A raíz de las inversiones efectuadas en paraísos fiscales por parte de uno de los candidatos presidenciales, de la coalición de ChV, Sebastián Piñera, la gente se pregunta: ¿Qué es un paraíso fiscal?
La respuesta que da la OCDE, organización que agrupa a los países más desarrollados del mundo, y a algunos otros que aspiran a serlo, entre los cuales está Chile, sostiene que un paraíso fiscal se caracteriza porque en él las cuentas bancarias no están sujetas a impuestos, o a muy bajas tasas impositivas, y por su secretismo, esto es, los bancos no exigen información respecto del origen y/o destino de las inversiones, y están comprometidos a no informar a nadie de ellos. De esta forma garantizan a quienes dejan sus recursos en estos paraísos que nadie los va a tocar ni preguntar de dónde vienen, ni a dónde van.
De allí que quienes obtienen recursos por actividades “non sanctas” –tráfico y venta de drogas, robos, evasiones de impuestos, secuestros- no dudan en dejarlos en estos paraísos. El propio Sebastián Piñera lo sostuvo en un foro realizado en Ecuador al postular que los paraísos fiscales deben desaparecer porque suelen utilizarse “para actividades reñidas con la ley y con la moral, como lavado de dinero u ocultamiento de dineros que provienen del narcotráfico o el crimen organizado y la evasión de impuestos”.
Lo curioso es que el propio Piñera ha constituido sociedades en estos paraísos fiscales, lo que hace suponer que se trataría de sociedades con dineros mal habidos. Cuando se le hizo ver esto respondió que “los paraísos fiscales son como un bisturí, se pueden usar para operar o para degollar”. Pero no respondió el meollo de la consulta: ¿por qué y para qué puso sus dineros y los de su familia allá y no en Chile, su país, el que aspira presidir? ¿de dónde provienen?
De allí que uno de sus opositores en las primarias Manuel José Ossandón enfatice como una de sus características el tener las manos limpias, como para contrastarlas con las de su contendor. Las primarias de la derecha están hechas para que las gane Piñera. Kast compite esencialmente para posicionarse, antes que para ganar. Ossandón, si bien lo hace para ganar, debe enfrentar a la máquina que se ha montado en su contra, simbolizado en la actuación de una periodista (Pilar Molina) que intentó vincular a Ossandón con corruptelas (boletas truchas o falsas). Este hecho hace recordar el “kiotazo” de hace ya más de 25 años y en el que estuvo involucrado el propio Piñera.
En cuanto a los niveles de adhesión a Piñera, ellos bordean el 25%, porcentaje que se mueve tan solo marginalmente, tanto hacia arriba como abajo, a pesar de su último “chiste”, de marcado tinte machista y mal gusto, prueba de la incontinencia verbal que lo afecta de tiempo en tiempo.
Esto es, una adhesión dura, a prueba de balas, que va a votar a como dé lugar, lo que significa que, si vota menos del 50% de los inscritos, sus votos pueden llegar a estar sobre el 50%, ganando en primera o segunda vuelta. Por tanto, su objetivo debe ser que vote el mínimo de personas y que todos los suyos voten. El objetivo de sus adversarios es el inverso, que vote el mayor número de inscritos. En el caso límite, si votara el 100% de los inscritos, la votación de Piñera se reduce al 25%. De allí que el resultado electoral estará dado esencialmente por los niveles de abstención y la composición etaria de quienes voten.
Para terminar, tiene razón Piñera cuando sostiene que todo individuo es inocente mientras no se demuestre lo contrario. Está en la esencia de un estado de derecho. Sin embargo, a un candidato a la presidencia tenemos derecho a exigirle algo más que al común de los mortales, en todos los planos. No es ilegal tener las platas en paraísos fiscales, pero es mal visto que uno tenga su fortuna en paraísos fiscales, con mayor razón lo es si se trata de un candidato presidencial.