Por Notas.org.ar
Este viernes 9 de septiembre se lleva adelante la “mayor huelga de la historia” en las prisiones de los Estados Unidos. La protesta, que se realizará en 24 estados, tiene por objetivo la lucha contra los trabajos forzados de los detenidos, que muchos consideran como una moderna forma de esclavitud.
La histórica huelga de los prisioneros no sólo reclama contra el trabajo obligatorio, sin ningún tipo de cobertura legal e infrapagado, sino también por las condiciones de detención en muchas de las cárceles, superpobladas, sin atención médica adecuada y con altos índices de violencia interna. Por eso es significativo que se haya elegido como fecha para la medida de fuerza este 9 de septiembre, día en que se cumplen 45 años del levantamiento de la cárcel de Attica, que logró tomar las famosas instalaciones penitenciarias de la ciudad de Nueva York en reclamo por mejoras en las condiciones de detención.
Este histórico proceso de lucha de los presos, que encuentra un antecedente directo en una serie de huelgas en las cárceles californianas en 2013, está encabezada por la organización de detenidos Movimiento Alabama Libre (Free Alabama Movement, FAM) y por Comité Organizados de los Trabajadores Encarcelados (Incarcerated Workers Organizing Committee, IWOC). El manifiesto de la convocatoria plantea: “Este es un llamado para poner fin a la esclavitud en América. Para todos los presos en todas las instituciones estatales y federales del país, hacemos un llamado a que dejen de ser esclavos, para que los cultivos se pudren en los campos de las plantaciones, para ir a la huelga y dejar de reproducir las instituciones de confinamiento”.
Según datos de 2013, en los EEUU hay más de dos millones de personas detenidas (lo que implica aproximadamente el 25% de los detenidos del mundo), de los cuales más del 70% son afroamericanos o latinos, siendo ésta última población la que más ha crecido en los últimos años, sobre todo por delitos vinculados con la inmigración ilegal. De esta población unos 900 mil detenidos son obligados a trabajar. En las prisiones federales el trabajo es obligatorio para los internos, a menos que puedan probarse razones de salud. Lo mismo sucede en casi todas las prisiones estatales. Si se niegan, los presos pueden ser castigados con confinamiento solitario, cancelación de visitas u otras penalidades.
La mayoría de los trabajos son internos a las mismas prisiones (tareas de lavandería, cocina, etc.) pero también hay unos 80 mil presos que realizan tareas en el exterior, en algunos casos para el Estado y en otros directamente para diversas compañías privadas tales como Walmart o Victoria’s Secrets. Estos trabajos no están protegidos por ningún tipo de regulación laboral y la remuneración se encuentra muy por debajo del salario mínimo. En las prisiones estatales va de 12 a 40 centavos de dólar por hora, mientras que en algunos estados, como es el caso de Texas, los internos directamente no reciben paga alguna. Los detenidos también tienen prohibido cualquier tipo de organización sindical. El debate recuerda al que se suscitó hace algunos meses en nuestro país en referencia al “escándalo” porque los presos “cobraban más que un jubilado”.
Los administradores de las prisiones argumentan que pagar el salario mínimo a los detenidos las llevaría a la quiebra. Hay que recordar que aproximadamente un 10% de las instituciones carcelarias en Estados Unidos son privadas (el negocio comenzó en los años 80 pero tuvo su mayor crecimiento en épocas de Bush y de lucha contra el terrorismo). A pesar de ser un porcentaje pequeño, es el sector carcelario que más ha crecido en población: entre 1999 y 2010 la población carcelaria total del país creció un 18% pero los presos en instituciones privadas aumentaron un 80%. Las cárceles privadas son grandes negocios y en algunos casos existen cláusulas que obligan al Estado a garantizarles una ocupación mínima, aunque la tasa de delito baje.
Ya a principios de milenio la activista por los derechos civiles Angela Davis hablaba de “complejo industrial carcelario”, haciendo referencia al poderoso complejo militar estadounidense: “Las cárceles no hacen desaparecer los problemas, hacen desaparecer a los seres humanos. Y la práctica de hacer desaparecer a grandes números de personas de las comunidades pobres, inmigrantes y racialmente marginadas se ha vuelto literalmente un gran negocio”.