La posmodernidad ha colocado al sujeto en una nueva dimensión, en la cual, la vuelta sobre sí mismo lo centra en la individualidad por sobre la preocupación colectiva del ser social.
La sociedad se fracciona en átomos que recuerdan a las mónadas de Leibniz, puesto que cada día la comunicación entre los mismo va disminuyendo. En este sentido ocupa un importante espacio la enajenación producida por la tecnología. Tras la imagen de la comunicación masiva, desaparece la preocupación por la realidad social.
El mundo se presenta por los filtros de la imagen construida de la realidad. La ideología traspasa sus límites en el marco de las relaciones de poder, para concentrarse en la exposición que se presenta de la vida del individuo.
¿Cómo construir una sociedad distinta, superior a la actual, cuando el sujeto se pierde dentro de la propia falsedad que se ha construido?
Volvemos, sobre un problema expuesto desde la filosofía clásica, por Immanuel Kant, la cosa en sí, es nuevamente incognoscible. En tanto la realidad mima se convierte en una falseación de lo que esperamos que sea y no es la realidad en sí.
El individuo superpuesto por sobre sí mismo, se limita de sus propias capacidades de transformar el contexto del cual es dependiente. La conversión de la necesidad en realidad se reduce a la creación de la realidad virtual en la que aquello que puede resultar conflictivo se suprime por la solución no conflictiva de los problemas.
Existe una creciente necesidad de presentar la realidad en cuanto es, al hombre por sobre el individuo en abstracto que se lo traga. Es necesario romper los límites que no permiten ir más allá de lo que necesita ser comprendido por todos. Presentar el problema, en su esencia, con toda la conflictividad que contiene, y sin dejarse asustar porque la solución supera el momento actual en donde el todo se pierde y las partes olvidan que pertenecen a un todo por encima de ellas mismas.