La crisis ecuatoriana que rozó un golpe de Estado saldó la noche del jueves al viernes con un unifomado muerto y 50 heridos en cruentos choques entre militares leales y policías rebeldes en Quito y el presidente Rafael Correa, secuestrado por más de 10 horas, restituido en el Palacio de Condorlet en medio del clamor popular.
Una rebelión de policías por supuestas reivindicaciones salariales derivó en el secuestro de Correa retenido luego en un hospital policial, lo que encendió la reacción de miles y miles ciudadanos que se volcaron a las calles para defender al gobierno constitucional.
«Que nadie se engañe esto fue un intento de golpe de Estado fracasado», proclamó Correa después de restaurado en el poder y luego que militares leales lo rescataran tras enfrentarse con los policías sublevados a tiros.
La insubordinación de un sector de la policía derivó en determinado momento en una huelga de la Fuerza Aérea y en la toma, por policías, de aeropuertos comerciales de Ecuador.
Correa narró los abusos que le infirieron los rebeldes y denunció a civiles infiltrados y a policías vestidos de civil que azuzaron permanentemente la violencia
El mandatario los trató de «desquiciados» que trataron de darse un baño de sangre.
El gobernante, que anunció sanciones para los sediciosos, dijo que «no habrá olvido ni perdón».
Correa identificó al ex presidente Lucio Gutiérrez como la mano negra escondida tras la intentona golpista.
Dijo que los alzados revelaron sin proponérselo el nombre de Gutiérrez en uno de los episodios de la tensa jornada que se cobró la vida de un policía que protegió al Presidente.
Desde Brasil Gutiérrez dijo que «mis primeras palabras son para rechazar las cobardes, las falsas, las temerarias acusaciones del presidente Correa».
El líder ecuatoriano, que denunció «intereses obscuros» tras la rebelión policial pidió «que nadie se llame a engaño que éste no fue un movimiento gremial sino un intento de golpe de Estado».
Correa agradeció a su custodia personal, al Ejército y un grupo de élite de la Policía que le brindó seguridad, «sino no estaría aquí», a sus ministros, asesores y más estrechos colaboradores que le acompañaron durante la tensa jornada en que «se desprestigió al país».
Narró que durante su secuestro no cedió ante las presiones de la Policía ni en los momentos más críticos de la aciaga jornada que dejó el Hospital policial, epicentro del enfrentamiento armado entre militares y policías, destrozado.
«Les dije (a su captores) que de ahí (por el Hopsital Metropolitano) salía como Presidente o como cadáver», pero que no cedía a los chantajes.
Dijo que pese a los «conspiradores de siempre», Ecuador no dará ni un paso atrás en la «revolución ciudadana» que encabeza y se expidió dispuesto a todo para defender el orden constitucional.
«Aquí no vamos a permitir lo que ocurrió en Honduras (donde un golpe militar impuso un presidente ilegítimo, Porfirio Lobo). Nuestra revolución ciudadana nadie la va a detener», advirtió.
Grupos de alzados se metieron en el edificio de los Medios Públicos y cortaron las emisiones del canal estatal.
Entre ellos se identificó a un abogado de Gutiérrez, a quien se le vio tumbar una puerta de vidrio.
«Lo que ha ocurrido fue una sublevación muy grave de la policía nacional (pero principalmente) fue un conspiración que ha fracasado», insistió Correa.
ABI