En Chile, progresivamente, las manifestaciones de protesta desde los más diversos sectores se multiplican cada vez con mayor frecuencia, dando cuenta de una nueva realidad que parece asomar con fuerza luego de un período de letargo.
La transición hacia la democracia desde 1990, ha sido un proceso complejo, difícil, para no pocos, interminable. En un primer período, se puede afirmar que estuvo marcado por una política de “acuerdos” forzada por la presencia del innombrable, la influencia y visibilidad de las FFAA, y el peso de una derecha sobrerrepresentada gracias a un sistema electoral binominal. Una política de acuerdos que condujo a perfeccionar un modelo neoliberal heredado, impuesto a sangre y fuego, y que en la transición se ha estado consolidando.
El segundo período está siendo marcado por un cierto malestar, descontento que se ha estado expresando socialmente, antes que políticamente, a través de movimientos sociales inicialmente inorgánicos, pero que lentamente buscan formalizarse. En breve, pareciera tenerse claro lo que no se quiere, pero no lo que se quiere. Ahí las diferencias persistirían, lo que explicaría la fragmentación y multiplicación de partidos políticos, lo que explica las dificultades para expresarse como una corriente de opinión contundente tras un objetivo compartido. Una vez que se superen estos obstáculos, se ingresaría a una suerte de tercer período, el cual aún no se vislumbra con claridad.
Los signos de malestar son innumerables. Ejemplos se tienen al por mayor: se aprueba una ley de pesca de corrupto origen en virtud de la cooptación de legisladores por parte de las grandes empresas pesqueras; por ley no se puede lucrar en las universidades, pero no obstante ello, y sabiéndose que se lucra, poco o nada se hace para impedirlo; quien fuera nuestro máximo dirigente del fútbol se encuentra procesado en USA por corrupto; en la última elección de la CUT que agrupa a los sindicatos a nivel nacional, uno de los candidatos se proclama unilateralmente luego de una semana sin conocerse los resultados de la elección; en materia previsional el rechazo al sistema de capitalización individual junto a la administración privada de las pensiones, se toma la agenda noticiosa; y los grandes empresarios se coluden una y otra vez sin que se atine a nada.
La población se encuentra estupefacta ante la suma de tapones que van saltando diariamente, dando cuenta de un descontento soterrado que aún no encuentra cauce político. Este fenómeno no solo se da en Chile. Los paralelismos se multiplican por doquier. Haciendo un símil tenístico, podríamos afirmar que estaríamos ante una suerte de punto de quiebre, ad portas de un nuevo escenario.