia o la Federación Rusa, la población musulmana está establecida desde hace siglos. En Albania, Kosovo y Turquía, los musulmanes representan la mayoría de la población. En otros países, los ciudadanos musulmanes han adquirido mayoritariamente la nacionalidad del lugar donde migraron y pidieron el asilo durante el siglo XX o inicios del XXI”, se expone en el informe.
En torno a 1.500 millones de personas en el mundo profesan la religión musulmana. El pueblo musulmán además de ser muy numeroso se ha extendido ampliamente por todo el planeta. Las comunidades más numerosas en países no árabes se encuentran en el subcontinente indio, el sudeste asiático y Asia Central. Indonesia, con 200 millones, ocupa el primer puesto, seguida de Pakistán, que acoge a más 159 millones de fieles. En Europa se estima un 4% de población musulmana.
Lo primero que se desprende de estas cifras es que los musulmanes no son terroristas, ya que de serlo resultaría una situación catastrófica. Comprendiendo esto, resulta evidente que se podrá combatir a la amenaza terrorista a través de la integración y del trabajo conjunto con los inmigrantes que son en su inmensa mayoría víctimas de esta situación adentro y afuera de sus países.
Lo que está detrás del terrorismo no es el Corán sino la geopolítica.
En la segunda década de nuestro siglo, ha surgido una interpretación demencial del Coran por parte de amplios sectores de analfabetos, los cuales están siendo utilizadas para producir guerras por parte del negocio militar occidental interesado en escenarios de fuerte inestabilidad.
Así se ha promovido el llamado Estado Islámico, dándole vigencia a través de los medios informativos masivos o incluso presumiendo abiertamente de su creación. En 2012 Hillary Clinton afirmo que ellos habían creado, entrenado y armado con misiles al ISIS en la ya viral entrevista a la cadena Fox News.
Hoy Donald Trump hace declaraciones que apuntan a crear el caldo de cultivo y el hervidero de odio. Para expresar su solidaridad con Barcelona se ha hecho eco de la historia que atribuye al general John Pershing mojar balas en sangre de cerdo antes de ejecutar a insurgentes musulmanes en Filipinas hace más de un siglo.
Las patéticas declaraciones a las que nos tiene acostumbrados el presidente apuntan a disimular la derrota de EEUU en los terrenos económico y militar, en su pretensión de hegemonía mundial.
Un estado de inestabilidad en Europa es lo que se busca. Damasco o Tripoli tenían en común, como Barcelona, su convivencia multicultural. Sabemos que es eso en lo que se debe trabajar para evitar la irracionalidad y el terror; en cooperación con los inmigrantes y con un propósito común de amplitud de miras y amor por la diversidad humana.