Por Barbara Slavin
La falta de presión de Israel para que Estados Unidos intervenga en la guerra civil de Siria y la capacidad del Estado judío de perseguir por su cuenta objetivos sensibles en el territorio vecino inciden en la renuencia del gobierno de Barack Obama a involucrarse más en el conflicto.
A pesar de los rumores de que Estados Unidos reconsideraría su negativa a dar armas a algunos rebeldes sirios, Washington no se ha mostrado muy dispuesto a entrar en combate.
Desde que comenzó la sublevación contra el presidente de Siria, Bashar al Assad, hace casi dos años, Estados Unidos se ha contentado con ofrecer asistencia humanitaria a las personas desplazadas y refugiadas y a alentar a la oposición siria a organizar y a buscar la aprobación de Rusia para diseñar una transición política que permita la salida de Al Assad.
Ya murieron 100.000 personas sin que se visualice el final del conflicto.
«Si hubiera una fuerte presión de Israel y de sus aliados en Estados Unidos para que este se involucrara, cambiaría la política de un día para otro», dijo a IPS el especialista en Medio Oriente, Bruce Riedel, de la Brookings Institution.
Israel no quiere que un régimen islamista reemplace al de Assad, precisó Riedel, pero la posición dominante en el ejército israelí es que «mientras la guerra civil siria sea un embrollo, es fundamentalmente bueno para Israel» pues elimina «la única amenaza militar convencional que tiene».
El especialista en Israel, Shai Feldman, de la Universidad de Brandeis, no cree que Washington vaya a intervenir, pese a las presiones israelíes, debido a la fatiga existente después de una década de combates en Iraq y Afganistán.
El análisis de Ridel fue una «instantánea» acertada de la posición israelí respecto de Siria, pero las cosas evolucionaron.
Feldman describió tres etapas del pensamiento israelí sobre Siria: al principio estuvo el deseo de mantener «al viejo conocido», luego siguió la idea de que deshacerse de Assad sería un duro golpe contra Irán y su capacidad de proveer a Hezbolá (Partido de Dios) en Líbano; y ahora «realmente le preocupa lo que pase después».
Israel puede manejar a «extremistas como Hamás (acrónimo árabe de Movimiento de Resistencia Islámica) en (el territorio palestino de) Gaza y (al líder de Hezbolá, Hassan) Nasrallah, en Líbano», opinó Feldman, pero le teme al caos.
Le preocupa quién va a controlar el arsenal de Siria y quién, si es que alguien lo hace, supervisará la influencia de las células de la red extremista Al Qaeda.
Está claro que Israel decidió tomar las riendas del asunto y lidiar con la amenaza siria para impedir que sistemas armamentísticos sensibles lleguen a manos de Hezbolá.
Aprovechándose de las debilitadas defensas del gobierno de Siria, Israel atacó el 30 de enero varios objetivos en ese país, incluso sistemas antiaéreos tierra aire SA-17 almacenados fuera de un centro de investigación militar cerca de Damasco.
Fred Hof, exfuncionario del Departamento de Estado (cancillería) de Estados Unidos y especializado en Siria, dijo a IPS que los israelíes «atacaron un estacionamiento donde habían armas de defensa antiaérea sin ensamblar. Debido al radio de explosión, también resultó dañado el edificio» cercano.
Según la revista Time, el ataque también destruyó «almacenes con equipos necesarios para el despliegue de armas químicas y biológicas». Además señaló que Estados Unidos le había dado «luz verde» a Israel para la operación.
El diario The Wall Street Journal informó el 15 de este mes que en el ataque israelí también murió el general Hassan Shateri, alto funcionario iraní de la Fuerza Quds, de los Guardianes de la Revolución. También era conocido como Husam Khoshnevis, responsable de la reconstrucción iraní de Líbano y enlace clave con Hezbolá.
Feldman opinó que quizá Shateri, y no los misiles, fueran el principal objetivo de Israel.
Otras fuentes dijeron que el general y otros altos funcionarios iraníes fueron asesinados por rebeldes sirios mientras se dirigían en automóvil al aeropuerto de Damasco.
Los medios iraníes responsabilizaron de la muerte de Shateri a los «sionistas» y a sus «aliados», como Irán se refiere a la oposición siria.
Israel ya había demostrado su capacidad para golpear objetivos sensibles en Siria antes de la guerra civil.
En 2008 se le atribuyó la muerte de Imad Mughniyeh, jefe de operaciones de Hezbolá y enlace de la inteligencia iraní, en un atentado con bomba en Damasco. Un año antes, Israel había destruido un reactor nuclear en construcción en Siria.
La situación actual conlleva nuevos riesgos, así como oportunidades para una intervención israelí.
El ministro de Defensa de Israel, Ehud Barak, dijo el 3 de este mes en Alemania: «Eso prueba que cuando decimos algo, realmente queremos hacerlo. No creemos que Hezbolá deba introducir sistemas avanzados de armas a Líbano».
Autoridades estadounidenses dejaron claro que el límite para lanzar una intervención directa en Siria sería que el régimen de Al Assad usara armas químicas contra su propio pueblo.
A la Casa Blanca le preocupa dar a los rebeldes sirios armamento sofisticado por temor a que caiga en manos de yihadistas como el Frente Al Nusra, incluido en la lista de organizaciones terroristas del Departamento de Estado.
Pero es un asunto controvertido dentro del gobierno de Obama.
Al ser consultado por la postura favorable de la ex secretaria de Estado, Hillary Rodham Clinton, de dar armas a los rebeldes sirios, acompañada por el secretario de Defensa saliente, León Panetta, y el presidente del Estado Mayor Conjunto, general Martin Dempsey, el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, mencionó a Israel como motivo por el cual el gobierno todavía no lo había hecho.
«No queremos que ningún arma caiga en manos equivocadas y puedan causar daños al pueblo sirio, nuestro aliado Israel o Estados Unidos», explicó.
Hof, quien tras dejar la cancillería en septiembre trabaja para el Consejo Atlántico, abogó por dar armas a algunos rebeldes en concreto como forma de apuntalar una relación con quien sea que salga victorioso del conflicto.
También sugirió el martes 19 que Estados Unidos ofreciera entrenamiento y compartir inteligencia si le seguía enfermando la transferencia de armas.