En tanto se suceden las noticias de intentonas golpistas, desastres ‘naturales’, asesinatos, suicidios, protestas populares… los medios se hacen eco de una curiosa noticia. “La ONU nombra a Mazlan Othman portavoz de la humanidad ante extraterrestres… esta astrofísica malaya será la encargada de recibir a los aliens y conducir las relaciones entre los visitantes del espacio y los habitantes de la Tierra”. Días después Othman la desmiente en un comunicado.

El mismo día vemos y escuchamos otra noticia: “Descubierto un nuevo planeta similar a la Tierra; se trata del GL581C, con condiciones similares a las de nuestro mundo”.
Rapidito se escucharon voces interesadas en la posibilidad de habitar el susodicho planeta por parte de los humanos.

Más allá de la exactitud de ciertas informaciones, la pregunta que nos hacemos es: Si estamos ante la posibilidad de contactar con otros seres y habitar en otros mundos, ¿Cómo se ubicará la humanidad? ¿Cómo conquistadora y, por tanto, con grandes temores a ser invadida también, si fuera el caso? ¿O bien desde la posibilidad de establecer relaciones –si es que ese contacto con ‘extraterrestres’ se diera- de iguales, de colaboración, de relaciones recíprocas y positivas para unos y otros? Pareciera que hablamos de ciencia-ficción. Pero les propongo meditar un poco más.

Dos caminos se abren hoy ante el ser humano: un camino conocido pero no por ello menos sufriente de violencia física, económica, racial, religiosa y moral; un camino que proyectado a otros mundos, a una posible relación con otros seres, no puede ser de otro modo que de conquista o de temor, según nos imaginemos como invasores o invadidos. En este caso, siempre la mirada desde esta cultura violenta, que en la dirección que lleva terminará fagocitándose a sí misma.

Pero -decíamos- también se abre ante nosotros un futuro nuevo y brillante, apenas antes soñado; se abre la posibilidad de romper con el solipsismo e ir al encuentro de otros mundos, de otras conciencias, que permitan tejer nuevas manifestaciones de esa Conciencia Evolutiva que mueve todo.

Para ello será necesario que la humanidad pase de esta etapa de diferenciación marcada por la violencia y la división entre culturas, religiones y pueblos y que ha llevado a la humanidad al individualismo sufriente y autodestructivo en el que se encuentra, a una etapa de complementación, poniendo como base lo que nos une; apoyándonos en la experiencia común a cualquier persona, que se registra en el fondo de cada conciencia y que nos hace felices y libres.

Hoy una nueva espiritualidad está naciendo, que tiene como base esa experiencia interna y profunda que todo ser humano puede registrar. Una nueva espiritualidad, abierta a creyentes y no creyentes, y que surge como respuesta a un llamado, desde la necesidad más profunda, de millones de seres humanos. Hoy es posible desde esa búsqueda cada vez más amplia y complementadora, poner las bases para lo que podría sintetizarse en una nueva cultura, en un proyecto común: la anhelada Nación Humana Universal.

Y desde esta nueva condición, rota la “red de sombras” y superada la prehistórica cultura del sufrimiento y el dolor, con una humanidad hermanada, lanzarnos como saetas brillantes al encuentro constructivo de otras conciencias y otros mundos.

Nunca antes, tuvo más sentido la frase de El Camino: “No imagines que estás solo en tu pueblo, en tu ciudad, en la Tierra y en los infinitos mundos. No imagines que estás encadenado a este tiempo y a este espacio” (www.silo.net).