Por Carlos Heller *
Se dice que los U$S 16.500 millones que Argentina emitió en abril de 2016 es la mayor suma de deuda pública en moneda extranjera emitida de una sola vez para un país en desarrollo, contando desde 1996. Se dice que esa emisión superó a las de Brasil, Colombia, México y Perú juntas. Algunos alegan que perdió ese podio en octubre de este año por la colocación de Arabia Saudita. Son todas observaciones irrelevantes a la luz del endeudamiento total comprometido por el gobierno de Mauricio Macri hasta el momento.
Al día de hoy, el total de bonos a largo plazo emitidos en dólares por el gobierno nacional alcanza a los USD 23.400 millones, más U$S 5.800 de corto plazo. A ello puede sumarse la deuda de las provincias (Argentina es un país federal con administraciones regionales con cierta autonomía fiscal: los gobiernos provinciales) alcanza a los U$S 7.000 millones, un valor no tan llamativo pero que resulta importante en relación a los presupuestos provinciales: el podio lo ocupa la Provincia de Buenos Aires con U$S 3.000 millones.
Si a ello le sumamos el endeudamiento en moneda nacional, calculado en dólares, por U$D 15.000 millones, se produjo un incremento en el endeudamiento público total de U$S 51.000 millones de dólares (alrededor de un 10% del PIB) en menos de un año.
Sin duda, Macri sabe utilizar la “pesada herencia” que dice haber recibido de la administración de Cristina Fernández de Kirchner: en este caso, el legado obtenido fue una acotada deuda pública que alcanzaba al 41% del PIB cuando en 2002 llegaba al 166%. Pero si tomamos la deuda externa, en 2015 ésta ascendía al 12% del PIB, cuando en 2002 llegaba al 95%. Una reducción significativa en el endeudamiento, que es la que permite hoy al gobierno de Macri ser recibido con las puertas abiertas por los mercados. Aunque de seguir el endeudamiento a este ritmo, los mercados comenzarán a entornar las puertas, más allá de las limitaciones que puedan surgir de la crisis internacional y del nuevo entorno financiero mundial.
Otro tema fundamental respecto al endeudamiento público producido este año, es el destino del mismo. De los USD 16.500 millones emitidos en abril, USD 9.500 fueron destinados a pagar a los fondos buitres, y de esa forma consolidar una ganancia extraordinaria para aquellos grandes fondos que litigaron: una tasa de rendimiento promedio anual del 9% respecto al capital original de los títulos. Si se tiene en cuenta que la mayoría de estos fondos buitre compraron la deuda al 30% o menos de su valor, la ganancia resulta astronómica. Además, este pago incondicional pone en peligro todo el esfuerzo del gobierno de Cristina Fernández y de la comunidad internacional (G77+China, ONU) para establecer un marco de “principios básicos para la reestructuración de deudas soberanas”.
Dentro del ideario neoliberal del gobierno de Macri se presenta al endeudamiento como la posibilidad de incrementar el gasto de capital y evitar el ajuste fiscal. Ninguna de estas dos promesas se ha cumplido.
Además del pago a los fondos buitre, el resto del endeudamiento, tanto del Estado Nacional, como de los Estados Provinciales, se ha dedicado casi exclusivamente a financiar gastos corrientes y cancelar deuda.
Por el lado del ajuste fiscal, éste se produce por dos vías: reducción de los ingresos tributarios del erario nacional debido a políticas que benefician a los sectores más concentrados de la economía (vg. Reducción y eliminación de impuestos a las exportaciones agrícolas y mineras) y merma en los gastos en general.
Los datos de las cuentas del Estado Nacional son impactantes: En términos reales, durante los primeros diez meses de 2016, y medidos contra igual período del año anterior, los ingresos corrientes cayeron un 13%, mientras que los gastos corrientes cayeron un 9%, y los gastos de capital (dedicados a la inversión pública) se derrumbaron un 27%. Lo único que creció, también medido en términos reales, ha sido el pago de intereses de la deuda pública, que se incrementaron un 14%.
Hablando del endeudamiento argentino, no se puede dejar de mencionar una dinámica que ha tenido durante los distintos gobiernos de corte neoliberal (situación que también han sufrido otros países de nuestra región latinoamericana): el incremento de la deuda se produce en paralelo a la fuga de capitales del sector privado no financiero. En estos meses de gobierno de Mauricio Macri, y al amparo de las medidas de desregularización y liberalización financiera, este proceso se ha verificado con toda intensidad.
De esta forma, el endeudamiento no tiene ningún efecto positivo en el país, y los dólares que serán necesarios para cancelarlo cuando llegue el momento, ya se han ido. Se generará así una nueva dependencia del financiamiento externo, un agobio muy conocido en la región, y que Argentina había logrado evitar con una importante política de reestructuración de deuda y desendeudamiento durante el gobierno de Néstor Kirchner y el de Cristina Fernández. Hasta que llegó Mauricio Macri a la presidencia Argentina.
* Diputado argentino del Partido Solidario (PSOL).