Gracias a un reciente artículo de Wall Street Journal he estado oyendo a los demócratas decir que el presidente Trump hizo algo completamente nuevo que equivale a destrozar la Resolución de Poderes de Guerra: le dio el poder de hacer la guerra a la CIA.
Yo estoy intentando reunir apoyo para abolir la CIA, impugnar a Donald Trump y prohibir los drones con armas. No soy, precisamente, un aficionado de los robots asesinos, y tampoco soy un republicano aguerrido, y agradezco todas las razones que descubramos (basadas en los hechos o no) para intentar ponerle fin a los asesinatos del gobierno. Pero creo que hay algunas confusiones que deberíamos aclarar.
La Constitución le otorga al Congreso el poder de hacer la guerra, y éste ha renunciado este poder desde 1941. El presidente George W. Bush cumplió con ciertas formalidades al mentirle al Congreso y obtener de ellos una autorización, aunque vaga. El presidente Barack Obama, cuando inició la guerra en Libia, intencionalmente hizo parecer que el Congreso no jugaba ningún papel. También expandió drásticamente las guerras con drones en varios países (y las “operaciones especiales” en muchísimos más), y en Yemen intensificó la guerra por aire y por tierra, todo esto sin el Congreso. En Siria e Irak utilizó tropas extranjeras y luego “consejeros” estadounidenses y bombardeos, avanzando poco a poco hacia nuevas guerras.
Obama supervisó la creación de las operaciones de guerra con drones de la CIA. Mientras hacía publicidad en el New York Times de que él elegía los objetivos que asesinaban, en realidad no lo hacía él mismo cada vez. Les delegó ese poder a sus subordinados. El artículo de Wall Street Journal insinúa que Obama nunca le dio a la CIA el poder de decidir a quién matar, pero numerosos informes de los últimos años prueban lo contrario. Incluso hay algunos informes que dicen que Obama, en su último tiempo de presidencia, le retiró el poder en cuestión a la CIA. Pero incluso esos informes admiten que no se sabe mucho a ciencia cierta y que no hay ninguna declaración oficial acerca del rol que tuvo la CIA. También sabemos que los pilotos de drones de la CIA siempre han sido pilotos de la Fuerza Aérea, como reveló un ex piloto de drones que quiso denunciar la situación:
“Puede que la CIA sea el cliente, pero siempre han sido piloteados por la Fuerza Aérea. La etiqueta de CIA simplemente es una excusa para no tener que revelar información. Siempre ha sido solo eso”.
Los cientos de videos y descripciones de asesinatos con drones muestran operaciones sádicas, con sed de sangre. De los miles de informes de casos de asesinatos con drones, ninguno calza con los criterios que supuestamente el presidente Obama había establecido. No sabemos de ninguna víctima que no podría haber sido arrestada en vez de asesinada, y ninguna tampoco era “una amenaza continua e inminente a los Estados Unidos de América”. Tampoco ha ocurrido, en ninguno de los casos, que los asesinatos no hayan implicado ningún riesgo de matar civiles.
Supuestamente, mientras más poder tenga el ejército y menos la CIA, la capacidad de supervisión del Congreso es mayor. Ese es un gran argumento para abolir la CIA. Pero, en realidad, nunca hemos visto ni la más mínima muestra de supervisión por parte del Congreso. El Congreso no le ha informado a la ciudadanía de que se trata la guerra con drones. No hemos recibido más transcripciones ni vídeos. El Congreso no ha aplicado la Constitución ni la Resolución de Poderes de Guerra para detener ni poner un límite a los asesinatos con drones. Tampoco se ha pronunciado frente a que ni Obama ni Trump han cumplido con los criterios que Obama estableció por su cuenta, ni ha creado otros criterios distintos.
Trump y sus subordinados están usando incluso más drones con misiles que los que usó Obama. Trump movilizó drones con armamento a la frontera de Corea del Norte, y es posible que la historia de que Trump le dio rienda suelta a la CIA para asesinar a cualquier persona con drones sea cierta. Pero, a fin de cuentas, esto es sólo un retorno a una política que creó Obama, y que luego supuestamente canceló. Sólo hay una pequeña diferencia en los roles que cumplen la CIA, el Ejército y la NSA. Las 3 ya estaban involucradas en las operaciones, y lo siguen estando. Deberíamos hacernos la pregunta de cuál de estas entidades toma las decisiones importantes, para desmantelar el simulacro de que el presidente toma todas las decisiones.
Ni siquiera una pequeña parte de todo esto cumple con la Constitución de los Estados Unidos, ni con la Carta de las Naciones Unidas, la Resolución de Poderes de Guerra, el Pacto Briand-Kellogg, la Conferencia de la Haya de 1899, ni con las leyes que prohíben el asesinato que hay en los libros de cada país en que el gobierno estadounidense está matando personas.
Traducido del inglés por Emilio Stanton