Se trató de una situación muy excepcional –así comenzó su relato ante unos 100 oyentes en una sala de la Facultad de Comunicación y Letras de la Universidad Diego Portales- dado que éramos casi los únicos turistas en El Cairo por esos días. Vimos varios hoteles, de las grandes cadenas internacionales, que estaban a oscuras, y cuando lo alabamos pensando que se trataba de una muy buena medida de ahorro energético, nos explicaron que se debía a que estaban cerrados por ausencia de huéspedes.
Lo mismo nos ocurrió al visitar las pirámides: Frente a ellas nos encontrábamos solamente Juanita, yo y un camello.
Eso estuvo muy bien, pero nuestros deseos de ir a Egipto no eran sólo turísticos. Nos motivaba ver de cerca lo que nos dijeron algunos jóvenes con los que conversamos “Nosotros somos la historia, no las pirámides”.
Pasear por El Cairo era respirar esa atmósfera especial de aquellos momentos históricos en los que se suceden grandes cosas y la gente comparte un estado particular de conciencia muy inspirada al tiempo que se da una gran convergencia sicosocial. Es parecido a lo que vivimos en Chile para el triunfo del No o lo que me tocó vivir en Bolivia cuando el pueblo boliviano sintió que todos llegaban al poder junto con Evo.
Mucha gente en las calles, ya que se trata de una ciudad de 22 millones de habitantes –explicó- pero todos con mucha calma y muy conectados entre sí. En la Plaza Tahrir hay siempre gente, día y noche, y no hay ningún acto de violencia. De hecho, el único vestigio de violencia a la vista es un edificio incendiado, el edificio donde operaba la policía de Mubarak, y que algunos sostienen que lo quemaron los mismos policías para borrar huellas de sus actividades.
Contrariamente a lo que muchos tienden a imaginar sobre Egipto, allá tú te desplazas con tranquilidad por las calles. No hay grandes tasas de delincuencia. En un año normal es visitado por 20 millones de turistas. Se trata de un país casi enteramente musulmán y en el que la religiosidad está muy presente.
Preguntado por el rol de las fuerzas armadas, Tomás Hirsch respondió que éstas no han reprimido a la gente, que la gente las quiere ya que nunca han estado envueltas en los actos de brutalidad y violencia del régimen. Ese rol lo cumplía la policía de seguridad de Mubarak, que ahora está desaparecida.
Fernando García, sociólogo de la UDP y moderador de este encuentro con Tomás, le preguntó por la situación del Estado Egipcio, si funciona y continúa en pie.
En Egipto hay un estado en crisis, responde Tomás, pero porque se trata de un estado que funciona mal como muchos otros, y éste además es un estado en manos de una familia.
Lo que ocurre allá es que no se trata de un querer destruirlo todo. Hubo ciertos hechos que colmaron la tolerancia del pueblo, y particularmente de los jóvenes. Esos hechos desencadenantes fueron el que quedaron al descubierto situaciones de corrupción muy grandes. A ello se sumó la evidencia de que hubo fraude electoral en las últimas elecciones parlamentarias en las que el régimen, de acuerdo a los datos oficiales, habría ganado con un ¡97% de los votos! Se agrega el anuncio de Mubarak de querer nombrar a su hijo como sucesor y también se suma la noticia de la inmolación a lo bonzo de un joven tunecino al que la policía del ex dictador de Túnez había arrestado y humillado tanto como para empujarle a tomar esa drástica decisión. Las mismas manifestaciones en Túnez son un ingrediente importante. Todos esos factores llevan a que la gente se anime y se coordine en forma espontánea, especialmente la juventud a través de los medios electrónicos, para salir a manifestarse.
Respecto al tema de Internet, Hirsch comentó que no es la red social el origen del movimiento. Recordó, a modo de ejemplo, que el movimiento juvenil de Mayo del 68 no comenzó en Paris, como habitualmente se cree, sino en la universidad de El Cairo. En aquel entonces la gente se habrá comunicado y puesto de acuerdo entre sí de alguna manera, propia de la época. En esta ocasión, las redes de Internet constituyeron el modo actual de comunicarse simplemente. Antes aún -continuó bromeando- lo habrán hecho mediante palomas mensajeras, ¡qué sé yo!
Entonces todo este movimiento –siguió, retomando la respuesta a Fernando García- apunta a cambiar esas situaciones puntuales de violencia que padecen y que no quieren más. Incluso no está claro qué es lo que quieren, pero si tienen claras algunas cosas que no quieren y que los congregan en la plaza así como en otras ciudades para manifestarlo.
Por ejemplo, cuando se nombró al nuevo primer ministro, la gente se manifestó para exigir que no querían a uno que era parte del régimen anterior. No quieren tampoco a los políticos ni a los partidos tradicionales, ni siquiera a los de oposición ya que los ven como la continuidad de lo mismo. El siguiente y actual primer ministro, por ejemplo, tuvo que ir a la plaza y presentarse frente a la multitud allí reunida para recibir su aprobación, para validarse en su puesto.
Otro tanto ocurre con los cambios constitucionales que se han propuesto. Es la gente movilizada y reunida la que está aprobando o rechazando las propuestas. Y la forma de expresar su aceptación o negación es noviolenta.
Según Tomás, esta característica noviolenta se debe a la nueva sensibilidad naciente en el mundo de hoy. Así serán –y ya lo están siendo- las revoluciones en el futuro.