Por Rocío Alterleib del blog La lengua emplumada
A dos días que se cumpla un año del «Ni una menos», es cada vez más preocupante la aceptación social de la violencia de género. Después de todo el tiempo transcurrido, siguen apareciendo a diario noticias de mujeres que no vuelven a su casa por días y las encuentran asesinadas. El femicidio es la forma última de la manifestación del machismo. Pero no es la única muestra de la fuerza del patriarcado y la violencia que provoca. Hay muchas maneras de acción que las personas que se creen dueñas de otras desarrollan para disminuir a sus víctimas.
La violencia puede ser de varios tipos:
⦁ Psicológica: en general, desarrollada a través de la verbalización -«Sos muy fea para (sic) que alguien alguna vez te ame.«- de la opresión. Muchas veces está relacionada con la económica y suele ser el paso previo a la física.
⦁ Física: la más denunciada y la que más llama la atención de las autoridades. Es importante saber dónde acudir:
- Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema -ubicada en Lavalle 1250, CABA-: 4370-4600 – internos 4510 al 4514. Atención durante las 24 horas, los 365 días del año.
- Línea del Programa de Las Víctimas contra las Violencias del Ministerio de Justicia de la Nación: 137. A través de él, una Brigada Móvil acude al domicilio con una psicóloga, una trabajadora social y dos policías.
- Dirección de la Mujer de la Ciudad de Buenos Aires: 0800 666 8537. Funciona las 24 horas, todos los días del año.
- Consejo Nacional de la Mujer (CNM) -ubicado en Paseo Colón 275, 5to piso-: (011) 4342-9010/9098/9120. Correo electrónico al cnm@cnm.gov.ar. Asiste y orienta a las víctimas de violencia.
⦁ Simbólica: es aquella a través de la cual los oprimidos se vuelven opresores de si mismos. Es un concepto creado por Pierre Bourdieu, quien hablaba, no específicamente de la cuestión de género pero resaltaba que la víctima naturaliza e interioriza las relaciones de poder, convirtiéndolas así en evidentes e incuestionables, incluso para ella. Bourdieu decía, entre otras cosas, que la violencia simbólica se trata » (…) de la imposición y de la inculcación de una arbitrariedad cultural según un modelo arbitrario de imposición y de inculcación» ¿Qué significa esto último al relacionarlo con la violencia hacia las mujeres? El patriarcado que, sustentado fuertemente en el capitalismo y en instituciones como la Iglesia y, en relación directa con ésta, las nociones de «familia» y «normalidad» instaladas socialmente, es invisible pero todos, desde un pequeño lugar, lo fomentamos.
De izquierda a derecha: Minujín, Maitena y Rivas. Marcha #NiUnaMenos – Junio de 2015.
⦁ Obstétrica: este tipo de violencia es una de las más denunciadas y la que menos llega a buen puerto. La salud es uno de los derechos humanos preponderantes y, sin embargo, es el menos respetado. Se lleva a cabo cuando se niega información, se practica cesáreas innecesarias, se inyectan drogas de manera errónea o se maltrata verbal y físicamente a las embarazadas antes, durante y después del parto. Está tipificada en la ley de Protección Integral a las mujeres (26.485), que a su vez cita la de parto humanizado (25.929), promulgada en 2004 pero reglamentada en 2015. La mayoría de las clínicas y hospitales de Capital Federal y el conurbano, no poseen carteles que adviertan al respecto.
⦁ Económica: si bien está generalmente relacionada con lo que, común y de manera errónea, se denomina «el sostén del hogar» (que la mujer no trabaje fuera de la casa no significa que no sea parte de ese «sostén»; es más, las tareas domésticas son consideradas trabajo y ayudan a que el hogar no se «desintegre»), también tiene que ver con el dinero que las mujeres deberían cobrar en puestos de trabajo donde un hombre suele cobrar más (en la Argentina, hasta el año pasado, las mujeres percibían un salario menor en un 27,2% en comparación con los hombres, por el mismo trabajo). En el caso de ser ejercida por la pareja, está ligada a la psicológica -a través de amenazas constantes del tipo «si me dejás, no te voy a dar nunca más un mango»-, a la simbólica -por eso es menos denunciada, basada en la aceptación del patriarcado y en la idea del «rol» que algunas mujeres tienen de si mismas dentro de la familia, se vuelven «cómplices» de ser víctimas- y, por consiguiente, a la física – » (…) me pegaba por dinero (…)»-.
Según la Convención de Belém Do Pará, del año 1994, la violencia contra la mujer es cualquier acción o conducta basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el privado. A sabiendas de esto, hace más de dos décadas, todavía es muy difícil el conocimiento social de todos estos tipos de violencia mencionados con anterioridad.
Si bien el «Ni una menos» generó una concentración multitudinaria imposible de comparar, en números, con el resto de las marchas por los derechos de las mujeres que se dan por año en Argentina (una por semana, aproximadamente), no logró que la cantidad de femicidios descendiera. Según las cifras oficiales, al igual que el año pasado, cada 30 horas una mujer es asesinada por su condición de género. Esto equivale al 10% de las denuncias realizadas por día, que se calcula que son cerca de 300. Entre mayo y julio del 2015, el número de acusaciones hechas al 144 subió abruptamente – en mayo hubo 2126 denuncias; mientras que en julio fueron 4090- esto significa que durante el mes que la concentración fue convocada y los 30 días después del hecho, las mujeres se animaron más a denunciar. Se puede entender así que, había un sentimiento de confianza por el contexto político social, mediático que se vivía.
Datos de la Oficina de Violencia Doméstica, publicados por La Gaceta de Tucumán. Mayo-2015.
La dificultad de la denuncia está enmarcada en todas esas cosas descritas con anterioridad y, sobretodo, en que en el 80% de los casos, la violencia es ejercida por un conocido y, dentro de ese número, casi en un 90% son personas que tenían algún sentimiento «amoroso» hacia la víctima (poseían una relación de ese tipo con su femicida o no querían mantenerla, lo que lleva nuevamente a la violencia mediática que suele caratularlo como «crimen pasional«).
En números concretos, la Provincia de Buenos Aires, es la que mayor cantidad de denuncias realiza, el 53% de las mismas proviene de allí. A ella le siguen la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Mendoza y Santa Fé. Es importante resaltar que la cantidad de denuncias no dependen proporcionalmente a la densidad poblacional, en parte si porque bien sabemos que Buenos Aires es la provincia más grande del país pero también es cierto que Salta no llega a representar el 2% de las denuncias y es uno de los lugares más religiosos y -casi como sinónimo- machistas de la Argentina, lo que lleva a una cantidad de vejaciones sufridas por mujeres que son ocultadas.
Informe estadístico de datos. Fuente: Línea 144. 2015
La violencia de género tiene muchas consecuencias. Luego de una violación, lo más probable es que se entre en un círculo vicioso de culpabilidad que el agresor dejó instalado en la psiquis de la víctima como también, en muchos casos, el estigma físico de tener que llevar adelante un embarazo consecuencia del mismo. En nuestro país, la interrupción voluntaria en embarazos de este tipo, está reglamentada y el Estado debe garantizarla (no siempre se cumple y, generalmente, la mujer va del hospital a la justicia y viceversa mientras el tiempo pasa y el embarazo sigue su curso). En el caso del femicidio, suelen suceder tres cosas luego del hecho concreto:
- Los medios vuelven a la víctima victimario de si misma a través de la estigmatización social (vivía en un barrio inseguro, salía mucho, no tenía pareja estable, era bisexual, no estudiaba ni trabajaba, sus padres no la cuidaban, etcétera).
- Los hijos de la mujer asesinada se quedan con el femicida, en el caso de que el padre haya sido el culpable del hecho (Osvaldo Arce, femicida y ex marido de Rosana Galliano, fue condenado a prisión perpetua y recibió un beneficio excarcelatorio por el que los chicos están obligados a convivir con él.)
- 6 niños por semana dejan de tener madre.
Por último, hay que recodar que todos pueden abonar a que la situación cambie. Acompañando el proceso de denuncia y no fomentando la violencia machista. No mirar Tinelli puede ser un primer paso, no medirle la pollera a la chica que aparece en un tacho de basura sin vida, también. Porque, como diría Simone de Beauvoir: «El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos.»