En una sencilla, pero tocante decisión, como dice cierta prensa del corazón partío, esta mañana cuando despuntaba el sol mendocino de este once de abril del año del señor de los cristianos de dos mil diecisiete me notifico de que el Padre Facebook ha decidido inhabilitar mi cuenta.
Es una muestra más de la nueva Argentina surgida a finales del dos mil quince. Y, por supuesto, no es lo más grave de lo que pasa. Que cientos de miles se queden sin laburo es mucho más preocupante de que yo me quede sin acceso a una red social.
Anoche tuve el triste honor de ver vomitar bilis de cinismo a Hernán Lombardi, el titular de Medios Públicos del gobierno infectado de mercaderes del templo. No alcancé a comentar su participación televisiva en debate con Martín Sabbatella, el extitular de la AFSCA. No hizo falta. Apenas alcance a bloquear a un excompañero de tareas en Radio Nacional Mendoza, un rara avis acusado de pornógrafo y otras beatíficas cualidades de larga data. Pero no importa.
Lo que sí me importa por sobre cualquier censura personal es que hoy hay paro nacional de docentes por la salvajada represiva de los que venían a unir a los argentinos, a dignificar el respeto a la ley y la institucionalidad, a sostener y mejorar la educación pública y bla bla bla.
En Mendoza, gran parte de los docentes no adhieren. Si no paran en defensa de su salario menos cabe esperar que paren porque le peguen, repriman o encarcelen a otro. Para esa gente la patria es su Ombligo, el paisaje preferido es el espejo del baño de su casa y aman las películas de miedo, mientras que juegan al Yo Yo después de la siesta, el momento sagrado de su jornada.
Mientras tanto sigo habilitado para recuperar libertades, para soñar despierto, para militar por otros medios como he hecho durante más de cincuenta años.
Y, por supuesto, haré lo posible por recuperar mi derecho a decir y escribir lo que siento y pienso. En Facebook o donde sea.