La vicepresidenta argentina, Gabriela Michetti, ha dicho que sería bueno que se suspendan las elecciones de medio término, las que renuevan parcialmente el Congreso Nacional.
La reacción que produjo su exabrupto ha sacudido la tumba de Montesquieu, pero a mí me trajo a la memoria una travesura infantil. O de la preadolescencia.
Cuando se nos presentaba un personaje que mezclaba buenas dosis de ignorancia, soberbia y hasta cierta ingenuidad se le decía opa, si la ignorancia predominaba, o tarado, estúpido, imbécil e idiota. Yo todavía no había confirmado mi vocación periodística, pero ya tenía alguna predilección por la síntesis. Y sí, desde muy chico me devoraba cuanto libro quedaba a mi alcance. Y los que no quedaban a mi alcance también. Aprendí en esa época a jugar con las palabras. Otros preferían las figuritas, las bolitas y las piernas femeninas (en este último caso me prendía también. Virtud estética que me dura).
Así nació ese neologismo. Tarupitambiota, esa mezcla, esa síntesis entre tarado, estúpido, imbécil e idiota. Me parece que a esta mujer el diagnóstico le cae justo. Además, era y sigue siendo un adjetivo sintético, nuevo y unisex. Pero también me parece que bien vale profundizar un poco más en el asunto.
Michetti me hizo acordar a esas criaturas que repiten en público lo que escucharon en la casa. Los comentarios familiares en el almuerzo, el pensamiento de papá y mamá respecto de los proyectos hogareños para el futuro y sacadas de cuero varias mientras tomamos el cafecito de la sobremesa. Por ejemplo, la novia que presentó la sobrina de la Choli, la vecina del 5° C.
Tengo la impresión de que debe haber sentido esa propuesta de boca de alguno de los mequetrefes gubernamentales mientras el encuestador contratado les acercaba los últimos datos de cara a los comicios de octubre.
Y con la impune tarupitambiotez que la caracteriza salió a repartirlo «urbi et orbi». Ellos lo piensan, ella lo dice. Anda floja de Superyó.