Intentamos razonar: que Mundo sin Guerras se reúna presencialmente en Madrid cuando se trata de una organización con miembros en muchos países, diferentes culturas y religiones, es una buena noticia, ya que hasta ahora y por la complejidad de estos encuentros sólo lo habían hecho en forma “virtual”. Lo que allí suceda repercutirá en más de cien países. Pero igualmente fuimos con cautela a leer la nota en http://t.co/nXqGlCJ vía @AddThis
La explicación es simple, por suerte: si hace unas semanas podía verse al mundo con alguna esperanza y optimismo y hoy no hay atisbos de esas emociones vivificantes, es porque la realidad cambia muy rápidamente. A veces, en rigor sólo amenaza cambiar; y la alegría de los editores viene de las juveniles y no violentas revueltas sociales en Egipto y en Túnez. Son previas a la lucha entre bandos o guerra civil que de hecho se ha instalado en Libia. Es anterior, también, al terremoto y tsunami que asoló Japón. ¿Tan rápido cambia todo? Así parece.
Es sabido que el terremoto no es responsabilidad de nadie, es un hecho de la naturaleza, pero éste está agravado en sus consecuencias por la torpeza humana. No hay un modo más suave de calificar a la decisión de sostener un crecimiento económico recurriendo a fuentes de energía inestable y altamente peligrosa para la gente, como la nuclear. Hay 54 usinas atómicas en un área de 377.812 kilómetros cuadrados donde viven casi 129 millones de seres humanos. Aquí sí hay responsabilidad.
Hoy, un hombre de habla hispana que vive en Tokio decía por radio algo que da qué pensar: un ciudadano japonés se levantó ese día viernes 11 de marzo como cualquier otro día, con la intención de realizar sus actividades cotidianas. De repente, el piso empezó a moverse bajos sus pies con una violencia desacostumbrada -algunos cayeron a tierra- y soportó esta inestabilidad durante largos 8 minutos. Según dónde se encontrara, vio caer mampostería externa, edificios, puentes, partirse al medio longitudinalmente las carreteras; vio vehículos terrestres, aéreos y navales, casas enteras o partes de ellas, arrastrados por una masa de agua y más, mucho más. No queremos imaginar lo que vio que pasaba a otras personas.
Como era de esperarse, actuó según instrucciones memorizadas desde niño en ejercicios anuales en la escuela y luego en los lugares de trabajo. Sobrevivió. A partir del fenómeno natural llegaron los rumores, porque en pocas ciudades hay energía eléctrica para ver la televisión o escuchar la radio y los medios escritos han salido con tiradas reducidas. Lo que ha ido de boca en boca ha sido el rumor de que una radio a pilas había captado la noticia de la radiación proveniente de usinas atómicas y de traslados masivos de la población. Primero a un lugar, luego más lejos. A la catástrofe natural había sobrevenido la tragedia humana.
Reflexionemos: en un lugar de este planeta hay casi 129 millones de personas sufriendo día a día privaciones físicas y actuando como autómatas en medio de dudas existenciales, de rumores, de desinformación, de dolor por la muerte cercana o lejana pero nunca ajena. Habrá que ver cuántos psiquismos sobreviven íntegros a tanta presión.
Por cierto, no creemos en el alarmismo de los medios de comunicación franceses que hoy utilizan palabras como “Apocalipsis”, pero haciendo un repaso por los diferentes medios se advierte que todos tienen la impresión de que no son confiables las noticias que llegan de Japón.
Tampoco compartimos ese paternalismo que muchas veces es pretexto para atenuar cuando no diluir responsabilidades. Más bien nos parece que aparte de lamentar este suceso hay que ayudar en lo posible a quienes lo necesitan. Pero, además y sobre todo, hay que reflexionar acerca del uso de la energía atómica. Porque más allá de los usos medicinales, todas las demás aplicaciones tienen riesgos muy altos, haya o no haya peligros de terremotos. También para pensar un ratito en la información que ofrecen los medios, empeñados en vender espectáculos patéticos.
En el caso de Mundo Sin Guerras y Sin Violencia, el foco de la reunión han sido las imágenes de futuro, que se construyen sobre lo hecho durante la Marcha Mundial de 2009 y que pueden inspirar el crecimiento de la organización por todo el mundo. En esto sí es posible depositar esperanza y tener optimismo.