Después de todo esto queda un gran espacio entre nosotros, el poder y lo cotidiano. Fidel ya está lejos de La Habana, sin embargo ayer y hoy cada vez que mi ruta de ómnibus pasaba frente a la Plaza de la Revolución, un niño, desde la ventanilla, gritaba a la explanada –llena de turistas- Yo soy Fidel o Cuba es Fidel. Los adultos lo miraban, se sonreían, descansados desde los asientos, en un transporte que ya es tan rutinario como antes.
Con solo cruzar la calle – avenida Boyeros- que fue tomada por los universitarios el lunes pasado, se ve ensayar a trompetistas y saxofonistas a pocos metros de la Plaza de la Revolución. Es un lugar concurrido por ellos, los que saben de instrumentos de viento, pues el espacio abierto, y seguro, les permite ganar fuerza en los pulmones para cuando hagan conciertos largos y en espacios cerrados. Ni el lunes, martes o miércoles pasado, se escucharon sus clarines.
La razón práctica ha vuelto a las calles. Algunos establecimientos gastronómicos y hoteles ya venden en La Habana bebidas alcohólicas, pasando por alto el decreto de ley seca que se impuso en el país después del 25 de noviembre.
Para algunos, la seca de alcohol fue para imponer el duelo. Soy de los que piensan que fue algo muy saludable: los sentimientos pasados por etílicos se exacerban.
La primera noche se temieron enfrentamientos, disturbios, hubo quienes o no salieron a la calle por ello, o no dejaban que los suyos lo hicieran. Pero la mañana calmó todo. Nadie agredió a nadie. La mañana del 26 de diciembre era una nata.
Ahora los apostadores elucubran números que puedan ganar en la lotería cubana –conocida por la bolita- clandestina. Apuestan al 1, que es caballo, animal por el cual se representaba a Fidel; al cuatro, que es Santa Bárbara, ya que ese día de diciembre, natividad de la santa, lo enterrarán; y a Oyá –deidad afrocubana de la muerte a quien le corresponde el número 9-, por los nueve días de luto.
Los cristianos, ya sean protestantes o católicos y sus disímiles denominaciones, atribuyen la cantidad de días a cierto vínculo con la resurrección de Cristo. En lo personal, me parece que fue el tiempo que entendió el gobierno para dedicarse de lleno a los funerales.
Las escuelas han vuelto a funcionar y los centros de trabajo recuperan su ritmo. En recorrido nocturno por el malecón habanero, se constató a las familias refrescando, como una noche más, en contraste con la soledad del sábado y el domingo. Ayer, incluso, había en determinados tramos, presencia de prostitutas.
Sin embargo, la televisión sigue transmitiendo la caravana que habrá de pernoctar hoy en Camagüey, para continuar rumbo a Santiago de Cuba. Los cinco canales de teletransmisión en la isla, asistidos por la emisora multiestatal TeleSur, se han encadenado y emiten la misma programación al unísono por 24 horas y en lso nueve días de duelo. Tele Sur transmite su propia cartelera, pero también muy centrada en Fidel Castro.
Las redes sociales-en especial Facebook, con mucha más presencia en la ciudadanía cubana que Twiter-, se volvió una guerra de trincheras entre dos bandos encontrados. No pocos cubanos del exterior se lanzaron sobre el sentir popular, llegando a insultar y tratar de negar la veracidad del duelo. Otros, en cambio, quizá los más jóvenes, han ido desde el respeto hasta el dolor.
Pero hasta en las mismas redes sociales, donde nadie impone nada, se va bajando el nivel de post relacionados con Fidel Castro. Algunos internautas de la isla, que solo acceden a la red de redes en el trabajo, tras regresar a la oficina actualizan blogs, colocan imágenes y polemizan.
La carga semiótica de ayer por la noche en Santa Clara fue, en contraste con La Habana, muy intensa, al reunirse nuevamente Fidel y Che Guevara, esta vez, ambos, desde un plano posterior a la vida física, cuando las cenizas del exmandatario reposaron en el mausoleo del guerrillero argentino y su destacamento caído en Bolivia.
El hecho fue acompañado de una velada de artistas donde actuaron desde los trovadores santaclareños de la emblemática peña de La Trovuntivitis, con Yordan Romero, Roly Berríos y Yaíma Orozco, hasta decimitas campesinos.
En el momento de escribirse este artículo, los restos del extinto líder se encontraban en el municipio Gaspar, provincia de Ciego de Ávila, limítrofe con Camagüey, zona centro oriental de la isla.