Estrategas y asesores del Partido Laborista británico quieren relanzar la figura de Jeremy Corbyn, y son muchos los que apuestan por un «populismo de izquierdas».
Varoufakis: «Que los laboristas necesitan un cambio de imagen me parece justo, pero es pura maldad describir este cambio como un viraje hacia el populismo».
Chantal Mouffe: «Una estrategia populista de izquierdas es la única forma de renovar la política radical».
Por Yanis Varoufakis / Maya Goodfellow / Chantal Mouffe / Aditya Chakrabortty
Los estrategas y asesores del Partido Laborista británico quieren relanzar la figura de Jeremy Corbyn, y son muchos los que apuestan por una estrategia populista de izquierdas para el nuevo año. El partido busca subirse a la ola antiestablishment del Brexit y recortar su desventaja con los conservadores.
Se espera que Corbyn aparezca más frecuentemente en televisión y un nuevo equipo de asesores trabaja en la formulación de políticas insignia que enfaticen su voluntad de liderar una revuelta contra los intereses establecidos. Aquí, el análisis de políticos y especialistas.
Yanis Varoufakis, Exministro de Finanzas de Grecia. Antes de entrar en política era profesor de Economía en la Universidad de Texas.
«La cuestión no es si Corbyn puede ser populista, es si puede hacerse popular»
The Sun y William Shakespeare. Ambos son populares pero solo uno es populista. Igual que Shakespeare, Jeremy Corbyn no puede convertirse en un populista, la cuestión es si puede convertirse en popular. Que se necesita algún tipo de cambio de imagen me parece correcto, pero es pura maldad describir este cambio como un viraje hacia el populismo.
Cuando obtuve la más amplia mayoría parlamentaria en las elecciones generales griegas hace dos años, yo también fui tildado de populista. Para el establishment, cualquiera que obtenga buenos resultados electorales desafiando a sus hijos e hijas favoritos es tachado de populista. Pero esto, demasiado a menudo, absuelve a los verdaderos populistas. Un populista promete todo a todo el mundo, al mismo tiempo que abusa de las creencias irracionales y miedos del electorado.
Por el contrario, cuando me presenté para el parlamento cité a Winston Churchill al prometer “sangre, sudor y lágrimas” como el precio de nuestra liberación de la deuda que nos esclaviza y de la oligarquía griega. En términos económicos, no prometí ni un solo euro a nadie que ganase más de 700 euros al mes. El resultado de las elecciones demostró que los políticos contra el establishment pueden ganar popularidad evitando el populismo.
El reciente auge del populismo se debe al estúpido manejo por parte del establishment de una crisis que él mismo causó. Los populistas necesitan al establishment para seguir siendo relevantes y el establishment depende del miedo a los populistas para mantenerse en el poder. La oposición verdadera está entre los progresistas como Corbyn o el interminable mecanismo de retroalimentación entre establishment y populismo.
La clave para el éxito es el respeto universal a las preocupaciones de aquellos que se sienten débiles, abandonados y marginados. La gente pobre blanca no debe sentir que nos preocupamos menos por ella que por las minorías étnicas o la comunidad LGTB. Si lo hacemos, los podemos convencer de que la inmigración no es el problema y de que la xenofobia no es la solución. Pero esto requiere también un proyecto económico que rompa con la austeridad y asegure los recursos necesarios para financiar no solo a los innovadores que producirán la siguiente aplicación de éxito, sino también a los trabajadores olvidados que limpian las alcantarillas, ponen las vías de tren y lavan las sábanas sucias de nuestros hospitales.
Chantal Mouffe, Profesora de Teoría Política en la Universidad de Westminster
«Una estrategia populista de izquierdas es la única forma de renovar la política radical»
La socialdemocracia está en crisis en toda Europa. En Francia, España, Italia, Alemania y Suecia, los líderes de los partidos de centroizquierda han sufrido importantes derrotas. Han perdido el apoyo de los sectores populares, que se sienten cada vez más atraídos por los partidos populistas de derechas.
¿Podrán los partidos socialdemócratas sobrevivir a esta crisis o deberíamos llegar a la conclusión de que su deriva no tiene solución? Esto último es lo que me incliné a pensar hasta hace muy poco, pero la elección de Jeremy Corbyn como líder del Partido Laborista me ha dado la esperanza de que las cosas pueden ser diferentes en Reino Unido. El reciente anuncio de que Corbyn va a adoptar una estrategia populista de izquierdas indica que ha entendido que esta es la única forma de renovar las políticas radicales.
Estamos viviendo un “momento populista” en el cual la forma tradicional de políticas de izquierda no es la adecuada para enfrentarse al reto político actual. Los sectores populares se sienten abandonados por los partidos que supuestamente deberían defender sus intereses. En este sistema, una vez aceptado el dogma de que no existe alternativa a la globalización neoliberal, las demandas de aquellos perjudicados por sus consecuencias solo pueden ser vistas como arcaicas y obsoletas.
Negarse a reconocer el carácter democrático de estas demandas y la necesidad de abordarlas ha dado la posibilidad a los populistas de derechas de formularlas en un lenguaje xenófobo. La única forma de frenar su auge es utilizar un discurso capaz de dar una respuesta progresista a esas demandas, articulándolas con las otras demandas democráticas que existen en la sociedad. El objetivo es la creación de una “voluntad colectiva” que podría movilizar los esfuerzos colectivos hacia la igualdad y la justicia social. Esa es la naturaleza de un proyecto populista de izquierdas. Si Corbyn es capaz de mover al Partido Laborista en esa dirección, las consecuencias para toda la izquierda europea pueden ser incalculables.
Aditya Chakrabortty, Columnista de Economía en the Guardian
«Jugar al populismo es ridículo»
Jeremy Corbyn debe hacer algo más que jugar al populismo. En un artículo para London Review of Books, Jan-Werner Müller, una de las mayores autoridades en populismo, argumenta que, mientras todos los populistas declaman contra las élites, no todos los antielitistas son populistas. “Aquellos que trazan una vaga equivalencia entre Bernie Sanders y Donald Trump no logran reconocer que los populistas no se quedan en las críticas a Wall Street y la globalización.
En su lugar, los populistas reivindican que ellos y solo ellos hablan en nombre de lo que tienden a llamar ‘el pueblo real’ o ‘mayoría silenciosa’… Los populistas acusan a todos sus rivales políticos de no ser legítimos… Lo llevan a lo personal”. Trump prometió encarcelar a la “corrupta Hillary” a pesar de formar un gobierno en el que los 17 miembros nombrados hasta ahora tienen más dinero que un tercio de todas las familias estadounidenses juntas. Populismo al estilo estadounidense.
Entonces, ¿qué es el populismo en manos de los nacionalistas xenófobos ingleses? Es no decir ni una palabra cuando the Daily Mail llama a los jueces independientes “enemigos del pueblo”. Es imitar a Nigel Farage y afirmar que los votantes a favor del Brexit son “la gente decente”. Es enviar autobuses para pedir a los inmigrantes que “se vayan a casa”.
Puede que los soñadores pretendan que el populismo de izquierdas sea algo radicalmente diferente, pero la historia reciente nos revela lo contrario. Apuesto a que vosotros también os acordáis de Gordon Brown sin parar de hablar de “trabajos británicos para trabajadores británicos”, de Ed Miliband promocionando las tazas antiinmigración y, sí, Miliband, un intelectual formado en Harvard y Oxford, afirmando con su acento inglés pijo que no sentía sino “respeto” hacia los conductores de furgonetas blancas (en referencia a la clase obrera británica). Lo único que probó es que nunca había visto a nadie conduciéndolas.
Estos intentos de estilo populista nunca han tratado el problema que sigue acosando al Partido Laborista. Como muchos otros partidos socialdemócratas en los noventa y a principios de los 2000, el Partido Laborista abrazó las desigualdades que caracterizan al neoliberalismo, solo para descubrir que había hecho estallar por los aires su base electoral.
Jugar al populismo es ridículo cuando la amenaza existencial a los laboristas es cómo conseguir representar a una clase trabajadora hecha añicos y a una clase media camino de la desaparición. ¿Un partido de izquierdas convencional que rompe con el centrismo estúpido de los últimos 20 años? Lo apoyo por completo. ¿Una oposición que por fin reconozca que nuestro fracasado modelo económico es un fracaso? Excelente. ¿Pero un líder laborista que juega al mismo juego táctico y retórico que Trump o Farage? ¡Por favor! Tanto Reino Unido como el Partido Laborista están en un hoyo demasiado grande para semejantes tonterías.
Maya Goodfellow, Escritora e investigadora, centra sus estudios en política británica, género y raza.
«Construir un nuevo mensaje populista que rechace el discurso contra la inmigración no será fácil»
El populismo en Reino Unido se ha convertido en sinónimo de políticas de extrema derecha y contra la inmigración. Mientras el país se dirige a trompicones hacia el Brexit, los que una vez fueron entusiastas representantes pro europeos están tirando la libertad de movimiento por la borda en una apuesta desesperada para demostrar a la gente que entienden sus “preocupaciones legítimas” sobre la inmigración. En este ambiente, parece prácticamente imposible imaginar una política que desafíe esta tendencia, pero eso es precisamente lo que los laboristas tienen que hacer.
La palabra “populista”, regularmente difundida en los análisis políticos, va mucho más allá que Nigel Farage y su xenofobia. Debería significar situarse del lado del pueblo y contra las élites. No hay razón por la que el populismo tenga que ser xenófobo, especialmente cuando son las élites (económicas, sociales y políticas), no los inmigrantes, los causantes de los problemas de este país.
Una de las razones por las que ha florecido el populismo xenófobo es porque no ha habido una contranarrativa de los laboristas. Mucho antes del Brexit, el Partido Laborista defendió políticas de asilo extremadamente rigurosas, mientras Ed Miliband prometía tomar medidas drásticas contra los inmigrantes que pedían ayudas sociales, a pesar de que el número de inmigrantes que lo hacía era minúsculo. El partido se ha estado haciendo eco de parte del mensaje populista de derechas durante demasiado tiempo.
Es una táctica que ha demostrado ser un fracaso y que legitima las políticas contra la inmigración. En su lugar, el Partido Laborista debería liderar el tratamiento de los problemas para los que se utiliza la inmigración como tapadera: miedos por un mercado laboral inseguro, un mercado inmobiliario prohibitivo y un sentido de comunidad en decadencia. Eso supone dejar de dirigir la culpa hacia los inmigrantes y elaborar una estrategia explícitamente antixenófoba, porque el sentimiento racista no puede ser solo reducido a cifras económicas.
Desarrollar un mensaje populista que rechace cualquier forma de racismo no será fácil. Pero dado el vertiginoso auge de los crímenes de odio y elevado coste económico de frenar la inmigración, cualquier otra estrategia sería profundamente irresponsable.
Traducido por Javier Biosca Azcoiti