Crystal Zevon, camarógrafo, está muy involucrado en la lucha de los Defensores de Black Hills por prohibir la extracción de uranio, y ha pasado varias semanas en Standing Rock, apoyando a los Defensores del Agua en su lucha en contra del oleoducto Dakota Access.
¿Qué atmósfera se sentía en Standing Rock?
He estado dos veces en Standing Rock. La primera fue en octubre y noviembre, antes de que llegara el frío. Desde el momento en que entramos al campamento Oceti Sakowin (el campamento principal, que ahora se llama Campamento de Todas las Naciones) nos sentimos bienvenidos. La gente nos ayudaba mucho, nos dijeron dónde estaba la cocina, las carpas en donde podíamos dejar nuestras donaciones y de las que podíamos sacar lo que necesitáramos, y el lugar en el que estaba el fuego sagrado, siempre ardiendo, donde se hacían los rezos, las ceremonias y se daban las noticias. Yo viví por 4 meses en una carpa en Washington D.C. durante el movimiento Occupy, así que la atmósfera me pareció familiar, sin embargo, había algo muy distinto. Me di cuenta rápidamente de que, como los campamentos en Standing Rock tienen una sólida base espiritual, el ambiente era más relajado. La gente era paciente, sonreían, y todos eran cooperativos. Cuando no entendía alguna de las costumbres indígenas, siempre había alguien que me la explicara.
El mismo día en que mis amigos y yo llegamos al campamento también llegaron cerca de 500 líderes inter-religiosos. Era muy evidente el sentimiento de solidaridad y el deseo de no excluir ninguna creencia. Participamos en muchas “acciones” inter-religiosas, en las cuales se rezó tranquilamente. Incluso hubo una caminata del perdón; caminamos desde un parque en Bismarck hasta la oficina del alguacil de policía y le dimos un apretón de manos, e incluso abrazamos a los oficiales para perdonarlos por la manera severa en que trataron a los Protectores del Agua, y les ofrecimos nuestras disculpas por las transgresiones que pudimos haber cometido.
Mi segunda visita fue en diciembre, cuando llegaron los veteranos. Hacía un frío terrible y los campamentos estaban saturados con decenas de miles de personas que querían ayudar. Como la vez anterior, todos fueron bienvenidos y tratados bien, pero había cierta tensión porque era demasiada la gente a la que había que enseñarle las costumbres Lakota. Los veteranos que no se estaban quedando en el campamento no estaban muy bien organizados, y todo esto creó una atmósfera distinta que la que había en mi primera visita. Sin embargo, los rezos y la ceremonia eliminaron cualquier trazo de negatividad. Estuve en el lugar del fuego sagrado cuando el director, Dave Archambault, anunció que el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de EE.UU. había negado la servidumbre. Se sintió un enorme alivio y dicha. Sin embargo, al día siguiente la compañía dueña del oleoducto Dakota Access, Energy Transfer Partners, presentó la petición de permiso para poder continuar con las perforaciones, por lo que quedó claro que la labor de los Protectores del Agua no había terminado aún.
¿Qué te llevó a apoyar la lucha de los indígenas en contra del oleoducto?
Creo que la pregunta debiera ser “¿qué me llevó a apoyar a los Protectores del Agua en su lucha por que haya agua limpia para todos, salvar los lugares sagrados, evitar que los cementerios se profanen y recuperar territorios transados?” He estado trabajando con personas indígenas hace ya varios años. Juntos, creamos una organización llamada Clean Up the Mines (“Limpien las Minas”) (www.cleanupthemines.org) y tenemos listo un petitorio para mandarlo al congreso, en el que pedimos que se limpien las 15 mil minas de uranio abandonadas que hay en EE.UU. Una de las mujeres con las que trabajamos, Charmaine White Face, es Oglala Lakota Sioux, y otra de ellas, Klee Benally, es Navajo. Me han enseñado mucho sobre la cultura indígena, y me he convencido de que si solo escucháramos la sabiduría de los indígenas y cambiáramos la manera en que vivimos para sanar la tierra en vez de seguir dañándola solucionaríamos los problemas del cambio climático, la contaminación, etc. Ir a Standing Rock me atrajo particularmente porque estaba ocurriendo algo histórico. Vino gente de todo el mundo. Tribus que antes eran enemigas se estaban reconciliando. Desde el momento en que llegué, algo cambió en mí. El sentimiento de plegaria era intenso… el sentimiento de que juntos podíamos comenzar a sanar la tierra se sentía en el aire.
¿Alguna situación de tu estadía allí te impactó especialmente?
Mi momento favorito fue después de un acto en el que alrededor de 700 personas fuimos a un parque de estacionamientos en el que la seguridad y los trabajadores del oleoducto Dakota Access van a rezar… los indígenas y las personas de color formaron un círculo e hicieron una ceremonia de sanación. Los aliados blancos se formaron en un círculo alrededor de ellos para proteger el círculo de la plegaria. Llegó la policía y nos rodearon por todos lados, pero no nos detuvieron. El día siguiente reflexionamos sobre lo ocurrido, y uno de los Lakota se puso de pie y dijo: “He estado aquí desde el principio, desde hace ya varios meses. Hasta ayer, nunca habíamos podido terminar una ceremonia de sanación. La policía siempre nos atacaba. Así que ustedes, las personas blancas que se plantaron entre nosotros y la policía, ustedes ya no son solo nuestros aliados. Ahora somos parientes. Son nuestros hermanos y hermanas”. Me emocioné profundamente, y aún siento intensamente ese sentimiento de hermandad.
¿En tu opinión, cuánta importancia se le da a la no violencia en esta lucha?
Creo que el compromiso con la no violencia y la plegaria es lo que le ha dado fuerza y credibilidad a este movimiento. La policía sigue diciendo que los Protectores del Agua han sido violentos, pero en mis 2 visitas a los campamentos y casi un mes de estadía, no he visto ningún incidente violento. La violencia solo genera más violencia. El amor triunfa.
¿Cómo ves el futuro de esta lucha, ahora que Trump anunció su apoyo al proyecto del oleoducto?
No creo que los Protectores del Agua cambien demasiado su manera de luchar por sus ideales. Están muy comprometidos; están intentando salvar a la tierra para las generaciones futuras. Lo que me preocupa es que los Lakota lucharán hasta la muerte, si se llega a eso, y, desgraciadamente, creo que no es inimaginable que Trump o los alguaciles de policía del condado de Morton maten personas. Todo será más difícil con Trump, pero sé que aquellos que amamos esta tierra debemos unir fuerzas y continuar protegiéndola con cada fibra de nuestro ser.
Traducido del inglés por Emilio Stanton