La implementación de la tarjeta Super Card cumplirá dos esenciales objetivos: extender el congelamiento de precios en supermercados, decretado hace unos meses por el gobierno argentino, y otorgarle a los usuarios y consumidores una herramienta de compra que disminuye los gastos de comisión y costos de financiamiento de manera sustancial respecto de las tarjetas de crédito tradicionales emitidas por los bancos. La reducción de los costos financieros permitirá compras de hasta 3.000 pesos ($300.000 chilenos), con un límite de crédito de 1.000 pesos. La tasa de financiación no superará el 22% respecto al 65% de las que se encuentran vigentes.
La subsecretaria de Defensa del Consumidor, María Lucila Pimpi Colombo, adelantó que luego del fin de semana largo se publicará en el Boletín Oficial el contrato de adhesión modelo en el que se establecerá con precisión los pasos para adquirir la tarjeta, así como la definición sobre el fondeo y los gastos de comisión.
Entre las grandes cadenas de supermercados que pondrán a disposición la Tarjeta se encuentran Carrefour, Walmart, Coto, Jumbo, Disco, Vea, La Anónima, Libertad, Día y la Cooperativa Obrera de Bahía Blanca.
Se sumarían también el sector de los supermercados chinos. Respecto a la inclusión que tendrá la tarjeta en los negocios más pequeños, ampliando el segmento de la población que no llega a las grandes cadenas de supermercados, el economista Andrés Asiaín (Investigador del Instituto de Investigaciones de Historia Económica y Social (UBA) Conicet) afirmó a Miradas al Sur: “El financiamiento que antes hacía la banca privada para el uso de la tarjetas de crédito dependía del volumen de venta y de la posibilidad de negociar cuánto ponían de descuento. En el caso de esta tarjeta parece que va a ser más universal, en el sentido de que todos los supermercados van a pagar lo mismo y un pequeño supermercado tal vez puede competir en ofertas con un gran supermercado. Lo que todavía no sé cómo se va a trabajar es el tema de que al final no sea una tarjeta única, sino que va a competir con las privadas. Porque las privadas, al tener un volumen de negocio muy grande, tienen espaldas financieras para hacer grandes ofertas”.
El acuerdo de precios con los supermercados llevado a cabo por la Secretaría de Comercio, extendido la semana pasada hasta el 31 de mayo, avanza frente a todos los pronósticos de los sectores que afirman, casi dogmáticamente, que los acuerdos de precios “no funcionan en ninguna parte del mundo”.
Sería reiterativo mencionar cómo los acuerdos de precios funcionaron exitosamente en la mayoría de los países europeos (Francia es un claro ejemplo). En un reciente artículo publicado por Alberto Tarantini (Economista UBA) recuerda al economista norteamericano John Kenneth Galbraith, que en 1941 había sido designado responsable de la Oficina de Administración de Precios de los Estados Unidos, encargada del control de precios en su país en plena guerra mundial. Diez años más tarde, en 1951, escribió el libro Una teoría sobre el control de precios. “…Galbraith sostiene que cuando se tratan de utilizar plenamente los recursos existentes, en especial el trabajo, en una situación de movilización limitada, los controles de precios son necesarios y convenientes, pero son un adjunto a medidas fiscales y monetarias que deben aproximar un estado de equilibrio entre la oferta y la demanda. La función de los controles es impedir la interacción entre precios y salarios, de modo de evitar la retroalimentación entre ambos. Se trata entonces de una situación de equilibrio suplementado por controles, y no de desequilibrio sostenido por controles. La política seguida por los Estados Unidos en la guerra de Corea comenzó con un congelamiento de precios en enero de 1951 que redujo la inflación del 11,1% al 2,1% anual. Las medidas monetarias fueron coherentes y mantuvieron baja la inflación posterior, que en octubre de 1953 fue del 2,6% anual. El empleo no se resintió”.
La compleja trama de concentración económica y de cuasi cartelización en la formación de precios del sector de las grandes cadenas de supermercados requiere la inevitable intervención del Estado. Esto también sucede en los países paradisíacos de los portavoces del liberalismo a la criolla que cunden a diario por la mayoría de los medios de comunicación. A ellos, la relectura del citado texto de Galbraith les significaría una contradicción a sus propios argumentos y a los intereses que defienden.
Francisco Balázs