Por Fernando Morais* para Opera Mundi y Nocaute. Traducción/transcripción de Pressenza
Rodrigo Londoño –o comandante Timochenko, como es conocido o también Timoleón Jiménez– es seguramente la cara más visible de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia). Como líder del grupo participó en todo el proceso de negociación y discusión del acuerdo de paz entre el gobierno y la guerrilla, además de haber sido el responsable de firmar el texto con el presidente Juan Manuel Santos.
En entrevista exclusiva concedida al periodista y escritor Fernando Morais en La Habana y que Opera Mundi y Nocaute publicaron simultáneamente el pasado viernes 23 de diciembre, Timochenko habló sobre el proceso de paz, la victoria del “no” en el referéndum, sus expectativas con relación al gobierno de Donald Trump en los Estados Unidos y la crisis política en Brasil.
El líder guerrillero tiene una larga trayectoria dentro del grupo. Nacido en el interior de Colombia, se unió a las FARC a comienzos de la década del 80 y en 1985 ya era parte del secretariado de la organización. Sin embargo no fue sólo un líder militar. Timochenko llegó a cumplir dentro del grupo la función de enfermero –“en una guerrilla se hacen muchas cosas dadas las circunstancias”, dice– y hasta completó un curso de filmación, siendo el responsable de registrar la etapa de diálogos con el entonces presidente colombiano Belisario Betancur (1982-1986).
Sin embargo el guerrillero desmiente que haya hecho un curso de medicina en la Unión Soviética como dicen algunos relatos biográficos. “Esas son puras mentiras de los servicios de inteligencia, que son tantas que afirman que me recibí de cardiólogo en la Unión Soviética”, afirma.
Timochenko se convirtió en jefe del Estado Mayor de la guerrilla en 2011, después que el entonces líder Alfonso Cano fuera abatido en una operación militar y fue quien lideró, por las FARC, las negociaciones en la Habana.
Cuando el presidente colombiano Juan Manuel Santos fue premiado con el Nobel de la Paz, no fueron pocos los que argumentaron que Timochenko también debería haberlo recibido. Santos, en su discurso al recibir el premio, afirmó que el Nobel pertenecía también “a todos los hombres y mujeres que, con enorme paciencia y fortaleza negociaron en La Habana todos estos años”. Y agregó: “Y me refiero tanto a los negociadores del gobierno como a los de las FARC –mis adversarios–, que demostraron una gran voluntad de paz”.
Para Timochenko, lo fundamental ahora es unir a los sectores que estén a favor de la paz en el país, para asegurar que el proceso continúe independientemente de quién ocupe la presidencia de Colombia.
“El primer paso para eso es, para los que quieren la paz, dejar de lado todos los intereses particulares. Eso es lo que debe identificarnos a todos, porque si no se elige un presidente que garantice la continuidad de los acuerdos, no sabemos qué tipo de situación se puede generar en la vida política del país”, dice.
A continuación, lea la entrevista completa o vea el video:
Fernando Morais: –Comandante, buenas tardes y muchas gracias por recibirnos. Vamos a empezar a trabajar.
Timochenko: –Buenas tardes compañero Fernando. El gusto es mío por tenerlo acá.
–Comandante: Nicaragua y El Salvador crearon ya una tradición que es salir de la guerrilla e ir hacia la política abierta. ¿Usted está preparado para ser presidente de Colombia como Daniel Ortega en Nicaragua y Salvador Sánchez en el Salvador?
–Uno es un revolucionario que está preparado para lo que la organización lo ponga a hacer, para los retos que la misma dinámica de la lucha le ponga.
En este momento nosotros no estamos pensando en eso y en mi caso personal, menos. Estoy pensando en cómo estamos entrando en una de las partes más complejas y difíciles de este proceso que es la implementación, que apenas va a arrancar. En la arrancada, ya tenemos múltiples dificultades y problemas.
Hay unos sectores –no digo el presidente Juan Manuel Santos pero hay algunos sectores de la sociedad colombiana– incluso incrustados en el Estado, que quieren conseguir en esta etapa de paz, lo que no lograron en la guerra.
Entonces el reto es muy grande para uno ponerse a pensar en cosas que lo distraigan.
–La iniciativa de los acuerdos de paz fue suya, en una carta que escribió hace muchos años al presidente Santos. Una pregunta que la gente se hace en todas partes es la siguiente: ¿por qué los acuerdos de paz no se obtuvieron con presidentes de centro y sí con un presidente marcadamente de derecha que incluso fue uno de los responsables por agresiones a las FARC, durante mucho tiempo como ministro de Defensa. ¿Cómo se explica eso?
–Son ironías de la vida ¿verdad? Los hechos políticos suceden cuando las condiciones se presentan, independientemente de las personas o los personajes. Son situaciones objetivas y subjetivas las que desencadenan hechos políticos. Incluso un proceso que fue muy importante en los años 80 con el presidente Belisario Betancur, que lo frustraron pero avanzó bastante. Betancur era un presidente conservador. Es esa dinámica, son las condiciones mismas las que llevan a que los procesos se den.
–Pocos días atrás leí en los periódicos que los grupos de extrema derecha están atacando campesinos de las regiones que antes eran controladas por las FARC. ¿Qué se puede hacer para impedir que eso siga sucediendo?
–La columna vertebral del acuerdo es que nosotros nos comprometemos a dejar de usar las armas en nuestra actividad política y el Estado se compromete a dejar de usar la violencia para reprimir y atacar a sus opositores.
Eso está, y está desarrollado en el acuerdo. Hay algunos instrumentos allí acordados que tenemos que comenzar a implementar y estamos en ello. Hay una comisión nacional de seguridad, hay planteado por ejemplo un plan piloto en la lucha contra el paramilitarismo y estamos haciendo presión para que eso entre a cumplirse.
De todas maneras, hay que crear una institucionalidad. Hoy tuvimos una buena noticia con la aprobación del Fast Track por la corte constitucional. Esto le va a dar más viabilidad para que esta institucionalidad se construya y comenzar ya a plasmarla.
Ahí se va a hacer presente si hay de verdad voluntad política de la clase dirigente que encabeza Santos, de jugársela por erradicar de la vida de Colombia, el uso de la violencia en la política.
De todas maneras, ha habido muertos. Yo siempre pongo como ejemplo que en 2011 Santos aprobó una ley de restitución de tierras; en Colombia hay 7 millones de campesinos a los cuales los despojaron de la tierra –más de 7 millones en esta última etapa. La ley permite que esas personas reclamen por sus tierras. Eso fue en el 2011. A estas alturas hay más de 200 campesinos reclamantes de tierras asesinados.
O sea: muertes ha habido. En este año más de 70 defensores de derechos humanos y líderes sociales fueron asesinados. Eso no va a desaparecer con la firma del acuerdo final. Necesitamos crear esa institucionalidad y plasmar los acuerdos.
Y esa es una tarea de todos. Necesitamos rodearnos de las fuerzas que en Colombia quieren la paz y –algo muy importante– del apoyo, el acompañamiento y el monitoreo de parte de la comunidad internacional, y de todos los sectores progresistas –y en especial de América Latina– que quieren que en Colombia construyamos la paz.
–Hay rumores recientes de que el Consejo de Estado de Colombia pretendería anular el plebiscito. ¿Eso tiene fundamento?
–Eso se había hablado hace rato porque hay varias demandas ante el Consejo de Estado y ha venido creciendo el rumor. Es posible que mañana tengamos la noticia de que se ha anulado el plebiscito.
–Esa es una segunda buena noticia…
Pues sí, le da un poco más de aire porque de todas maneras nos da la razón a lo que hemos venido planteando que el plebiscito no estuvo bien.
La figura misma del plebiscito no fue bien planteada, porque el plebiscito en la Constitución colombiana es una figura encaminada a que el presidente llame a la gente para que le aplauda una política suya como presidente, y el acuerdo de paz en Colombia es una política de Estado en que son todas las instituciones las comprometidas.
Entonces nosotros siempre nos opusimos al plebiscito porque creemos que en la constitución hay figuras que pueden darle mayor contundencia al apoyo y al respaldo popular a un acuerdo como este.
–La guerra duró medio siglo. ¿Por qué costó tanto tiempo llegar a la paz? ¿Cuáles fueron los obstáculos a lo largo de este tiempo?
–Colombia siempre ha sido signada –desde que entró a la vida republicana– por la violencia. Recuerden los atentados a Simón Bolívar, el asesinato de Sucre (en 1830). Y Sucre no podemos decir que fuera una figura como (actualmente la de Salvatore) Mancuso, un paramilitar. ¡Sucre representaba a las corrientes progresistas en aquella época de la independencia!
Y así ha seguido. Tenemos cantidades de todos los líderes que en determinado momento encabezaban movimientos sociales y políticos que podían llegar al poder e iban a gobernar en función de los intereses de las grandes mayorías, que fueron asesinados. Es la práctica que ha existido siempre en Colombia y es la que a partir de este acuerdo queremos que se empiece a erradicar. Ese es nuestro propósito y por eso vamos a trabajar.
Entonces sí, bueno, de todas maneras, esta última etapa está signada por el asesinato (del candidato presidencial) Jorge Eliécer Gaitán en 1948, un gran líder popular que puso en peligro a las clases dominantes de aquel momento, que son las mismas de ahora. En esa época había una violencia muy intensa en Colombia, también en el campo fundamentalmente. Colombia comenzaba a asomarse ya a la industrialización, se comenzaban a desarrollarse una serie de cultivos novedosos en el campo, en cierta medida la agroindustria comenzaba ya sus primeros pasos.
Hay entonces una redistribución de la tierra a través de la violencia, lo mismo que ha sucedido también en esta última etapa en función de proyectos agroindustriales. Entonces ¿qué no ha permitido (avanzar a la paz)? Que las elites no han querido soltar el poder que tienen, para seguir lucrando del poder político y económico. Incluso han venido constituyéndose al final en grandes mafias ligadas también al capital transnacional, que en cierta medida eso está determinado –lo sabemos muy bien– desde el norte. Colombia es un sitio visto estratégicamente por los Estados Unidos desde hace muchos años, desde el punto de vista geográfico, político, económico. Entonces ellos también han promovido eso.
–En su opinión ¿por qué el “sí” (al acuerdo de paz) fue derrotado en el plebiscito?
–Primero porque –como dije antes– esa figura del plebiscito fue mal planteada. El gobierno Santos, su administración, viene haciendo una política desastrosa desde el punto de vista económico y social. Hay grandes sectores y capas sociales de Colombia que están muy disconformes con las políticas sociales y económicas de Santos. Algunos sectores pensaron que votar por el “sí” era aplaudir la política de Santos, no separaron una cosa de la otra.
Pero también el gobierno, que era el encargado de promover el “sí”, no lo hizo como debía. No se le explicó a la gente en qué consistían los acuerdos. En ese momento eran 270 y pocas páginas, es un cúmulo de cosas que a la gente hay que explicárselas. El acuerdo, por ejemplo, en el tema agrario: hacía más de tres años que se había logrado. El gobierno nunca hizo un trabajo sistemático o pedagógico, para que la gente los entendiera y vieran en que los favorecía realmente.
Pero además (el acuerdo) contó con una propaganda muy bien diseñada de los que oponían. Desde el punto de vista mediático, hubo manipulación. Por ejemplo –es un testimonio que hace poco vi pora la televisión–: una señora tenía siete vacas y le dijeron “si gana el sí, le quitan 5 y queda con dos, nomás”. Vea entonces el tipo de cosas que se hicieron en ese sentido.
–¿Quiénes colaboraron más y quiénes crearon más dificultad a lo largo de este tiempo para los acuerdos de paz?
–Una de las cosas que hemos logrado en este acuerdo –y en el cual nos pusimos de acuerdo con el gobierno–, es que en el centro están las víctimas. Están las víctimas en función de la verdad, la justicia, la reparación y la no repetición. Porque es que los millones y millones de víctimas que tiene este conflicto, consideramos nosotros que deben ser resarcidas fundamentalmente contando la verdad. Y una de las cosas que se acordaron es que se va a constituir una comisión de esclarecimiento de la verdad. Y esos sectores que empujaron la guerra, que fomentaron la guerra y que no tienen una explicación lógica del por qué, que todo fue en función de sus intereses particulares, pues tienen temores, tienen miedo que eso se de. Esos sectores son los que con fuerza se han opuesto al proceso de paz. Y se siguen oponiendo y se van a seguir oponiendo.
–¿Qué garantías tiene la población colombiana de que de verdad las FARC van a abandonar las armas, van a abandonar la lucha armada, además de la palabra de ustedes?
–En el fracaso de los otros procesos siempre se nos señaló que nosotros estábamos jugando doble, cosa que no es cierta y tampoco es cierto en este momento. Nosotros no estamos diciendo que vamos a meter aquí debajo de la mesa unas armas… ¡No! Sí se están viendo en los acuerdos una serie de instrumentos que tienen que implementarse en función de garantizar la seguridad nuestra y de la población en general.
–Durante mucho tiempo la gente se escandalizó –sobre todo la gente progresista del mundo– con las noticias de que las FARC tenían gran proximidad con el narcotráfico. Se llegó a decir que era una “narcoguerrilla”. ¿Cómo explica usted esto para la gente que los apoyó a ustedes en Brasil y en todo el mundo durante tanto tiempo?
–Yo creo que los brasileros lo van a entender muy bien y especialmente los sectores populares, revolucionarios. A nosotros en estos países nos han forjado la imagen de que Lula y Dilma son unos corruptos, y mucha gente del común lo cree. Porque una forma de neutralizar a los revolucionarios es estigmatizarlos con una figura o con otra, hacerlos aparecer como el diablo. Entonces claro, como el narcotráfico es un fenómeno que aparece en la sociedad colombiana y nosotros estamos inmersos en esa sociedad, pues claro, estamos conviviendo con él.
¿Qué aprovechamiento hemos hecho nosotros del narcotráfico, de la plata que mueve el narcotráfico, como de la plata que mueve la minería, como de la plata que mueven las transnacionales, como de la plata que mueven las grandes empresas colombianas? Que las hemos impuestado. ¿De los grandes comerciantes? Que los hemos impuestado (o a los grandes ganaderos). Pues: a los narcotraficantes también los impuestamos. Pero que nosotros hayamos sido o seamos narcotraficantes, no. Y no es un problema de doble moral: es un problema de que nosotros incluso –y se los digo–cuando conocimos ese fenómeno y vimos la cantidad de plata que movía, pensamos “aquí está la solución del tema financiero”, pero cuando estudiamos el fenómeno en profundidad, dijimos “no, esto no es para revolucionarios”. Porque el día que un revolucionario se vuelva narcotraficante, deja de ser revolucionario porque le cambian los valores completamente.
El narcotraficante ¿para qué consigue la plata? Para construir cosas grandes, conseguir playas, conseguir carros, conseguir yates, conseguir aviones y bueno… darse lo que llaman ellos “la buena vida”. ¿Y el revolucionario cómo vive y cómo vivimos nosotros como guerrilleros 40 años? Con un morral al hombro, dos 2 o 3 mudas de ropa, 3 calzoncillos, tres pares de medias y un par de botas, remendando las botas para hacerlas durar, remendando la ropa para hacerla durar. Esos son valores completamente antagónicos.
–¿Qué futuro ve usted para las FARC ahora, con los acuerdos de paz aprobados? ¿Se va a transformar en un partido político como el Frente Farabundo Martí (de El Salvador), como el Frente Sandinista (de Nicaragua)? ¿Cómo ve ese proceso para las FARC?
–Con mucho optimismo. Nosotros a este proceso llegamos y es ratificado por lo que llamamos una “Conferencia nacional de guerrilleros”, un evento donde hubo representantes de toda la guerrillerada, que ratificó el acuerdo y plantea entonces cómo nos vamos a proyectar hacia el futuro. Esa conferencia mandató, porque nosotros somos una organización militar pero a la vez política.
Nosotros tenemos una escuadra como unidad militar, pero esa escuadra es también célula de partido, o sea es un organismo político. Entonces al transformarnos la idea es que tenemos que crear un partido y ese partido lo va a conformar, se a va a estructurar y a plantear su plataforma y todo lo demás que corresponde a un partido, en un congreso que debe ser convocado más o menos para el mes de mayo. Ese es un mandato que nos dio la Conferencia. En mayo debe haber un congreso con delegados de toda la guerrillerada, el cual debe dar ese paso. Pero a la vez debemos elaborar –y eso está planteado– una propuesta hacia el país en función de una gran convergencia que permita llegar al poder para sentar las bases reales de la paz en Colombia.
–¿Cuáles fueron los momentos más difíciles para la guerrilla en estos 50 años?
–Es una pregunta difícil de responder porque ha habido muchos momentos de acuerdo a cada etapa ¿no? Iniciando las FARC, unos dos años después de formadas, hay un compañero que comete un error militar y se perdió el 70% de la fuerza y de las armas. Hubo casi volver a comenzar. Pero hubo también etapas… por ejemplo en el gobierno de Alfonso López (1974-1978), que desarrolló inicialmente una política social que parecía que iba a beneficiar a la gente y la gente un poco… –Porque al fin y al cabo ¿la guerrilla de qué se nutre? Del descontento de la gente. Es esa gente la que llega y nutre las filas guerrilleras– Pero a la larga eso no fue así y siguió.
Ahora ¿hay otros momentos? ¿¡Qué le puedo decir yo!?
–Por ejemplo: el fin de la Unión Soviética. ¿Cómo llegó esa noticia, cómo recibieron ustedes esa noticia allá en la selva?
–A nosotros no nos impactó como uno sabe que impactó en muchas otras partes. Dolió, sí, porque era un referente. Muchos anunciaron la desaparición de las FARC, porque además decían que las FARC se nutrían, eran pro soviéticas, que a nosotros nos financiaba el oro de Moscú…
–El famoso “oro de Moscú”…
–El oro de Moscú… ¡Y pues no! ¡No desaparecimos y nos mantuvimos fortalecidos! Realmente no nos impactó internamente. Incluso ni cuadros nuestros importantes de pronto se abrieron porque se hubieran desmoralizado a partir del derrumbe de la Unión Soviética.
Porque ¿qué es lo que mucha gente no comprende? Que las FARC surgen fruto de la misma dinámica política y social del país. Eso no fue que alguien se lo inventó y dijo “construyamos aquí una guerrilla”. No, es una guerrilla que nace en función de la resistencia a un régimen represivo. Entonces eso tiene unas raíces muy profundas en la sociedad colombiana.
Entonces claro, sí nos dolió (el fin de la URSS). Afortunadamente contábamos con cuadros muy esclarecidos como el camarada Manuel Marulanda –el fundador– y el camarada Jacobo Arenas, que entendieron perfectamente.
Yo le puedo contar. A nosotros nos llegó el famoso librito aquel de “La casa común”, de Gorbachov, y todos emocionados leyéndolo. Y vamos donde el camarada Jacobo y… silencio, no decía nada. Mandó luego a pedir con todos los amigos y contactos que tenía literatura de allá y cualquier día nos convocó a todos –como 400 guerrilleros– a una charla. Él tenía una atril ahí donde daba la charla y me acuerdo que puso sobre el atril el periódico Granma donde estaba un discurso de Fidel Castro que fijaba posición en ese sentido y comenzó a explicarnos Jacobo Arenas en qué consistía la famosa Perestroika y glasnot. Entonces nosotros tuvimos muy claro ese fenómeno, de qué se trataba. ¡No por eso podemos decir que eso no incidió en el desarrollo de la lucha revolucionaria del mundo en general
–Usted habló del Granma. ¿Cuál fue el papel de Cuba en el proceso de paz? ¿Por qué ustedes, las dos partes, eligieron La Habana como el lugar en que sería firmado el acuerdo de paz?
–Pues porque Cuba nos da plena confianza y garantía. Pero le cuento: eso fue un proceso de negociación –el primer proceso de negociación tensionante– con el gobierno, porque el gobierno quería que nos fuéramos para Suiza, Suecia, por allá, al norte de Europa. Dijimos “no, allá hace mucho frío”. Planteó Brasil, nosotros dijimos no, no daba… porque además era el inicio, estábamos en plena confrontación, había mucha desconfianza de parte nuestra, realmente de qué se trataba, si era cierto o nos estaban armando una trampa…
Nosotros propusimos que fuera en Colombia, el conflicto era en Colombia. No, el gobierno además había establecido una ley que prohibía eso. Entonces planteamos Venezuela. “No, Venezuela no porque tenemos muchas contradicciones y eso va a ser difícil de manejar.”
Bueno, discuta, discuta, ya se iba a terminar la tarde y les tocaba irse a los del gobierno porque se les acababa la luz al helicóptero –esa reunión fue en Colombia– y les dijimos “bueno, Cuba”, que era una orientación que nos había dado el camarada Alfonso que era el que estaba al frente de todo eso. “Trabajemos esas opciones: Colombia, Venezuela y si no, Cuba. De ahí no nos movemos”. Porque Cuba para nosotros ha sido un referente histórico y estábamos seguros de que Cuba no se iba a prestar a ninguna maniobra en función de engañarnos.
Y hay que decir que acertamos. Que en el desarrollo de todo esto llevamos aquí casi seis años apoyándonos en Cuba en función de todo este proceso y realmente creo que fue una decisión acertada.
–El mundo fue sorprendido, hace pocas semanas, por la elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos. Hay mucha gente progresista que cree que para la política exterior, no hace la menor diferencia que sea demócrata o republicano. Para Colombia y para las FARC ¿qué significa la elección de Trump?
–Sinceramente, sinceramente uno tiene ciertos temores, pero cuando haces el análisis objetivo es eso que usted dice: ahí no importa si es republicano o si es demócrata.
Aquí lo que se desarrollan son políticas que son trazadas –uno sabe– en escenarios distintos y estos son personajes que las tienen que plasmar. Lo que pasa, sí, es que cada personaje le da sus propias características a su mandato ¿no? Pero acabo de escuchar una noticia donde el hombre plantea acabar la fabricación de un avión de guerra –no recuerdo la marca– y se le vino todo el mundo encima, empezando por el gran consorcio militar. En el mundo hay un consorcio industrial militar y financiero que son los que mueven los hilos del poder y son los que manejan todo el entramado del poder en el mundo. Quieren apoderarse del mundo y Estados Unidos es un instrumento para eso. Entonces es ahí donde se irán a determinar las políticas.
Nosotros confiamos, porque hay que decir que este proceso tuvo el acompañamiento y el visto bueno de Estados Unidos, no porque se hayan vuelto muy buena gente –porque asimismo financiaron y promovieron la guerra y participaron con asesores directos en la guerra–, pero ellos tienen intereses económicos –para nosotros está claro–, tienen intereses estratégicos y también quieren no entretenerse porque tienen problemas mucho más graves en otras regiones del mundo. Entonces uno espera que esa política de apoyo al proceso de paz se mantenga.
A mí me lo dijo expresamente el Secretario de Estado, (John) Kerry. Me lo dijo aquí, en La Habana. Dijo: “Estamos dispuestos a ayudarles en todo lo que se necesite en función de la seguridad de ustedes. Y de combatir…”. Esa no fue la palabra precisa, pero sí de no permitir el apoyo a los paramilitares, al paramilitarismo. ¡Es un cambio de política! Porque al fin y al cabo el paramilitarismo fue una doctrina que ellos impusieron en Colombia.
–¿Cómo ven las FARC lo que está ocurriendo hoy en Brasil? Si ustedes estuvieran en el poder ¿reconocerían a este gobierno (de Temer)?
–Nosotros, sin tener muchos elementos de juicio, vemos eso con mucha preocupación porque conocemos quién es Lula, quién es Dilma… además guerrillera, y uno sabe los valores que un guerrillero tiene y uno sabe que ella estaba de buena fe ejerciendo su presidencia y las políticas que las condiciones mismas le permitían frente a una derecha con mucho poder. Y que desafortunadamente y de una manera condenable desde todo punto de vista, a través de la calumnia, a través de crearle situaciones no ciertas, la destituyen.
Pues hombre, es un reto que tiene el pueblo brasilero y en especial el movimiento popular –con el cual somos solidarios y los acompañamos–. Y yo creo que lo saben –no es necesario uno dar cátedra– en esto es muy importante la unidad de todos los sectores. Los acompañamos y hacemos fuerza y desde aquí lo que se pueda apoyar…
–Usted debe saber que la derecha tiene, claro, una mala voluntad enorme con las FARC y que ya se manifestó cuando dijeron que las FARC tenían un embajador en Brasil, el cura…
–Cabillo… Ese es un nombre aquí, en la guerrilla.
–Usted no me contestó. Si usted fuera el presidente, si las FARC estuvieran en el poder ¿reconocerían al actual gobierno brasilero?
–Bueno, lo que pasa es que ya estando en el poder hay que saberlo manejar ¿no? Habría que estar ahí y ver qué circunstancias y qué condiciones habría. Pero lo que sí tenga la plena seguridad, solidarios con todo el movimiento popular no solamente de Brasil sino con todos los pueblos del mundo que luchan por la emancipación, por un mejor vivir, en contra de un capitalismo salvaje que está además destruyendo el hábitat, el medio en que la especie humana puede vivir –algo de lo cual aprendimos mucho de Fidel y en lo que Fidel llamó mucho la atención en ese sentido–, entonces hacia allá encaminaríamos todas nuestras acciones y nuestras políticas.
–En Brasil se dice –se publicó incluso con grandes titulares– que ustedes financiaban al PT, que ayudaban a pagar campañas de Lula. ¿Eso tiene algún sustento?
–No, eso no tiene ninguna base real, nada en absoluto.
–¿Cómo se identifican las FARC ideológicamente?
–Nosotros tenemos un estatuto que nos rige, y nosotros nos sentimos –y está planteado ahí–, como marxistas leninistas, el marxismo leninismo aplicado a la realidad colombiana. Y recogemos lo fundamental del pensamiento de Simón Bolívar: su espíritu antiimperialista, su lucha por la unidad latinoamericana y el bienestar del pueblo, los tres elementos que rescatamos. Esa es nuestra ideología y las bases con las cuales proyectamos nuestra actividad ideológica y política.
–Comandante: los acuerdos de paz garantizan a las FARC una porción de participación en el parlamento. ¿Cómo es eso? ¿Podría explicarlo?
–Sí. Eso está en el marco de lo acordado en la participación política. Como ya dije antes, nosotros dejamos de lado las armas pero seguimos haciendo política, y para eso necesitamos que se nos den un mínimo de garantías.
Dentro de lo que logramos alcanzar está primero la posibilidad de convertirnos en un movimiento político, de facilitarnos, de no someternos a toda una serie de trámites –eso va a ser también rápido–, de no someternos por ejemplo a que hay que tener determinada cantidad de militancia… una serie de requisitos que son exagerados en Colombia para impedir la participación popular, por lo cual también hay que impulsar unas leyes para limar esos requisitos y que le permitan a la gente la participación. En ese sentido tenemos participación en el Senado y en la Cámara, o sea en el Congreso.
En esta etapa en que viene la discusión de las leyes, nosotros tenemos derecho a tener seis representantes nuestros allá, seis que ya los estamos escogiendo y que tienen que entrar ahora mismo al Congreso en función de los debates que se van a dar, que comienzan. La primera ley, la ley de amnistía e indulto y vienen ya otra serie de leyes en función de crear esa institucionalidad que hablaba antes.
Pero tenemos garantizado también hasta el 2029 si la memoria no me falla, la participación en el Congreso ya “en propiedad” con cinco, independientemente de lo que alcancemos si participamos en elecciones. Si alcanzamos quince, pues allí quedan los cinco, pero si no alcanzamos sino dos, va a haber cinco, van a estar los cinco ahí.
–En dos años vamos a tener elecciones presidenciales. Hoy –no se si se puede hacer una previsión– ¿qué pretenden las FARC? ¿Tener candidato propio o apoyar un candidato que venga de los partidos, de la sociedad…?
–Mira, ya prácticamente esa campaña electoral en función de la presidencia en el 2018 arrancó con el proceso de paz, y lo que se va a haber enfrentado en ese escenario político son las fuerzas que quieren la paz a partir de consolidar los acuerdos y las fuerzas que no quieren la paz a partir de impedir que se plasmen los acuerdos. Eso va a ser independientemente de los matices que surjan.
Entonces la propuesta que nosotros estamos haciéndole al país es un gobierno… –yo le di el nombre de “transitorio”, puede ser otra figura que recoja mejor lo que se debe hacer–, un gobierno transitorio donde todos los sectores que queremos que se consolide la paz en Colombia se unan alrededor de una figura que nos garantice que no haya resistencia ni de una parte ni de la otra.
Alguien me decía “¡eso es tratar de buscar un angelito!”. No. Yo creo que en la sociedad colombiana existen ese tipo de hombres, hay que buscarlos. Pero el primer paso que hay que dar y es a lo que estamos llamando nosotros, es la unidad de todos los que queremos la paz dejando a un lado intereses particulares.
Aquí yo creo que a todos nos tiene que identificar eso, porque si no se elige un presidente que garantice la continuidad de los acuerdos, no sabemos qué situación se puede generar en la vida política del país.
–¿Hacer política puede ser más difícil que disparar?
–Claro que de todas maneras nosotros echamos tiros para hacer política, algo de experiencia hay, pero sí: es mucho más complejo, mucho más difícil. Requiere más análisis.
–Durante un período de la guerrilla usted fue camarógrafo. Si usted no fuera guerrillero ¿qué sería?
–Lo que pasa es que la guerrilla es una actividad que tiene su particularidad, y es que uno se vuelve… Los guerrilleros somos integrales, es decir hacemos lo que nos toque hacer. Entonces a uno en la guerrilla le toca hacer muchas cosas por las mismas circunstancias.
Yo fui enfermero sin tener vocación, propiamente, para ser enfermero. Fui un tiempo enfermero. En una etapa, en la época del ’84 tuve un cursito de cámara y me tocó filmar toda aquella etapa de los diálogos con Belisario Betancur.
Pero ¿qué me hubiera gustado haber sido? Maestro. Me gusta la educación, me satisface mucho cuando uno logra darle elementos de juicio para que la gente comprenda la realidad.
–¿Usted llegó a estudiar medicina?
–No, esas son puras mentiras de la inteligencia, como tantas. Que soy formado en la Unión Soviética, cardiólogo…
–¿No, nada de eso? Si yo tengo un infarto aquí no me salvarás…
–No, no.
–Está bien, comandante. Le agradezco mucho la atención de haber dedicado su tiempo a esta entrevista y espero verlo pronto en Brasil.
–Muchas gracias, Fernando. No, yo le agradezco a usted el esfuerzo que hizo de venir por acá. Un saludo al pueblo brasilero.
Nos interesa que América Latina conozca de verdad lo que estamos haciendo, que nos acompañe la solidaridad necesaria, así como expresamos nuestra solidaridad al movimiento popular brasilero y esperamos que estos nubarrones que hay en Brasil se logren despejar más temprano que tarde.
*Periodista y escritor brasilero, editor de Nocaute