Por Patricia Rodríguez. 20 de julio.

Paranesti y Xanthi, centros de detención que deshumanizan.

Vamos a dos campos de detención, Paranesti y Xanthi. Todo el camino por carretera vamos “escoltados” por un coche de la policía y cuando uno de los 16 autobuses pincha y deja tiradas a 50 personas hasta que venga otro, la policía no sabe qué hacer.

Lo mismo ocurre cuando otros dos autobuses toman mal el desvío y se van por otra carretera. Les desconcertamos sin planearlo, aunque ellos piensan que es una estrategia para despistar y perderles de vista.

Llegamos a Paranesti, somos cerca de mil personas de colectivos variados, anarquistas, antifascistas, pacifistas, miembros de ONG y todos los “istas” del mundo, juntos por una misma causa.

Pienso que es un gran momento y que siempre debería ser así, que tendrían que unificarse las luchas y darnos cuenta de una vez que el enemigo nos quiere divididas.

La marcha desde el pueblo hasta la cercanía del centro transcurre en tono festivo, mientras un helicóptero cada vez sobrevolando más cercano, nos observa desde arriba.

Delante va el “black block” y Beyond Europe, que impresiona por lo numeroso y por la uniformidad de sus componentes, todos jóvenes y de negro. Después marcha la gente de “No border” más variada en su indumentaria, y atrás vamos nuestra caravana, donde la diversidad es total, con gentes de todo tipo, aspecto y edades.

Una delegación de la Caravana accede al CIE

La entrada del centro se ha bloqueado hay mucha policía y una lechera atravesada. El paso está cortado. Tras mucho dialogar nuestras anfitrionas de Grecia con eI militar responsable del centro de detención (siempre con una fuerte presencia policial), se consigue que acceda una delegación compuesta por personal médico y legal.

Unas 20 personas de la caravana acceden al recinto con aspecto de cárcel, rodeado de concertinas, y las demás estamos fuera con las pancartas, cantando y coreando consignas, mientras en el bloque negro hace un rato que mucha gente se puso pasamontañas. Se enciende un amplificador y por un tiempo el ambiente se relaja con música ska.

Un rato después salen emocionadas, explican que hay unos 300 hombres de 18 a 35 años, y diversas nacionalidades (Pakistán, Bangladesh, Marruecos, Argelia…).

Se les confina en barracones durante seis meses, el tiempo máximo que se les puede retener, y después algunos quedan en libertad y otros son deportados, aunque nadie sabe cual es el criterio para una opción u otra.

Las condiciones higiénicas parecen adecuadas, pero sólo pueden recibir una comida un día y dos al día siguiente, porque tienen destinados 5,8 euros por persona y día y el rancho cuesta 3 euros.

Si están enfermos deben esperar a que acuda el médico, tres veces a la semana. Cuentan que todo lo arreglan con paracetamol, aunque en este punto una de las personas con la que pueden hablar explica que tuvo apendicitis y le atendieron enseguida y bien.

Todo el tiempo se comunican a través de las rejas, no hay contacto personal, ¿y todo para qué? Como dijo alguien, para deshumanizarlos.

Protesta ante el campo de Xhanthi

Después vamos al campo de Xanthi. A la llegada, la imagen se repite: helicóptero sobrevolando la zona y la entrada bloqueada por una lechera y 25 policías antidisturbios.

A la vez, otros pintan grandes graffitis y un tercer grupo ha subido al edificio frente la entrada del centro y han desplegado grandes pancartas. En un momento dado, los anarquistas que portan la pancarta grande se hacen a un lado, y los integrantes de la caravana nos damos cuenta que debemos hacer lo mismo y retirarnos.

Efectivamente, poco después la policía empieza a lanzar botes de humo y echamos a correr, con tan mala suerte que el viento va en esa dirección, y el resultado son varias personas con picor de ojos, nariz y oídos.

Poco después los más radicales comienzan a romper la valla y a entrar poco a poco. Al final entran cientos de ellos y se van aproximando poco a poco hasta los antidisturbios que ahora han triplicado su número y están todos juntos.

Consiguen quedarse a unos 50 metros, mientras que el resto de la manifestación desde fuera corea consignas y aplaude, al igual que la gente internada en el centro.

Pasa media hora eterna y tenemos la sensación de que de un momento a otro van a cargar contra ellos y habrá una batalla campal. Al final poco a poco van saliendo y finalmente acaba “su” acción, pues creo que nada se habló de hacer algo así. Esto me hace reflexionar sobre los métodos, cuándo una protesta es pacífica y cuándo deja de serlo.

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