A punta de twitteos Trump ya está gobernando USA, aún cuando oficialmente recién el 20 de este mes asuma la presidencia.
Vía twitter ya no insinúa lo que va a hacer, sino que está afirmándose en lo que fue su campaña electoral y que le permitió romper todos los pronósticos. El triunfo de Trump es la derrota del neoliberalismo, de las políticas pregonadas desde los tiempos de Reagan y continuadas sin mayores escrúpulos por demócratas y republicanos. Todos tocaron las teclas económicamente “correctas” siguiendo las directrices de la Escuela de Chicago, del FMI y del Banco Mundial. El paralelismo con el caso chileno y de tantos otros países no deja de impresionar.
Trump ganó porque la gente se cansó de ver cómo mientras unos pocos se arreglaban los bigotes, el grueso de los mortales pasó a vivir en la cuerda floja. En el duelo entre el capital y el trabajo, el primero salió ganando por paliza, mientras el factor trabajo se precarizó, perdió peso y el capital ha terminado por inclinar la balanza a su favor de la mano de gobiernos obsecuentes con los de arriba y duros con los de abajo.
El centro y la izquierda, no obstante los innumerables triunfos electorales obtenidos en los más diversos países, han sido incapaces de revertir un proceso de desmantelamiento de la limitada base industrial que con mucho esfuerzo se había logrado levantar. Desmantelamiento preconizado como dogma por quienes abrazaron un neoliberalismo ramplón bajo la tabla de los nuevos mandamientos de mercados supuestamente libres, pero más falsos que Judas. Neoliberalismo que terminó por cooptar a buena parte de políticos y académicos economistas supuestamente “expertos”.
La pérdida de la brújula por parte de lo que fue históricamente el centro y la izquierda es la que está propiciando el ascenso de la derecha extrema, de un nacionalismo que creíamos haber dejado atrás.
Si Trump no fuese Trump, un magnate, un engendro del neoliberalismo, muy probablemente ya estaría descalificado por comunista. Esto de amenazar a un par de empresas norteamericanas, Ford y General Motors con aplicarles impuestos si persisten en fabricar sus automóviles en México, habla de un lenguaje y una actitud reveladora de una prepotencia. Habla mal de USA y su democracia. ¿Qué democracia es esa donde quien fue electo presidente se dé el lujo de decir lo que se le antoje como si no tuviese que rendir cuentas a nadie? En una democracia se asume un equilibrio de poderes, equilibrio destinado a que nadie se salga de madre.
Las expresiones, las conductas, las acciones de Trump –en USA, en México, con Rusia, China- están desnudando la naturaleza de los distintos poderes en USA, y pone en jaque su condición de modelo de democracia ante el resto del mundo. Viendo a Trump, me recuerda al innombrable por decir y hacer lo que quiera. Eso es cualquier cosa menos una democracia.