Percibimos a Trump, y asimismo a todos los demás representantes de las tendencias destructivas de la derecha populista en el mundo, como el problema. Pero igual que con las enfermedades, combatimos el síntoma pero no las causas.
Según uno de los principios de acción válida [1], “Harás desaparecer tus conflictos cuando los entiendas en su última raíz, no cuando quieras solucionarlos”, lo que se aplica a cada uno también se aplica a la sociedad.
Los movimientos que luchan contra la escalada de hostilidad hacia la inmigración, contra la erosión de los servicios de salud para todos, contra el desarrollo de mentalidades favorables a la guerra y contra el aumento del gasto militar y la renovación del armamento nuclear, son extraordinarios. Nada despierta más el buen criterio que ver la locura en estado puro. Y todo esto no es más que un síntoma. Las raíces no están en los individuos sino en el sistema y en el estado interno de los pueblos que de él dependen.
Un sistema que favorece más la competencia que la cooperación, la venganza que la reconciliación, el individualismo que la solidaridad, el materialismo que la búsqueda del sentido de la vida y la cultura de la fama más que la valorización de cada ser humano, creó los monstruos que hoy están en el poder. Porque hay una contradicción evidente entre las aspiraciones humanas más profundas y la parodia preparada por los medios y los poderes que representan que llaman “realidad”.
Son justamente esas aspiraciones más profundas las que aparecen frente al horror. Pero el sistema tiene la forma de desviarlas. Fue el caso de la música de los años sesenta y de la búsqueda espiritual que la acompañaba, que terminó por comercializarse completamente y transformarse en producto de gran consumo.
Con esas experiencias de fracaso pasadas, la revolución que crece en los corazones y las mentes de millones de personas no tiene que seguir el mismo camino. Las herramientas de noviolencia activa están más presentes que nunca. Se pueden encontrar fácilmente las herramientas para la transformación del ser humano, para elevar el nivel de conciencia y fortalecer la unidad interna haciendo coincidir el pensamiento, la emoción y la acción como también tratando a los otros como quisiéramos ser tratados.
No nos equivoquemos con su aparente simpleza, la puesta en práctica de estas herramientas es algo verdaderamente revolucionario, porque van dirigidas a las causas profundas de la debacle actual. Podemos estar inspirados por líderes que nos hacen surgir nuestras mejores aspiraciones, pero no puede haber un cambio radical del sistema sin que nosotros, gente común, no nos comprometamos a aplicar este mismo cambio en lo más profundo de nuestro ser.
Mientras que los que siempre promueven mayores desigualdades y violencia se tornan cada vez más arrogantes y ya ni siquiera buscan mostrarse complacientes o incluso de mente sana (como lo hicieron muchos políticos en el pasado), más y más personas se unen a los movimientos de protesta. Sin embargo, sin herramientas para desarrollar una referencia interna, la desesperanza puede conducir a la violencia anulando así la posibilidad de cambiar el sistema. Es hora de clamar, de compartir, de promover y de practicar la noviolencia activa en todos los aspectos de nuestras vidas con el fin de crear una corriente para el bienestar de todos los seres humanos, corriente que no se podrá detener.
[1] Los principios de acción válida, por Silo, Obras completas, La Mirada Interna, Capítulo XIII, www.silo.net