Por Javier Cabero
Paul Samuelson escribió el pasado siglo un texto universitario que ahora es un libro de referencia. En su libro intitulado “La Economía” desarrolló la teoría de la estática y dinámica económica, contribuyendo activamente a aumentar el nivel de análisis en la ciencia económica. Para ilustrar las aplicaciones de la economía puso a modo de ejemplo un dilema que con frecuencia se presenta a los gobernantes, el hecho de tener que escoger entre mantequilla o cañones, dilema al cual, según Samuelson, la Economía podía contribuir a resolver.
Macri, sin hacer uso de ninguna noción de economía, intentó resolver tal dilema hace pocos días. Optó decididamente por los cañones. Su gobierno acaba de comprar a los Estados Unidos un extenso listado de equipamiento militar con el fin de «combatir el terrorismo». En la lista figuran poderosos aviones de caza, 182 tanquetas, misiles de mediano y largo alcance, 48 helicópteros, con un costo total que supera largamente los 2 mil millones de dólares. Si, así como lo lee. Dos mil millones de dólares. Todo lo necesario para actuar en una guerra frontal contra un poderoso enemigo en una guerra convencional, justamente lo opuesto al accionar terrorista que prefiere el atentado.
Para ser franco no se a cuáles terroristas pretende combatir Macri. Todavía no precisó quienes son, donde están y que pretenden. Quizás solo sea un delirio paranoide, que afecta con frecuencia a los poderosos, o un excelente negocio, de los varios que viene haciendo, como ser los negociados inmobiliarios en la isla Demarchi; la entrega de rutas de Aerolíneas Argentinas a Avianca, de la cual es un importante accionista; los cobros ilegales en la autopista Panamericana, de su propiedad, donde vacía los bolsillos de automovilistas y transportistas, al aumentar exponencialmente el valor del peaje, varias veces por encima de la inflación del último año. A su vez se rehúsa a pagar 2.600 millones de pesos en multas que se fueron acumulando por incumplimientos contractuales durante lustros.
Lo que sí es evidenciable, y de manera pronta, es que dejó sin mantequilla a los argentinos en un momento donde justamente el costo de vida se ha encarecido. Por ejemplo, según la medición que realiza mensualmente el Instituto Provincial de Estadística y Censos, el Índice de Precios al Consumidor (IPC) de la provincia de Santa Fe acumuló una suba del 30,6% desde enero de 2016. Los rubros que más aumentaron fueron vivienda, servicios básicos y salud. Por su parte, la inflación la inflación superó el 40% en 2016 y fue la más alta en 14 años. La tasa de desempleo, según el INDEC, creció a 9,3% y ya afecta a más de un millón doscientas mil personas. Asimismo, según la misma fuente, uno de cada tres trabajadores trabaja en negro, es decir sin prestaciones laborales.
Por estos motivos, más allá de la mantequilla, los argentinos están inquietos, pero muy inquietos. Dicen que los cañones ni se comen ni dan trabajo. Muestra de ello son las grandes, enormes, movilizaciones de trabajadores y maestros que en las últimas semanas han salido a las calles a protestar. Las tres centrales de trabajadores, que esta vez confluyeron, decenas de miles de maestros y una gran cantidad de jóvenes salieron a protestar en las últimas semanas. El paro docente, de 48 horas, superó largamente la expectativa de participación. Los líderes de la CGT anunciaron una huelga nacional a más tardar en abril. En fin, no estaría demás si alguien le regala el libro de Samuelson a Macri.