Tres días rescatados del mundo que vendrá. Así fueron las jornadas del V Simposio Internacional del Centro de Estudios Humanistas en Asunción del Paraguay en las que activistas, estudiosos, referentes estudiantiles, miembros de organizaciones sociales, campesinos e indígenas, artistas, artesanos, educadores, poetas y otros tantos nos dimos cita para entretejer visiones y experiencias acerca de esa “Revolución Humana Necesaria”, que todos sentimos como un imperativo urgente.
A pesar de la urgencia, el evento transcurrió de manera apacible, con la fluidez y calma apropiadas para la reflexión colectiva, donde palabra y silencio tuvieron sus espacios respectivos y complementarios.
Espacios que hicieron propicias la irrupción del acto poético revolucionario, como aquella poesía íntima que Edu Barreto comparte en la plaza pública para derribar la violencia de la distancia entre las personas. O como la poesía mística que alumbró a los presentes con las “palabras Alma” del universo cultural guaraní, que la antropóloga de origen italiano Annalisa Pensiero invocó como fuente de inspiración. Inspiración que el grupo de Teatro Espontáneo Chamburreado hizo cuerpo y expresión en el intento de reproducir las vivencias de quienes ya habían dejado de ser público distante. Mística que resonó con precisión de experiencia en el poema mental que recitó con emoción el humanista Juan Guillermo Ossa.
Experiencias de cambio revolucionario que inundaron con su presencia nuestra presencia. Experiencias como las que describió el vocero estudiantil Fernando Krug, que relató cómo la persistencia y valentía mostrada por los estudiantes paraguayos levantaron las esperanzas de un pueblo acosado, vejado y diezmado por la impunidad del poder. Pueblo que rezuma el gesto amable de una ruralidad inocultable que hoy, como ayer, es continuamente violada por la ilegal apetencia del agronegocio concentrado en pocas manos. En palabras del luchador campesino y comunitario Ernesto Benítez, el territorio es cultura y vida, cultura y vida amenazada de extinción si los movimientos en su defensa no nos ponemos urgentemente de acuerdo para evitarlo.
Al compromiso total con la Revolución Humana convocó Waldina Soto, quien desde su práctica educativa de décadas, mostró el rostro y el espíritu de todos aquellos genuinos maestros que, esforzadamente intentan regar con luz de conocimiento territorios de humanidad. Humanidad pobre pero generosa como aquel niño que orgulloso puso en el cuenco de las manos de Waldina siete semillas que había atesorado como regalo agradecido en aquel ya lejano Día del Maestro. Conocimiento que hoy se ve atomizado por un especialismo que tendrá que complementar los puntos de vista para que la mirada sea más completa, como explicó Jorge Pompei, médico y también maestro de doctores, del Centro de Estudios Humanistas de Buenos Aires.
Otra dimensión de la mirada cobró vida con los relatos de Bernarda Pessoa, referente de la Coordinadora Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (CONAMURI), haciendo patente el clamor de las naciones originarias y de las mujeres, que tantas veces no valoran lo suficiente su función esencial y ejemplar en la comunidad. Como en la anécdota de aquella compañera que todas las noches subía el volumen de la radio para que los vecinos no escucharan su llanto.
Las distancias se acortaron y el tiempo se extendió con aroma a eternidad cuando, gracias al grácil arte actoral de Paulina Hunt y a su propuesta de sentir al otro desde su lugar, el espacio entre nosotros desapareció irrevocablemente.
Apariencias que quedaron trastocadas cuando de repente los cronistas se volvieron ponentes. Gunther Aleksander, de Pressenza Brasil y miembro del experimento colectivo audiovisual QuatroV, hizo visible a la audiencia la posibilidad de un periodismo diferente, de acompañamiento activo a los sectores movilizados por un mundo humanizado y no violento.
Desde una frecuencia similar y conectada con las pulsiones tecnológicas del vivir cotidiano, convocó Mari Carmen Sequeira a ocupar los espacios de internet para protegerlos de las corporaciones que vigilan lo que pensamos, afectando los afectos, intentando manipular y controlar los hábitos humanos. Hábitos que pueden alzarse en cotidiana rebelión contra el desabrido consumo falsificado y el amargo gusto de la explotación de productores agrarios. Tarea que hace suya la Red Agroecológica, vinculando a familias urbanas entre sí y con los campesinos, ofreciéndoles justa retribución a éstos y nutrición adecuada a aquellos.
Tarea de interconexión social y humana que también hace suya el espacio Ailanto en el Barrio Yungai de Santiago de Chile, contado por Javiera y Aníbal, quienes junto al a veces pequeño, a veces gigante Emir, llenaron de compromiso vital y futuro presente a la atmósfera. Atmósfera que se volvió íntima y a la vez social con las comprensiones que surgieron de los talleres que tocaron nuevas formas de relación interpersonal y reflexiones sobre el sentido de la vida. Sentido trascendente al que aludió Beatriz de Sao Paulo en sus relatos de experiencias con el Mensaje de Silo y Jacqueline de Lima en los aprendizajes de la Corriente Pedagógica Humanista Universalista.
Cuando parecía que el encuentro se extinguía y todo había sido expresado, aún quedaba una gran barrera por franquearse. La venganza, que desde siempre impedía apaciguar odios y envenenaba la conciencia de los oprimidos, limitando su propia libertad. La proyección del documental “Más allá de la Venganza” evidenció la importancia revolucionaria del intento de su superación, ofreciendo videncias de un ser humano en ascenso hacia la necesaria reconciliación.
La imagen síntesis, sin embargo, fue la tarea poco estridente pero sentida que agrupó a los convocados alrededor de la confección del telar, que simbolizó la construcción conjunta de la Revolución, en red, en paridad y confluencia de la diversidad, desde la práctica y la coherencia cotidianas. Una Revolución Humana indetenible que ya anida y se expresa a través de múltiples actores conscientes de su destino común.
Quedó entonces flotando solamente una inmensa gratitud hacia los solícitos y generosos cuidados del equipo organizador nucleado en el Centro de Estudios Humanistas Arandú Saité.
Días después, cuando lo vivido parece disolverse como parecen desaparecer los sueños ante la potestad insolente de la vigilia ordinaria, sé que son esos mismos sueños los que finalmente irrumpen transformándolo todo.
(El material fotográfico lo debemos al aporte de Sila Améstica y Alejandro Valenzuela)
