Ni Latinoamérica (al igual que muchas otras zonas del mundo) ni la época actual parecen ya escenarios apropiados para escenas como las que se pueden ver en la web de Radio caracol de Colombia y de otros medios noticiosos de todo el mundo. Si esas escenas de destrucción son lo que se supone que son: mensajes propagandísticos o proselitistas para ganar adeptos a alguna causa, sus autores, o están desubicados en el tiempo o lo están en el espacio.

A pesar de que la violencia arrecia por el mundo, las manifestaciones de la violencia física bruta como los bombazos o los atentados al mundo civil han ido desperfilándose y perdiendo contingencia en el campo de la política. La violencia bruta es hoy utilizada preferentemente en las inmorales guerras por los recursos naturales y también en el lenguaje con que se hablan entre sí los grupos que lucran con el tráfico de drogas o de armas. En otras palabras, la violencia bruta la usan cada vez más los brutos, los codiciosos de baja monta ética aunque sean miembros de selectos clubes, los que ponen al dinero como valor central de la vida, los que intentan robar a un banco y no los que piensan en términos sociales.
Es cierto que en otras épocas fue un manido recurso político y nuestra Latinoamérica padeció mucho esa lógica. Cambios de gobierno, vetos a medidas injustas, intentos de exponer nuevas ideas, desacuerdos entre facciones y muchas otras minucias del acontecer político se discutieron usando argumentos de pólvora y plomo. Pero ese modo de discursear dejó de encantar a la clientela y fue quedando de lado; es claro que su retroceso se debe más al rechazo creciente de las poblaciones al uso de la violencia que a la supuesta eficacia del nutrido inventario de organismos ‘especializados’ creados para combatirla.

Respecto del bombazo de Bogotá entonces, las explicaciones quizás no hay que ir a buscarlas muy lejos. Para la inmensa mayoría de la gente que se enteró y vio las imágenes de vidrios y paredes rotas, se trata de un hecho inexplicable. Nadie podrá imaginar que alguien quiso dañar a las 7 personas que resultaron afectadas física o sicológicamente y hacia las cuales van nuestros sentimientos de fraternidad y deseos de pronta recuperación. Muy pocos, a su vez, entenderán que se trata de un panfleto político dirigido a una radioemisora. Más difícil aún, concluir que tal cantidad de destrozos buscan atraer militantes a un grupo cualquiera. Se trata de un lenguaje totalmente fuera de época para esos fines.

Los analizadores e investigadores ya nos darán a conocer sus teorías. Si se trata de las bajas razones económicas, nunca sabremos del autor. Así se mueve el mundo de los negocios sucios…
Si era un mensaje político puro, es posible que a sus detectables autores se los pueda enviar a sesiones de readaptación para que entiendan que ese idioma ya no excita imágenes de heroísmo ni motiva a la lucha por el pan o la justicia.

Radio Caracol fue, durante el año 2009, un faro de la noviolencia al sumar parte de sus espacios de transmisión y de sus equipos humanos a cubrir y difundir la Primera Marcha Mundial por la Paz y la Noviolencia. Sus directivos seguramente comprenden bien la importancia de ilustrar y de dar a conocer ampliamente, lo que esta época reclama: nuevas metodologías para resolver los viejos conflictos que hasta ahora hieren a las sociedades. La noviolencia, gracias a esfuerzos como el de Caracol, empieza a cobrar valor en los corazones y en la acción de cada vez más gente en todas las latitudes.
Es paradójico que bajo sus ventanales la prehistoria se manifieste, como los últimos y violentos coletazos de un dragón moribundo.

Desde las distintas redacciones internacionales de Pressenza, hacemos llegar nuestras consideraciones de afecto y solidaridad para todos los que se aplican en radio Caracol al valorable oficio de informar de lo que acontece y de avisar a sus escuchas, cuando nuevas esperanzas irrumpen en el horizonte.