Alejandro Aravena no quiere ser una estrella aunque ganara recientemente el Premio Pritzker. Ahora el arquitecto dirige la Bienal de Venecia. Retrato de un hombre con los pies en la tierra.

El grueso edificio se erige como un monstruo sobre el campus de la Universidad Católica de Santiago de Chile, un armatoste de hormigón con pozos de luz, que funciona sin aire condicionado. El Centro de Innovación sobresale como un signo de admiración en la capital chilena. Se trata de la catedral de la nueva construcción de Aravena. “Los arquitectos le damos forma a los lugares donde vive la gente”, dice el arquitecto de 48 años y añade que “es tan simple como complicado a la vez”.

Conectar la belleza y la eficiencia ha sido siempre la labor más complicada de un arquitecto. Pero Aravena, quien se ve como un proveedor de servicio social, quiere ir más allá: “Empezamos nuestros proyecto tan alejados de la arquitectura como nos sea posible”, comenta Aravena. Sus ideas nacen con los inquilinos de un edificio. Enlaza sus necesidades con las exigencias medioambientales. Aravena lo denomina “Social Housing”.

Media casa para los más desfavorecidos

Aravena obtuvo reconocimiento internacional por su proyecto «Quinta Monroy“ en 2004. Construyó viviendas sociales para el Gobierno de su país en la ciudad portuaria de Iquique al borde del desierto de Atacama, se atrevió a dar un paso radical. Como el dinero no bastaba, construyó las casas a medias. Una habitación, cocina, baño más azotea, el resto debería construirlo los futuros inquilinos.

Y ese concepto ha creado escuela, “half-of-a-good-house”. Miles de casas similares se siguen construyendo también en otros países. «No solo se trata de que la gente tenga un techo sobre su cabeza, sino que las viviendas sociales sean un instrumento contra la pobreza”, comenta Aravena.

Aravena usó materiales de alta calidad y decoración, algo inusual para las viviendad sociales. “Definimos calidad de otra manera, como algo que con el tiempo gana valor” dijo recientemente en una entrevista. Tras cinco años, los inquilinos pueden vender sus viviendas y algunos las revendieron.

El proyecto más grande de Aravena es la reconstrucción de Constitución. Una ciudad desvastada en la costa del Pacífico por un tsunami en 2010. Aravena habló con los habitantes del lugar y descubrió los temores de la gente, como el libre acceso al río o si se puede mejorar la calidad de los lugares públicos. El arquitecto diseñó un plan maestro. En la costa se construye un parque con un bosque que absorba el agua de la lluvia y frene las olas de los posibles tsunamis, además de más zonas libres. A través de programas de fomento, la ciudad podrá disfrutar de un centro cultural y una biblioteca.

Aprovechar la segunda oportunidad

Aravena procede de una familia de maestros. De niño ya sabía que quería construir casas. Sus primeros trabajos lo frustraron. “Solo trabajaba con nefastos constructores que solo intentaban utilizar y explotar a la gente”, recuerda el arquitecto.

Dejó de trabajar como arquitecto y abrió un bar. “Entonces pensé que debería darme una segunda oportunidad y enfrentarme a los probemas, en vez de rehuirlos”, dice Aravena. Abrió su propia empresa «Alejandro Aravena Architects» en 1994 con la que hoy en día asesora y construye por todo el mundo. Protección climática y sostenibilidad son sus pilares arquitéctonicos.

“Reporting from the front» es el lema de la Bienal de Arquitectura en Venecia que dirige él este año. No quiere denominar la arquitectura como arma de guerra, pero sí de lucha por la calidad de vida.“De los arquitectos queremos aprender a reforzar lo que existe aunque sea con escasos medios en vez de quejarse sobre lo que falta”, escribe en su página web.

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El Centro de Innovación del campus San Joaquín de la Universidad Católica en Santiago de Chile: un monolito de cemento de 14 pisos. El edificio se adapta al clima. La fachada protege del sol y el calor.

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Debido a la corriente natural de aire se reducen los gastos energéticos. El diseño interior debe fomentar la comunicación.

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Este proyecto lo hizo famoso en todo el mundo. En 2004 construyó viviendas sociales en Chile para cien familias con presupuesto público. El arquitecto pensó que el presupuesto no llegaba para construir casas completas. El resto de la construcción quedó en manos de los inquilinos.

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Aravena ha construido casi 2.500 casas para gente pobre, sobre todo, en Chile, pero también en México y Brasil. Se le llama con frecuencia «el arquitecto activista». Habla con la gente y participa en la construcción.

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No quiere ser el arquitecto que crea un templo de lujo donde el ser humano se pierda de vista. Relaciona la responsabilidad social con los imperativos económicos y el diseño humano, indicó el jurado del Premio Pritzker.

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El jurado alabó su interés por la mejora del espacio en las ciudades y proyectos como este: un parque infantil en Santiago de Chile.

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Pero también puede crear edificios bombásticos, como las Torres Siamesas. Fachadas de cristal que, a primera vista, son inadecuadas para el calor de la capital que sobre todo calientan el edificio.

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Aravena hizo construir otro edificio en el interior de las fachadas de cristal con criterios medioambientales. El viento vertical aporta aire más frío entre ambas construcciones. Las torres están ubicadas en la Universidad Católica de Santiago.

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La residencia estudiantil de la University de St.Edward en Austin, Texas, se halla en un espacio agreste. El exterior del edificio parece arcaico y poco atractivo.

Autor: Mathias Stamm (RM/ER)

 

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