El gran tema pendiente es que el sistema judicial de cada país funcione.
La situación se complica aún más con las mujeres indígenas que, además de sufrir agresiones y violaciones, se convierten de nuevo en víctimas cuando tienen que enfrentarse a sistemas judiciales que ignoran su lengua y sus costumbres.
La persona abusiva desarrolla su comportamiento en privado, mostrando una fachada respetable, insospechable, educada. La conducta violenta es compatible con cualquier aspecto, capacidad, inteligencia, actividad, profesión, etc. Por eso, hay que prestar atención a las víctimas, controlando la sensación de incredulidad y rechazo, pues muchas veces ni imaginamos el grado de violencia que la persona abusada recibe.
A pesar de que existe una amplia legislación y jurisprudencia internacional sobre la materia que incluyen la condena a la esclavitud sexual, la prostitución forzada y el embarazo forzado, es la impunidad lo que hace invisibles a las víctimas.
Algo se ha avanzado. Recordemos que hasta hace 15 años no era obvio que la cuestión de la violencia contra la mujer pertenecía al ámbito de los derechos humanos.
¿Qué se puede hacer? Entre otras cosas ayudar a dar visibilidad a estos atentados contra los derechos humanos, y que la justicia condene a los culpables para poner fin a la impunidad.