El juicio contra el exgeneral Efraín Ríos Montt, acusado de genocidio y crímenes contra la humanidad, ha rescatado del olvido para una gran parte de los jóvenes de Guatemala la represión ejercida por las dictadura militar contra los movimientos izquierdistas en los años 80, que se saldó con la muerte de cerca de 1.700 indígenas.
Uno de los capítulos más sangrientos de la guerra civil que azotó al país durante 36 años que, según la directora de la ONG Impunity Watch, Marliess Stappers, es desconocido para una gran parte la juventud de Guatemala debido a la negación sistemática del genocidio por parte de las autoridades del país.
“Guatemala tiene un problema muy grave y es que es un país sin memoria histórica. Todavía a día de hoy la verdad histórica está siendo negada por las autoridades oficiales, y eso hace que muchos jóvenes no la conozcan”, explica Stappers.
La directora de Impunity Watch atribuye este desconocimiento al control que, a su juicio, ejercen las élites del país sobre los medios de comunicación y las instituciones educativas del país.
“Desde que acabó la guerra civil los diferentes gobiernos han excluido el tema del genocidio y el conflicto armado de los currículums educativos. Además, controlan los medios de comunicación y usan su influencia para criminalizar a la gente que busca justicia, tildándolos de enemigos de la paz”.
Stappers afirma que esta realidad “puede ser muy peligrosa, ya que impide a los jóvenes aprender del pasado y buscar un futuro mejor para el país”.
Asimismo, considera que el proceso judicial contar Ríos Montt “supone una oportunidad histórica para no solo a acabar con la impunidad de los exjefes militares en Guatemala, sino también ayudar a que los jóvenes conozcan más sobre la memoria histórica de su país”.
Conflictos todavía vigentes
El joven activista del Centro para la Acción legal en Derechos Humanos en el departamento de Sololá, Elias Julajuj, asevera que las causas que originaron el conflicto armado en Guatemala continúan vigentes en la actualidad. “La población indígena está viviendo los mismos problemas de violencia, racismo y exclusión social que en la época de las dictaduras. Estamos en la misma lucha, pero ahora la hacemos sin armas”.
En la misma línea, , Wendy Méndez, miembro de la organización HIJOS, explica que “la tenencia inequitativa de la tierra, el racismo, la pobreza y la desigualdad social son problemas que sigue teniendo que afrontar la mayoría de la población en Guatemala. Sigue habiendo ciudadanos de primera y de segunda clase”.
Méndez considera que los jóvenes guatemaltecos “están tan metidos en los problemas del desempleo y la violencia que se vive a diario que no conectan con otros temas como el juicio a Ríos Montt por el genocidio. No les toca en realidad, no hay una empatía”.
La joven activista atribuye la “desensibilización” de la juventud de su país a los altos índices de violencia y a los efectos provocados por cerca de cuatro décadas de guerra civil.
“Por lo general los jóvenes desconocen el tema del genocidio. Pero si logran acceder a la información, tampoco se implican con lo que sucedió. Los niveles de injusticia y de violencia son tan altos que para la mayoría saber que una persona fue asesinada no les provoca mayor sentimiento, y mucho menos hablar de que hubo un genocidio hace 30 años”.
Testimonio del horror de la dictadura
“Mi mamá fue detenida y secuestrada por los militares en 1984. Mi hermano y yo, que éramos todavía muy pequeños, tuvimos que presenciar cómo la torturaban en nuestra propia casa”.
Así inicia Wendy Méndez el relato de la “experiencia terrorífica” que tuvo que sufrir por la represión ejercida contra su familia por parte de la dictadura militar, que se completó con el asesinato de dos de sus tíos.
Tras cerca de 15 años de búsqueda, la publicación por parte de la Revista Magazine1 del llamado Diario Militar, un listado de 183 personas desaparecidas a manos de las fuerzas de seguridad guatemaltecas entre Agosto de 1983 y Marzo de 1985, permitió a Méndez confirmar el asesinato de su madre a manos de la dictadura.
“Entonces pudimos demostrar lo que siempre habíamos denunciado. Fue un shock, una impresión bastante grande porque nunca nos imaginamos que ella aún estuvo con vida durante un tiempo. Si en las primeras horas de su secuestro fue torturada, no nos podemos ni imaginar lo que ella vivió en esos dos meses”.