Se llama Mycoplasma mycoides JCVI-syn1.0 y fue construida en el Craig Venter Institute de Rockville por el grupo coordiando por Daniel Gibson. El científico norteamericano Craig Venter, que fue el primero en reconstruir el genoma humano, comentó los resultados con estas palabras: *»La célula artificial es un instrumento realmente potente para proyectar todo lo que querramos que la biología haga. Hemos pensado ya en un enorme número de aplicaciones posibles»* y agrega *»Una célula que cambia la definición de lo que se entiende por ‘vida’…Este es la primera especie auto-replicante que existe en el planeta Tierra y el padre es un computador»*.

La creación de esta primera célula bacterial artificial es un paso evolutivo comparable al desembarco sobre la Luna, si no más importante todavía. No se trata efectivamente de un paso más en el largo camino de la investigación científica, sino que representa el comienzo de una nueva civilización.

Y sin embargo la prensa en general ha difundido este memorable evento a lo sumo a través de artículitos de pocas líneas relegados a las páginas dedicadas a los descubrimientos científicos. Por su parte el Presidente norteamericano Barack Obama ha solicitado a la Comisión Presidencial para el Estudio de Bioética que priorice entre sus actividades la investigación de las células artificiales, pero no ha destacado nada más al comentar el suceso.
El Osservatore Romano, órgano de prensa del Vaticano, señaló: *»un trabajo de ingeniería genética de gran nivel, un paso que va más allá del reemplazo de partes del DNA. Pero en realidad no se ha creado la vida, se ha reemplzado uno de sus motores»*.

¿Por qué las instituciones son tan reacias a mostrar los significados reales de este acontecimiento? La respuesta puede ser bastante clara si se intenta imaginar qué sucedería en el momento en que millones de seres humanos se dieran cuenta que son similares a los dioses. Obviamente nada podría seguir igual que antes.

Aunque se intente producir este ocultamiento, la Historia ya se ha puesto en marcha y nada podrá detenerla.