*»Todos somos hermanos, sunitas y chiitas»*, gritaban los manifestantes, que desfilaron desde el barrio de Salmania de la capital hasta la plaza de la Perla, epicentro de las protestas contra el régimen y de una sentada.
*»La gente quiere la caída del régimen»*, gritaban dos procesiones a ambos lados de la carretera del rey Faisal.
Había muchas mujeres vestidas con las tradicionales abayas (túnicas) negras y velos del mismo color. Caminaban juntas a un lado de la carretera y los hombres al otro. En esa misma zona siete manifestantes murieron por disparos de las fuerzas de seguridad la semana pasada.
También se veía a un puñado de manifestantes discapacitados en sillas de ruedas y a voluntarios con chalecos anaranjados que cortaban el tráfico.
*»Desfilamos para afirmar la unidad entre los chiitas y los sunitas en Bahréin»*, declaró el jeque Mohamed Habib al Muqdad, uno de los 25 activistas acusados de terrorismo e indultados por el rey.
*»El diálogo es la única opción una vez que el régimen dimita»*, afirmó Muqdad a la AFP.
Una coalición integrada por siete movimientos de la oposición leyó una declaración en la que expresó su apoyo a las demandas *»justas»* de la juventud.
*»Pedimos la formación de una monarquía constitucional verdadera y un gobierno electo, elecciones parlamentarias que otorguen representación justa a todos los segmentos de la sociedad, la renuncia del gobierno actual y la formación de un gabinete provisional»*, resumió la declaración, de la que la AFP obtuvo una copia.
Los chiitas siempre han considerado la división de distritos electorales injusta y amañada, según ellos, para mermar su representación.
La declaración enfatizó asimismo en *»la importancia de mantener los intereses de la población, incluido el sector comercial del país y el laboral»*.
Los efectos del alzamiento empiezan a sentirse en los negocios, y los restaurantes y tiendas pasan muchas tardes vacíos.
La oposición dominada por los chiitas se negó hasta ahora a entablar un diálogo nacional propuesto por el rey Hamad ben Isa Al Jalifa, y exige previamente la dimisión de todo el gobierno.
Los manifestantes que acampan desde hace días en la plaza de la Perla son más radicales y quieren la caída de la dinastía de los Al Jalifa.
En un aparente intento de conectar con los implacables manifestantes, el rey Hamad ha confiado a su heredero, el príncipe Salman, la misión de entablar un diálogo con la oposición, pero los más radicales estiman que la oferta llega tarde.
*»Demasiado pequeña, demasiado tarde»*, comentó Abduljalil Singace, un líder del movimiento más duro de la oposición que también fue liberado de prisión la semana pasada, refiriéndose a la propuesta de diálogo de la monarquía.
La dinastía sunita reina sobre 1,2 millones de habitantes, de los que la mayoría son extranjeros.
Esta revuelta preocupa a Estados Unidos, que tiene el cuartel general de su V flota en Manama y teme la posible influencia de Irán, una teocracia chiita, en este reino vecino de Arabia Saudita.
Sin embargo, los árabes chiitas se sienten atraídos más bien por el clérigo iraquí, dominado por el ayatolá Alí Sistani, que no preconiza la supremacía de los religiosos sobre los políticos.
Según la ministra de Desarrollo Social, Fatima Al Balooshi, las autoridades de Bahréin temen que las manifestaciones desemboquen en *»una escisión»* del país.