La cultura abarca, en una visión amplia, todo lo que es obra del ser humano. Esa producción es categorizada por cada sociedad, que ordena sus valores según su tradición, según sus proyecciones a futuro y según su situación actual en cada momento.
El ataque a una cultura, empresa que sólo cabe en la mentalidad enfermiza de los imperios, requiere una planificación que pone en la mira no sólo a los valores principales de esa sociedad sino que se dirige contra todos ellos. Si la sociedad agredida no puede advertir y contrarrestar rápidamente ese embate, el resultado es su devastación cultural. ¿Esto es lo que ocurrió en el caso de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS)?
No tenemos distancia temporal ni elementos suficientes para establecer en este minuto -tampoco es el interés- los factores que contribuyeron al derrumbe de la URSS; pero sí queremos mostrarles un ejemplo de esos planes que siempre son a largo plazo. Los siguientes son párrafos de un libro recomendable para espíritus fuertes: The Craft of Intelligence (El arte de la Inteligencia, 1963) de Allen Wels Dulles (*)
Un programa de Telesur recordó hoy el texto de Dulles, a propósito de una frase del discurso de Barack Obama al asumir su segundo período cuando dijo que prefería la solución pacífica de los problemas, o algo similar. Tal vez sea cierto: del trabajo sucio se encargan otros.
«Sembrando el caos en la Unión Soviética sustituiremos sus valores, sin que sea percibido, por otros falsos, y les obligaremos a creer en ellos. Encontraremos a nuestros aliados y correligionarios en la propia Rusia. Episodio tras episodio se va a representar por sus proporciones una grandiosa tragedia, la de la muerte del más irreductible pueblo en la tierra, la tragedia de la definitiva e irreversible extinción de su autoconciencia.
“De la literatura y el arte, por ejemplo, haremos desaparecer su carga social. Deshabituaremos a los artistas, les quitaremos las ganas de dedicarse al arte, a la investigación de los procesos que se desarrollan en el interior de la sociedad. Literatura, cine, teatro, deberán reflejar y enaltecer los más bajos sentimientos humanos. Apoyaremos y encumbraremos por todos los medios a los denominados artistas que comenzarán a sembrar e inculcar en la conciencia humana el culto del sexo, de la violencia, el sadismo, la traición. En una palabra: cualquier tipo de inmoralidad.
“En la dirección del Estado crearemos el caos y la confusión. De una manera imperceptible, pero activa y constante, propiciaremos el despotismo de los funcionarios, el soborno, la corrupción, la falta de principios. La honradez y la honestidad serán ridiculizadas [como] innecesarias y convertidas en un vestigio del pasado. El descaro, la insolencia, el engaño y la mentira, el alcoholismo [y] la drogadicción, el miedo irracional entre semejantes, la traición, el nacionalismo, la enemistad entre los pueblos y, ante todo, el odio al pueblo ruso; todo esto es lo que vamos a cultivar hábilmente hasta que reviente como el capullo de una flor.
“Sólo unos pocos acertarán a sospechar e incluso comprender lo que realmente sucede. Pero a esa gente la situaremos en una posición de indefensión, ridiculizándolos, encontrando la manera de calumniarlos, desacreditarlos y señalarlos como desechos de la sociedad. Haremos parecer chabacanos los fundamentos de la moralidad, destruyéndolos. Nuestra principal apuesta será la juventud. La corromperemos, desmoralizaremos, pervertiremos (…)». Es textual.
La lectura de ese texto es revulsiva. Produce indignación pero, sobre todo, dolor y agobio al ver la pérdida de los signos de humanidad en los ejecutores de la política imperial. Es difícil pensar que una cultura promueva conductas tan alejadas de los valores humanos y, sobre todo, pensar que haya algo rescatable en el momento de su derrumbe. Pero afortunadamente, ya es visible sobre el horizonte temporal una nueva sensibilidad que fundará la sociedad definitivamente humana.
(*) Dulles fue director de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA) entre 1953 y 1961.