Esa fatídica mañana, un bombardero B-29 (Enola Gay) lanzó una bomba de tres metros de largo, cuatro toneladas de peso y un kilogramo de uranio-235, bautizada como Little Boy, que explotó a unos 600 metros de altura.
Más de 65 mil edificios, viviendas y hospitales y 80 mil personas se volatilizaron instantáneamente. Había 300 médicos, de los cuales 60 murieron y otros 210 resultaron lesionados. Los puestos asistenciales y de urgencias, así como 18 hospitales, desaparecieron. Otras 110 mil personas, entre mujeres, hombres y niños, fallecían poco después carbonizados o mutilados. Hiroshima fue borrada del mapa.
No satisfecho aún con esa barbarie, el Pentágono lanzó el 9 de agosto de 1945 un segundo artefacto nuclear sobre la ciudad de Nagasaki, que causó otras 74 mil víctimas mortales.
En la ceremonia que marcó los primeros 65 años de la tragedia, el alcalde de Hiroshima, Tadatoshi Akiba, reclamó al gobierno nipón abandonar el paraguas nuclear de Estados Unidos, que tras la Segunda Guerra Mundial se convirtió en su principal aliado de seguridad.
Esto, aseguró, representa una obligación por ser Japón el único país que sufrió el ataque de una bomba atómica y para que nadie más sufra como nosotros», y afirmó que «Hiroshima era un infierno donde los que consiguieron sobrevivir envidiaban a los muertos».
Ante un público, que incluía al primer ministro Naoto Kan, Akiba rindió homenaje a los muertos y a los sobrevivientes «hibakusha», que sin entender la razón, se vieron envueltos en un infierno más allá de sus peores pesadillas.
Haruko Moritaki, de la Alianza de Hiroshima por la Abolición de las Armas Nucleares, criticó lo que consideró una asistencia «tardía» de Washington a este tipo de ceremonia y aseguró que Estados Unidos es el único que arrojó bombas nucleares y que además todavía las posee.
Esos reclamos tuvieron pronta respuesta del jefe del Gobierno nipón, quien afirmó que la protección nuclear de Estados Unidos «sigue siendo necesaria» para Japón, según la agencia de noticias Kyodo.
Aclaró que su país tiene la responsabilidad moral de liderar la lucha contra las armas atómicas y agradeció la presencia oficial por primera vez de un representante de Washington y del secretario general de la ONU, Ban Kim Moon.