El ex-presidente egipcio, Hosni Mubarak, renunció a su cargo y entregó el poder a las Fuerzas Armadas, según anunció el vicepresidente Omar Suleimán en una declaración transmitida por la televisión pública.
En ella señaló que la decisión fue adoptada *»por las difíciles circunstancias que atraviesa el país»*.
*»El presidente Mohamed Hosni Mubarak ha decidido renunciar a su cargo de presidente de la República y ha encargado al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas administrar los asuntos del país»*, dijo textualmente en su breve mensaje Suleimán.
El tráfico se quedó paralizado por unos instantes y luego un ruido ensordecedor se apoderó de El Cairo, de Alejandría y de todo el país a cuyas calles se volcó en expresión de enorme alegría la población egipcia, única protagonista de los 18 días de vigorosas protestas exigiendo la renuncia del gobernante.
Esa presión popular sostenida, que no contó con apoyo de los medios de comunicación y pudo organizarse convocando a sus manifestaciones a través de los llamados “medios sociales”, vía celulares, internet, facebook, etc.. y que mostró cuando le cortaron esas formas de comunicación la poderosa fuerza basada en los vínculos afectivos de la gente en sus lugares de arraigo, en sus barrios y ciudades, esa valiente presión popular, hoy ha triunfado y toma conciencia del poder que ha ejercido.
El desborde de júbilo, de alegría, es enorme. Sobretodo la de los jóvenes, protagonistas de una rebelión sin precedentes.
El anuncio del vicepresidente se conoció mientras millones de egipcios se manifestaban en la plaza Tahrir de El Cairo, convertida en el centro de las protestas, y en muchas otras regiones del país donde se seguía organizando la fuerza social.