Entrevista a Margarita Padilla, hacker y autora de El kit de la lucha en Internet (Traficantes de Sueños)
Margarita Padilla pertenece a esa escasa minoría de mujeres que crea y mantiene sistemas, y le gusta decir que trabaja “haciendo Internet”. Siempre junto a otros y otras, se dispersa entre sostener Dabne, su empresa cooperativa dedicada a hacer la web con software libre; pensar qué demonios es “el mercado”, atendiendo su tienda de SofwareAlPeso en el mercado de San Fernando, dedicada a apoyar el uso de software libre y a reciclar ordenadores; hacer amistades con las que pensar el mundo, organizando Login_presenciales; practicar la “filosofía de garaje” haciendo radio en Una línea sobre el mar; atender a sus familias y disfrutar de ellas, o pensar qué es luchar, después de que te han derrotado. En diciembre de 2012, ha publicado El kit de la lucha en Internet (editorial Traficantes de Sueños, pdf disponible en el enlace).
En la introducción al libro que acabas de publicar, afirmas con rotundidad que “toda persona o grupo que luche por la transformación social tiene la obligación de comprender la especificidad de Internet en lo que a procesos sociales se refiere, ya que esta especificidad desborda lo técnico y contamina lo social”, ¿cómo se justifica esa “obligación”?
Creo que Internet puede inspirar una nueva política a la altura de la complejidad del mundo en que vivimos. Ayudarnos a salir de este impasse.
¿A qué impasse te refieres?
Por un lado, tenemos la política de los políticos que sigue el código gobierno-oposición (con la ciudadanía como espectadora). Ese código no está hecho para solucionar ninguno de los problemas que tenemos como sociedad. Más bien al contrario. Su objetivo por encima de todo es el control y el poder. Los problemas son sólo pretextos para atacar al otro y ponerme yo. La complejidad y magnitud de las cuestiones a las que nos enfrentamos (desde la crisis económica hasta la crisis medioambiental) requiere una implicación activa del 99%. No estar todos de acuerdo o unidos, pero sí activos y cooperando. Eso es imposible en una política dividida en partidos que seleccionan de la realidad sólo lo que les interesa y perjudica al contrario, en el corto plazo de los cuatros años de una legislatura. Necesitamos otra lógica, otra cultura política.
¿Podría ser la de los movimientos sociales?
No del todo, por eso digo que estamos en un impasse. Modestamente, he participado y participo en movimientos sociales y veo que sus formas de organización sólo funcionan en condiciones de simplicidad. Por ejemplo, la asamblea. Las asambleas funcionan muy bien cuando se autoorganizan personas que comparten una misma escala de valores, una misma experiencia y una misma cultura. Es una forma de organización muy potente surgidas en otras condiciones históricas y sociales y en otras utopías. Mi padre siempre decía: la vida antes era más dura, pero también más simple. Ahora la complejidad es muy elevada. No podemos cambiar las cosas con formas de organización y de horizontalidad creadas para otras coyunturas. Hay que asumir mucha incertidumbre para pensar y preparar el cambio tan grande que necesitamos. Y eso da miedo, a mí también.
¿Por qué piensas que Internet puede ayudarnos a salir del impasse?
Internet nos da una experiencia de red a gran escala. Trato de caracterizarla con tres componentes: ambigüedad, incontrolabilidad y apertura. Internet es ambigua porque no fue diseñada para ningún uso particular y, por tanto, puede permitirlos todos. Es incontrolable, porque la inteligencia y la capacidad de acción están en cada uno de los nodos que la componen. Y es abierta porque, por un lado, cualquiera que tenga los conocimientos puede leer su código fuente y, por otro, cualquiera que funcione como red puede conectarse inmediatamente. Ambigüedad, incontrolabilidad y apertura son las tres características de la experiencia de red. Me parecen muy inspiradoras para pensar la política más allá del eje izquierda/derecha, más allá de la idea de que siempre ha de haber un centro director y más allá de las ideas cerradas o excluyentes de la comunidad.
Si te parece, vamos por partes. Es difícil entender la potencia de lo ambigüo, de lo que puede permitir varios usos…
Te lo explico a partir de un ejemplo: Wikileaks. Wikileaks hace público y abundante un recurso privatizado que es la información. Pero eso sólo tiene sentido si otras redes le dan uso. Los cablegates sobre la muerte de José Couso o el origen de la Ley Sinde sólo cobran sentido si hay quien los inteprete y utilice. Wikileaks lanza una herramienta que puede ser útil, pero no se solidariza con la plataforma por José Couso o con lucha contra la Ley Sinde. Y al revés: la plataforma por José Couso o la lucha por la Ley Sinde pueden usar los cablegates de Wikileaks sin tener a Julien Assange por héroe. Es decir, en Internet puedes cooperar con desconocidos o con diferentes. Es la lógica P2P: uno no sabe de quién se está bajando el material, con qué motivación se compartió, si el otro es de izquierdas o de derechas. Internet nos educa en la cooperación con desconocidos y diferentes.
En tu libro, Wikileaks es un ejemplo clave todo el rato, ¿por qué?
Wikileaks es un dispositivo muy de red: un dispositivo inacabado. El sentido de lo que hace lo tienen que completar los demás. En la dirección que sea, porque Wikileaks permite acabamientos distintos e incluso antagónicos (diferentes lecturas de los cablegates, etc.). Eso no es muy frecuente. Lo más habitual es lo contrario: cerrar para controlar. Pero así se hace red. Y de vuelta la red te premia. Wikileaks recibe afectos y solidaridades de experiencias muy distintas. Por ejemplo, de Anonymous. Anonymous es punto por punto lo contrario de Wikileaks: no tiene líderes, es anónimo y distribuido, etc. Pero apoya a Wikileaks frente a la represión. Solemos solidarizarnos con quien piensa lo mismo que nosotros, pero en Internet es distinto: hay diferencias, pero no bloques.
La experiencia de red nos enseña entonces a renunciar al control.
Si estás de acuerdo con la libertad de expresión, alguien puede llevarte la contraria. Si participas en una asamblea horizontal, quizá no se haga lo que tú quieres. Pero estás contribuyendo a una lógica y una cultura superior. Pues con la red pasa igual: es una lógica y una cultura superior, aunque pueda revertirte algo que no te guste. La lógica de poder y control, que define la política de los políticos, es lo que amenaza con echar a perder el mundo.
Vamos con la segunda característica de la experiencia de red: incontrolabilidad.
Me refiero a que la inteligencia de una red está en cada uno de los nodos que la componen. Por eso se habla de inteligencia colectiva. Creer en la red significa confiar en la inteligencia de los nodos, querer su autonomía. Reconocer la autonomía y la inteligencia de lo que no eres tú. Y esa confianza que das te vuelve, porque vives con la confianza de que otros que no son como tú están trabajando por cuidar y sostener lo que es común a todos. Entre todos cuidamos de todo, es muy distinto a que unos pocos velen por la totalidad.
Explícame mejor la diferencia.
En una red no hay un lugar central desde donde veas todo. No está hecha para ver todo. Las prácticas de los movimientos sociales aún funcionan demasiado con esa idea de totalidad: la asamblea se percibe a sí misma como un centro de la autoorganización, el militante se siente a sí mismo como responsable de todo, etc. Son prácticas muy potentes, pero pagas el precio de la simplificación porque sólo funcionan en condiciones de homogeneidad. Y donde no hay complejidad no hay vida, eso enseña la ciencia. Internet nos está educando en otra experiencia, donde no hay centro ni todo, vanguardia ni retaguardia. Wikileaks no va por delante de la plataforma por José Couso ni por detrás. No se trata de ir delante o detrás, sino de hacer red.
¿Y cómo se hace red?
Hacer red pasa por vaciar el centro y reconocer la inteligencia y la autonomía de los extremos. Hacer red es poner en contacto a otras personas entre sí, colaborar con desconocidos y diferentes. Hacer red es compartir los procesos, no sólo los resultados, y reconocer las contribuciones de los demás. Hacer red, en definitiva, es ser generoso, pero no sólo con los de tu propia cuerda, sino con el 99%.
En Internet no hay centro, pero sí hay referencias muy importantes, ¿no?
Hay liderazgos, sí, y personas muy influyentes. Pero su poder es muy diferente del poder de una burocracia sindical, por ejemplo. Es un poder sin poder. Por decirlo en el estilo de los zapatistas: “mandan obediencendo”. Recordemos el “Manifiesto por los derechos fundamentales en Internet”. Lo escribieron una serie de blogueros, tuvo una repercusión enorme en las redes sociales y la ministra Sinde les llamó para hablar o negociar. Los que fueron a aquella reunión son gente de mucho prestigio en Internet, pero si tienen ese prestigio es precisamente porque son capaces de ir a decirle a la ministra lo que se decía en Internet. A mí eso me parece muy bien, tenían toda mi confianza aunque nadie les hubiese votado. Su discurso era muy incluyente, como el propio “Manifiesto…”. Y si a uno de ellos se le hubiesen subido los humos a la cabeza y hubiese negociado no sé qué con la ministra, el 99% organizado en red se habría encargado de fulminarlo en menos de 24 horas. En una red puede haber representación sin cesión de soberanía. Nada que ver con la dirección de un sindicato.
Todos los nodos son iguales, pero hay unos más iguales que otros.
Cierto. Internet no está hecha para la igualdad y eso acarrea riesgos y problemas. Yo siempre pongo el siguiente ejemplo: si hay un incendio, podemos actuar de varios modos. O consensuamos en asamblea cómo organizar la evacuación, o nombramos un coordinador que la organice y le obedecemos… O sálvese quien pueda. Internet es un sálvese quien pueda. Se asume que todo el mundo tiene la inteligencia para decidir cuál es la mejor opción para sí y que tiene autonomía para ejecutarla. Pero si hay gente en silla de ruedas, ancianos o niños, pues a lo mejor se mueren. Un “sálvese quien pueda” no garantiza el salvamento de todo el mundo. En Internet no todos somos iguales: hay distintos grados de cultura, de conectividad, de tiempo, etc. Hay desigualdades enormes. Internet no está hecha para que deje de haber desigualdades, no le pidamos lo que no nos puede dar. Pero sin embargo, no podemos luchar contra las desigualdades sin Internet, ya que éste produce cambios en la distribución del poder que está produciendo esas desigualdades, y podemos aprovechar esos cambios en un sentido liberador. Esa es la paradoja.
Hablas de que la tercera característica de la experiencia de red es la apertura.
Las comunidades que funcionan en red no son cerradas y excluyentes. Puedes conectarte y desconectarte. Y no sólo eso: puedes conectarte y desconectarte a varias a la vez. Recuerdo las manifestaciones del movimiento antiglobalización: había que elegir entre ir con los noviolentos o con los que practicaban guerrilla urbana. Eso no se da en Internet. Puedes participar en el movimiento por la cultura libre y también en una acción de Anonymous. En Internet hay abundancia, no escasez. Puedes tener identidades múltiples. Puedes ser disidente de tí mismo. Hay una componente de anonimato que lo hace posible: es más fácil tener siete identidades en Twitter que ir a una manifestación con disfraz de payaso. Tiene menos costes, menos riesgos, pero no es menos real ni menos útil. Esa experiencia nos puede ayudar a imaginar formas de participación política más abiertas y flexibles.
¿Pero con esas formas flexibles de compromiso es posible construir algún tipo de organización?
Claro que sí. Hoy se oye decir por todas partes: “es necesario organizarse”. Y yo estoy de acuerdo, pero también hay que reimaginar la organización: una organización dispersa, con muchos canales y muchas capas. Internet puede servirnos de inspiración. Nos permite pensar la organización en términos de circulación. Y la articulación en términos de comunicación. La ubicuidad y disidencia de que hablábamos antes también construyen organización: los arcos entre los nodos son las personas que circulan. Ese compromiso flexible que dices también aporta a su modo. Por ejemplo, puedes estar sin demasiado compromiso en una lista de correo pero mandar información, sacarla, moverla. Las acampadas como idea de organización no surgieron de un grupo muy sesudo o muy militante, sino de la comunicación.
¿Qué quieres decir?
¿Cómo es posible que en cuestión de dos o tres días afloraran decenas de acampadas idénticas por todas partes? Aquello parecían las vainas de la invasión de los ultracuerpos. En serio, lo que sucedió es increíble y aún no lo hemos pensado ni entendido. ¿Cómo se copió la idea? Teníamos la imagen de la Plaza Tahrir, pero ¿por qué prendió esa imagen y no otra? Hay algo personal, afectivo, emocional, inconsciente muy fuerte funcionando ahí. Una corriente sensible de empatía. Un flujo de comunicación desconocida e incontrolable que crea diálogo político sin pasar por los lugares codificados como políticos. De Tahrir a Sol, de Sol a Syntagma, de Syntagma a Zuccotti… Se ha creado un movimiento internacional sin internacionales, es alucinante. Pero no es un movimiento espontáneo. En nuestro día a día las ideas circulan, nos sentimos parte de algo común, nos reconocemos en horizontes compartidos, no tiramos cada cual por su lado. Ya estamos organizados. Lo que pasa es que no sabemos cómo. Y quizá sea mejor que no lo sepamos, para que nadie puede controlarlo.
Durante toda la entrevista has usado la palabra “inspirar”. Dices que Internet puede servirnos de “inspiración”. ¿Por qué utilizas esa palabra?
Esto es muy importante. Internet nos puede inspirar, pero no se puede calcar porque el mundo material y el inmaterial son dos físicas diferentes. Cada una con sus leyes. Una cosa, por ejemplo, es una manifestación en la calle y otra muy distinta un swarming (“enjambre”) para ciberbloquear una web. En la manifestación hay cuerpos, los cuerpos ocupan un espacio, se cansan, se pueden dañar. En una manifestación te puedes quedar sin ojo y en un ciberbloqueo no. No son diferencias menores. Pero después de haber vivido un swarming quizás desees otro tipo de manifestación, donde no todo esté previsto de antemano, donde se requiera la activación de la gente sin forzarla, donde el sentido se construya entre todos sobre el terreno. A este tipo de inspiración me refiero. Recuerdo manifestaciones de la V de Vivienda que fueron bastante así. Hay mucho que experimentar aún en esos modelos híbridos entre el mundo de los bits y el mundo de los átomos.
¿Entonces el cambio social no puede venir sólo de Internet?
No, tiene que hacerse con los cuerpos. Hay que salir a la calle a manifestarse, hay que conseguir comida para quien no tiene, parar desahucios, proteger a los sinpapeles… Y también hay que experimentar la potencia del encuentro físico, como comprobamos todos el 15-M. Esa alegría… Lo que nos da Internet es otra experiencia del mundo. Una experiencia gozosa de abundancia, cooperación, creatividad, autoría… Creo que esa experiencia influyó en que mucha gente fuese a las plazas y no viese al otro simplemente como alguien que te pisa o molesta, sino como un cómplice potencial. La experiencia de red es un poco como el LSD en los años 60: una experiencia distinta, irreal pero real, que permanece en tu memoria porque lo que has experimentado lo has experimentado realmente: la capacidad de conversar con desconocidos, de traspasar fronteras, de autotransformarte, de crear con facilidad, etc.
¿Internet tiene la función que tenía la utopía en los años 60?
La experiencia de la red puede ayudarnos a superar esquemas de pensamiento político que no nos sirven hoy: el código gobierno-oposición de la política de los políticos, la dicotomía izquierda/derecha, las formas de organización que sólo funcionan en condiciones de mucha homogeneidad, etc. Pero no es una utopía, ni es la solución automática a todos los problemas. Especialmente todo lo relativo a las desigualdades es un desafío no resuelto. Internet nos sirve para modificar la situación que tenemos ahora, pero tiene otros problemas que habrá que pensar también. No es el ideal.
Posdata de Margarita Padilla:
Releyendo la entrevista, me parece que mis intuiciones pueden sonar a veces demasiado nítidas, demasiado concluyentes. Aunque creo firmemente que nos movemos entre prácticas caducas y que Internet puede inspirar y ayudar a vencer el miedo a finiquitarlas, hay que estar alerta y seguir escuchando y pensando sobre la marcha. Por esa razón, creo que una buena prolongación de esta entrevista es la conversación online en torno a estos temas que, con ocasión de la publicación de El kit de la lucha por Traficantes de Sueños, tendrá lugar el próximo martes 15 a 19.30. Será una conversación con todos los que queráis participar, mandando preguntas de antemano o participando en el mismo momento. Tienes toda la información sobre cómo hacerlo aquí. Me gustaría que fuese un momento para seguir pensando juntos.