Por Shahidul Alam
Bait Ur Rouf, la mezquita bangladesí de Dhaka donde se tomó esta fotografía, es una obra de arte. La calidad escultórica, el uso de la luz, la tranquilidad del espacio, el uso inteligente de la geometría y la ventilación natural son algunas de las características que probablemente contribuyeron a que la mezquita Bait Ur Rouf ganara el Premio Aga Khan de Arquitectura en 2016. Para mí, el hecho de que una mujer haya donado la tierra y que su nieta la haya diseñado y construido, son aspectos también emocionantes. Es una mezquita sin minaretes. Sin aire acondicionado. No hay altar especial para el imán. La semejanza conceptual con la mezquita del Profeta, donde los rasgos sobresalientes eran relaciones de función-forma (el cuadrado y el cilindro); respeto al medio ambiente (uso de la luz natural, no uso de aire acondicionado); la limpieza (la mezquita es impecable, prácticamente sin muebles); excelencia integral (el Premio Aga Khan al diseño); la promoción de interacciones sociales justas (sin posición jerárquica para el imán), las influencias indígenas versus las extranjeras (uso de ladrillos locales sin yeso), aumenta su autenticidad.
El actual nivel de intolerancia religiosa que se da en el mundo es parte de un contexto más general de intolerancia y más específicamente, de represión de la disidencia. La «Guerra contra el Terror» y el imperialismo violento que la precedió, han provocado una gran agitación en el mundo que no es Occidental, aunque los incidentes violentos – mucho más pequeños – que actualmente se dan en Occidente, ocupen generalmente la mayor parte de la cobertura de los medios de comunicación globales. La persona promedio y las personas que viven en regiones islámicas en particular, se sienten mucho menos seguras en estos últimos tiempos. La total despreocupación por los derechos humanos, la codicia, la hipocresía flagrante y una incontestable promoción del complejo industrial militar han llevado a la crisis en la que estamos.
Los bangladeshíes promedio son temerosos de Dios, religiosos y musulmanes. No son ni fundamentalistas ni tienen tendencia a la violencia. La asociación del Islam con violencia y la incapacidad de los grupos de inclinación izquierdista y secularistas para comprometerse con el Islam, no sólo ha creado distancia, sino que también ha dificultado establecer conversaciones sobre un terreno común. Por otra parte, el Islam siempre ha sido una religión muy pragmática, y se ocupa de casi todas las facetas de la vida, desde el sexo hasta el negocio. El primer elemento urbano introducido por el Profeta en la ciudad de Medina fue la mezquita, que funcionó como un centro de desarrollo comunitario. Fue utilizado como un centro de actividades religiosas, centro de aprendizaje, como la sede del gobierno del Profeta, como lugar de bienestar y caridad, centro de detención y rehabilitación, como lugar de atención médica y de enfermería, como espacio para el ocio. Incluso se sabe que el Profeta hizo arreglos para que las mujeres durmieran en la mezquita, y para que los no musulmanes pudieran orar allí. Es esta apertura y la capacidad de llegar al otro, lo que hoy parece faltar, en la vida cotidiana y en la mezquita misma.
Comúnmente se cree que la fotografía está prohibida en el Islam. Eso es absurdo ya que la fotografía sólo existe desde hace menos de dos siglos. El Islam prohíbe la idolatría, pero no dice nada sobre la fotografía, ni respecto del medio que se utilice específicamente para ese propósito.
En mis numerosas visitas a la mezquita, por supuesto vi a la gente rezando. También vi gente (invariablemente hombres), durmiendo, comiendo y conversando. Niños corriendo. Incluso encontré una cabra un día, y luego entró un gorrión, tratando de encontrar un lugar para anidar. Mientras caminaba una tarde, viendo las sombras bailar a través de los ladrillos, me encontré con una pelota de cricket roja. Parecía encajar con el suelo de ladrillo. Era similar en color y la curva interna del cilindro complementaba su forma. No era lo que suponía. Al día siguiente, durante las oraciones de Jumma (viernes, día sagrado en el Islam, día de culto público obligatorio), otra pelota de cricket, ésta, más nueva y más roja, rebotó. Supuse que surgirían quejas. No pensé que en la oración especial de la semana se tomaría a la ligera que unos niños juguetones molestaran. Me sorprendió que uno de los devotos de la primera fila, cogiera la pelota, sonriera, mirara a su alrededor y la devolviera a través de la brecha en la pared en el mehrab, que se usa para marcar el kebla, la dirección de la Kaaba en La Meca. Sení que esta mezquita era diferente. Era un espacio abierto y expansivo, perdonador, generoso y receptivo, tal como el Profeta pretendió que fueran las mezquitas.
La idea de esta exposición fotográfica, que se celebró en la mezquita durante un solo día (8 de mayo de 2017), fue tanto para recordarle a los religiosos que el Islam apoya una cultura mucho más inclusiva que se practica dentro o fuera de las mezquitas, como para hacerle ver a los secularistas que la religión fue concebida como una fuerza de cohesión social, en lugar de división. A nivel personal, también fue significativo poder acceder a la mezquita para exponer mi arte. ¿Podría uno imaginar que mil mezquitas en la ciudad de Dhaka puedan estar de pronto disponibles para todos?
Si esta exhibición tiene éxito, atraerá a personas que normalmente no entran a una mezquita, desafiará a los devotos haciéndoles cuestionar su método de adoración. Si esto ayuda a que la mezquita se convierta en el espacio de la comunidad, inclusiva, como todas las mezquitas estaban destinadas a ser, será un gran paso adelante tanto para los jóvenes y los viejos, para los hombres y para las mujeres, para creyentes y no creyentes.
Shahidul Alam es fotógrafo, escritor, curador y activista, receptor del Shilpakala Award, el premio nacional más importante otorgado a los artistas en Bangladesh.