Una situación de emergencia sanitaria

Por Sergi Raventós

En los últimos años diversos informes y artículos científicos han puesto de manifiesto la situación de emergencia de nuestras sociedades por lo que refiere a la salud mental.

Antes de la crisis algunos informes de organismos internacionales e instituciones ya ponían de manifiesto que los problemas de salud mental aumentaban significativamente. Concretamente en 2005 la Unión Europea (UE) elaboraba un documento llamado Libro Verde. Mejorar la salud mental de la población. Hacia una estrategia de la Unión Europea en materia de salud mental en el que se afirmaba, entre otros datos, que el 27% de los europeos adultos padecen alguna forma de alteración psíquica a lo largo de su vida.

Otros datos del mismo nos indicaban que en la UE las formas más comunes de enfermedad mental son la ansiedad y la depresión y se espera que la depresión sea la primera o segunda causa de enfermedad durante el año 2020 en el mundo desarrollado. También se menciona el hecho de que los costes económicos lleguen a representar el 4% del PIB debido a las pérdidas de productividad. Los trastornos psíquicos también representan una de las principales causas de jubilación anticipada y de percepción de pensiones por discapacidad.

Un dato importante de este informe es que remarca que las capas social y económicamente más bajas de la población son más vulnerables a las enfermedades mentales. Se señala que quedarse sin trabajo y estar en el paro son situaciones que pueden hacer perder la autoestima y caer en una depresión. Se expone también en este libro verde de la UE que unas malas condiciones de trabajo son causas de problemas psíquicos, bajas por enfermedad y costes económicos elevados. Se hacía constar asimismo que un 28% del conjunto de trabajadores o trabajadoras afirmaban sufrir estrés en el trabajo.

Si estos datos ya los teníamos antes de la gran crisis económica desencadenada en el 2008 uno puede llegar a intuir los efectos devastadores que tendrá en una parte considerable de la población en los próximos años. Las consecuencias en la salud de la población de la crisis económica aún no son del todo percibidas, a diferencia de las consecuencias en bienestar o renta que ya son muy evidentes.

El papel de los determinantes sociales de la salud es esencial para entender la influencia que tienen las crisis económicas en la salud pero sobretodo en la salud mental. En periodos de crisis, el aumento del paro y de la precariedad laboral conduce a un aumento de la pobreza y a una peor salud mental. Como señala, por ejemplo, la Encuesta de salud mental de Catalunya 2011-2015 los parados sufren más ansiedad y depresión. También el empeoramiento de las condiciones de la vivienda, las deudas de hipotecas o los desahucios también se asocian a peores resultados en salud mental.

El último Informe del Observatorio del Sistema de Salud de Catalunya

Recientemente ha sido publicado el tercer informe del Observatorio del sistema de salud de Catalunya de la Agencia de Salud Pública de la Generalitat de Catalunya (1).  En este informe que es el primer estudio que analiza las desigualdades socioeconómicas con datos individuales de toda la población de Catalunya se destacan algunas evidencias con las que vale la pena detenerse un momento. En primer lugar existe un gradiente socioeconómico en todos los indicadores analizados, tanto en los de salud como en los de utilización de servicios y los de consumo de fármacos. Este gradiente es pequeño en la atención primaria y en la atención urgente, es más grande en el consumo de fármacos (sobre todo en los antipsicóticos) y mucho más grande en los servicios de salud mental y en las hospitalizaciones (especialmente las psiquiátricas).

También es relevante el dato que los hombres de menor nivel socioeconómico tienen una tasa de mortalidad cuatro veces superior! a los que tienen rentas superiores a 100.000 euros. Entre las mujeres la tasa es dos veces superior.

La infancia presenta un gradiente muy fuerte en función del nivel socioeconómico de sus padres. La salud de los niños y niñas depende del nivel socioeconómico de sus progenitores. La morbilidad, la utilización de los centros de salud mental, la hospitalización y la probabilidad de consumir fármacos de los niños y niñas con menor nivel socioeconómico se multiplica entre tres y cinco veces y hasta siete en el caso de la hospitalización psiquiátrica.

Otra evidencia que nos muestra este informe es que las personas que perciben una Pensión no contributiva (PNC) son los que presentan peores resultados de salud, juntamente con aquellas que han agotado la prestación de paro o perciben una Renta mínima de inserción o la Renta activa de inserción. Todas estas pensiones y prestaciones, como es sabido, están muy por debajo del umbral de la pobreza.

Una conclusión más de este documento es que el ámbito de la atención a la salud mental es el que presenta más gradiente socioeconómico para todos los tramos de edad y para ambos sexos.

Un fenómeno global

Tres ejemplos procedentes de diferentes países y diferentes poblaciones  muestran que no se trata tan sólo de un fenómeno local ni particular. En una encuesta representativa de la población en Grecia realizada 2008 y replicada en 2011, los resultados mostraron que la depresión mayor aumentó significativamente, pasando de un 2,4% a un 6,7% en hombres y del 3,8 al 9,9% en mujeres. Y las diferencias eran significativas al comparar personas con alto y bajo estrés económico

Otro estudio realizado en Detroit con una muestra de 1.547 personas, a las que se les realizaron dos encuestas en los años 2008 y 2009, destacó que los juicios hipotecarios fueron predictivos de síntomas de depresión y trastorno de ansiedad.

También una entrevista psiquiátrica telefónica realizada a 3.579 trabajadores de Alberta, Canadá, que se llevó a cabo primero en 2008 y nuevamente en 2009, detectó un aumento de la prevalencia de depresión del 5,1% al 7,6% entre estos años de crisis económica.

Desigualdades sociales y salud mental

El formar parte de una clase social empobrecida o estar en una posición inferior en la jerarquía social habitualmente conlleva tener peores indicadores de salud. Tampoco podemos olvidar que las privaciones en la infancia pueden tener también efectos persistentes y graves en la salud a lo largo de la vida. La infancia merece especial prioridad puesto que es un trasmisor estructural de desigualdades ya que las condiciones que padecen sus padres a causa de la crisis socioeconómica afectan directamente a la salud y el desarrollo de sus hijos; y estos problemas que se dan en una edad tan temprana tendrán un efecto negativo a largo plazo, tanto sobre su estado de salud como sobre su nivel socioeconómico ya que arrastrarán las condiciones socioeconómicas de sus padres y será complicado que las puedan dejar atrás.

El aumento de las desigualdades socioeconómicas y como estas van acompañadas de un aumento de las patologías mentales en los últimos años ha sido corroborado cada vez más por una considerable evidencia científica. Unas desigualdades que muestran a la vez la extrema importancia que tienen las políticas de protección social, fundamentales para garantizar una estabilidad y seguridad a la vida y a la salud de las personas. Unas políticas de protección social que suponen aumentar el gasto social y asignar recursos a las acciones sobre los determinantes sociales de la salud, reducir las desigualdades de renta a través de la fiscalidad, incrementar el gasto público en servicios de salud, educación y servicios sociales, mejorar las políticas de ocupación, aumentar las pensiones, etc.

Pero para hacer frente a la situación de grave recesión económica y de gran aumento de la pobreza de las poblaciones, casi todos los gobiernos han hecho uso de las mismas recetas en cuanto a prestaciones de desempleo y de pobreza que en una época cualquiera de crecimiento económico.  Pero estas viejas fórmulas en esta larga crisis no han funcionado por lo que hace a los elevados costes en salud y sufrimiento mental.

Ha quedado de manifiesto que las políticas de austeridad que se han llevado a cabo responden a una defensa de los intereses de una ultra minoría a costa de la salud y la vida de la gran mayoría de la población. Hay que preguntarse quién ha ganado y quien ha perdido con la crisis. No es casual que haya una mayor incidencia de peor salud mental en los países con más desigualdades en la distribución de la riqueza y en los que tienen sistemas más débiles de protección social.

Es pues del todo necesaria una protección social fuerte si queremos proteger y tener una salud mental de la población a la altura de las necesidades.

La renta básica como protección social de la salud mental

Hay varias razones desde el ámbito de la salud y de la prevención por las que habría que defender una medida como la Renta Básica universal. En primer lugar por la seguridad económica que puede conferir ya que podría reducir la incertidumbre vital y el desgaste psíquico y crónico causado por el continuo estrés que sufren millones de personas paradas, pobres, trabajadoras precarias, eventuales y los (cada vez más en aumento) trabajadores pobres.

Es sabido que la escasez de recursos económicos impide una toma de decisiones racional con un claro potencial de consecuencias negativas para la salud como han demostrado algunos estudios.

Poder disponer de una renta segura podría contribuir a vivir de forma menos angustiosa y estresante una pérdida de empleo, hecho bastante frecuente y habitual hoy en día y que genera una incertidumbre vital nada saludable.

También es probable que facilitaría poder hacer cambios de empleo y no tener que soportar el chantaje económico de determinadas ocupaciones, nada saludables y poco satisfactorias que contribuyen progresivamente, como se ha demostrado en muchos casos, a enfermar.

No poco importante sería para muchas personas una Renta Básica que hiciera desaparecer todas aquellas pensiones o subsidios muy inferiores al umbral de la pobreza y que actualmente son incompatibles con el trabajo asalariado y a la vez claramente estigmatizantes por tener que certificar estar en la pobreza o tener una discapacidad.

Es plausible suponer que tener unos ingresos por encima del umbral de la pobreza contribuiría también a poder acceder a una alimentación más saludable (necesaria para una buena salud), hacer menos uso del sistema sanitario y de los servicios sociales con las ventajas que ello pueda suponer en muchos aspectos (también en cuanto a costos económicos).

Otro aspecto que no es baladí y que algunos experimentos de Renta Básica han puesto de manifiesto es la mejora de las relaciones de convivencia que se dan en el seno de las familias más pobres cuando entran ingresos económicos regulares.

Un editorial de la British Medical Journal a favor de la Renta Básica

El pasado mes de diciembre del 2016 la prestigiosa revista British Medical Journal publicaba un editorial donde se defendía una Renta Básica universal e incondicional y se alejaba de las tradicionales e insuficientes medidas de protección social focalizadas y condicionadas para pobres que ya conocemos y que tan pobres resultados están dando, como ponen de manifiesto los indicadores en salud que más arriba se han expuesto. El mencionado editorial finalizaba de esta manera: “Los profesionales de la salud deberían tomar cartas en el asunto. Las pruebas indican que una renta básica universal podría ayudar a mejorar la salud mental y física de los beneficiarios”…”Proporcionaría a las personas un sustento mejor y un mayor control de sus propias vidas en el trabajo o al margen del mismo. El hecho de no llevar a cabo esta intervención prometedora de una manera rigurosa constituiría un fallo del gobierno y una oportunidad perdida para invertir en la salud y el bienestar de una sociedad cada vez más insegura y desigual.” (2)

Sería muy deseable que profesionales y autoridades sanitarias de nuestro país empezasen también a contemplar esta medida de carácter universal e incondicional como una robusta respuesta preventiva para la salud para toda la población. Es absurdo focalizar rentas y prestaciones a tantos grupos de población (pobres, infancia, mayores de 45 años, jóvenes, discapacitados, pensionistas pobres, parados de larga duración, trabajadores precarios, trabajadoras pobres, inmigrantes pobres, etc.) afectados por las dinámicas propias del capitalismo y agudizadas por las políticas de austeridad devastadoras cuando los problemas de salud son a escala universal. En definitiva, una Renta Básica sería un ejemplo protección social a lo largo de la vida (como defiende la OMS), un buen determinante para la salud.

La Renta Básica universal e incondicional es una respuesta necesaria y cada vez más urgente para proteger y promover la salud de la población, el bien más preciado.

 

Notas:

(1) Observatori del Sistema de Salut de Catalunya. Desigualtats socioeconomiques en la salut i la utilització de serveis sanitaris públics en la població de Catalunya. Observatori sobre els efectes de la crisi en la salut de la població. Barcelona: Agència de Qualitat i Avaluació Sanitàries de Catalunya, Departament de Salut. Generalitat de Catalunya; 2017. http://observatorisalut.gencat.cat/web/.content/minisite/observatorisalut/ossc_crisi_salut/Fitxers_crisi/Salut_crisi_informe_2016.pdf

(2) Se puede consultar la versión en castellano en http://www.redrentabasica.org/rb/editorial-de-la-boston-medical-journal-es-la-renta-basica-universal-la-respuesta-a-la-pobreza-la-inseguridad-y-la-desigualdad-en-materia-de-salud/

es Doctor en Sociología y Trabajador social de una Fundación de salud mental en Barcelona. Es miembro de la Junta de la Red Renta Básica, www.redrentabasica.org

El artículo original se puede leer aquí