Las propuestas de los estados poseedores de armas nucleares carecen, en su mayoría de todo sentido de urgencia real, a pesar de que está claro que ahora es necesaria una acción significativa para la abolición y que no puede seguir siendo pospuesta.

La actitud prevaleciente entre los gobiernos es que el TNP debe ser cuidado hasta que se reponga, cuando en realidad el único remedio eficaz para el problema es que los estados poseedores de armas nucleares se muevan. Un enfoque del tipo tomárselo con calma, que todo siga igual, no hará sino reforzar el statu quo de la inacción respecto al desarme y la persistente amenaza de la proliferación nuclear. A menos que alteremos radicalmente la trayectoria actual, sólo tendremos una mayor desintegración del régimen del TNP.

Los estados con armas nucleares sostienen que es prematuro proseguir las negociaciones para una Convención sobre las Armas Nucleares –y así cumplir con el artículo VI del tratado– a pesar de que han transcurrido cuatro décadas desde la entrada en vigor del Tratado de No Proliferación. Con base en esta lógica, ¿también debemos considerar que es prematuro esperar el pleno cumplimiento de las disposiciones de no proliferación del tratado? Este aparente doble parámetro no es ciertamente evidente en el espíritu de la negociación del TNP y debe ser rechazado con vehemencia.

**De la mala fe a la buena**

En el marco del TNP, el desarme es más que una mera aspiración –es una obligación legal. Así se destacó ayer en los eventos organizados por la Asociación Internacional de Abogados contra las Armas Nucleares. Las partes del TNP no sólo deben continuar con las negociaciones para el desarme, sino que deben alcanzar ese objetivo, como afirmó por unanimidad la Corte Internacional de Justicia en su opinión consultiva de 1996 sobre la ilegalidad de las armas nucleares.

Los estados con armas nucleares pretenden estar a la altura de sus obligaciones –y algunos incluso han producido vistosos folletos para esta Conferencia de Revisión mostrando sus «logros»– pero hay pocos motivos para la satisfacción. A pesar de todo el bombo que rodea el Nuevo START, por ejemplo, es improbable que este tratado acarree una reducción real de las fuerzas nucleares estadounidenses y rusas. Debe contarse entre los más famosos no-logros de la historia política reciente.

El TNP establece que las negociaciones para el desarme tienen que realizarse en base a la «buena fe». La modernización de los arsenales y el impulso de la financiación a los laboratorios de armas nucleares es una clara manifestación de mala fe. Y no basta con desmantelar una docena de viejas armas nucleares cada año, cuando las reservas a nivel mundial todavía se cuentan por decenas de miles. Los estados sin armas nucleares deben expresar su clara insatisfacción ante la falta de avance y exigir que se empiece ahora a trabajar con una Convención de Armas Nucleares.
Esta es la forma más obvia y realista de hacer realidad la principal promesa del TNP: Eliminar totalmente las armas nucleares.

*Tim Wright es el coordinador del Proyecto para la Convención sobre las Armas Nucleares, Campaña Internacional para la Abolición de Armas Nucleares*

Traducción: Carmen Soler Rodríguez